Es una obra
sencilla y moderna, de esta forma solo hay un escenario: un jardín. El jardín
tiene un árbol a la izquierda y lo que parece una piscina a la derecha. Al
fondo, una puerta comunica con el interior de la casa. De ella salen un chico y
una chica. Ambos, aunque son actores, han olvidado su papel y se han creído
todo aquello que les rodea. El árbol es un árbol y tiene una historia, la
piscina moja y la otra persona, piensa ambos, me quiere besar.
Él entonces
camina seguro, la casa es suya y el jardín es suyo. Ella, sin embargo, también
ha olvidado su papel, pero lo que ahora piensa no tiene por qué coincidir con
lo de él.
Él sigue
caminando y se planta en mitad del escenario, le toca pronunciar su discurso:
—En este
jardín me crié yo… —ve entonces los ojos de la gente que le mira desde el
público, pero descarta cualquier idea extraña atribuyendo esas pequeñas
lucecitas a las estrellas, pues seguro que el seto de su jardín se ha
convertido en una noche estrellada— Aquí me crié yo, ¿me escuchas?
Pero ella no
le está mirando, ella mira en dirección a la piscina, de hecho su mirada va más
allá y se pierde allí donde no llega el agua.
Él quiere
continuar su discurso porque él se quiere acostar con ella, y para ello tiene
que hablar de lo agradable que es sentir el sol sobre la piel desnuda, tiene
que invitarla a sacudir el árbol diciéndole que los frutos que caigan serán
suyos y tiene que hablarle de que ese árbol tiene esa forma porque él se cayó
encima cuando era pequeño.
Ella, aunque
él hable, no le va a escuchar, porque ha descubierto la existencia de las manos.
Mira al techo y al suelo. Escucha los pájaros al otro lado de las paredes y se
pregunta por qué las estrellas del seto parpadean de dos en dos.
Él tiene que
bajar el tono para empezar a hablar del niño que no nació para que naciese él y
que además de su vida, le regaló su nombre.
Ella empieza
murmurar “no te quiero, no te quiero, no te quiero”.
Sin embargo,
para él, todas esas cosas han dejado de tener sentido, no sabe que obra tras
obra ha dicho siempre lo mismo, pero cree que sí lo ha dicho con todas las
personas que han atravesado su jardín, y hay como algo que se ha secado, en
verdad no quiere acostarse con ella ni ver su cuerpo desnudo al sol, sino que
estaba haciendo algo más parecido a cumplir un trámite.
El agua
inexistente de la piscina se desborda atrapando al muchacho en un torbellino.
Él tiene la opción de sujetarse a la copa del árbol, pero se deja ahogar.