lunes, 31 de marzo de 2014

Un dios hombre.

"Nací de las lágrimas de todos ellos y, pese a lo que pueda parecer, nací grande, alto, fuerte y esbelto. Me hice una capa con la sangre de mis enemigos y de los golpes que me dieron saqué música. No maté, pero lancé lejos a quienes habían provocado las lágrimas de quienes me habían hecho ser, aparecer, crecer y existir. Bueno, si maté, cogí lo repulsivo, lo aplasté hasta hacerlo un hombre, y a él le maté, de hecho le maté de manera consciente y planificada. He nacido de lágrimas, he nacido del dolor, del sufrimiento, de la tristeza, del añoro, y he nacido para devolverles la sonrisa a todos ellos."

Margarita.

Si no fueses una persona, si fueses una oficina, iría a reclamar. Reclamaría con mil papeles que no entiendo, que ya no me llamas a las cinco de la mañana para molestarme y ganar apuestas, reclamaría que ya no me invitas a comer para que te haga yo la comida, reclamaría que tu sonrisa ya no me sirve de café por las mañanas. No reclamaría, por vergüenza a que lo lea quien archive los papeles, que ya no me dices esas dos palabras que, según tú, no has dicho antes a otra oficina como soy yo, que ya no me cuentas lo que te preocupa, eso que te hace sentir una niña, y con lo que te echas a reír después.
Es una pena que no seas oficina, aunque supongo que al ser persona te es más fácil demostrar que eres mucho más de lo que pueda parecer, en fin, yo me lo pierdo.
Me acuerdo aquella vez que yo iba con prisa y tú distraída, nos cruzamos, cada uno por una acera y el genio de los buenos momentos me dijo "llega cinco minutos tarde, pero vuelve sobre tus pasos" y así lo hice, sorprendiéndote con un "¿qué te pasa?" y alegrándote con mi interés, luego, claro, me tuve que marchar, pero te dejé un papelito ¿te acuerdas de qué ponía? espero que no, porque esto me lo acabo de inventar. Nunca supe si te molestaba que yo eligiese la forma larga de tu nombre mientras que todos, todos, sin excepción, lo acortasen. Quizá escriba mi reclamación en un papel y te la haga llegar, no se, me lo pensaré.
¿Te acuerdas de la vez que nos enfadamos hablando por teléfono, colgaste y yo pensé "termino de escuchar esta canción y la llamo"?   Yo no.

Cuando en una noche fría.

Tu mano, fría, fría como el hielo pero que no quema, tu mano cogió la mía y, lentamente, la alzó. Tu otra mano también me cogió, mientras tus ojos azules, de piedra, también fríos, helados, no se separaban de los míos, los míos tampoco lo hacían, solo un momento, para mirar el río, no de agua, sino de almas que atravesaban el palacio hacia la desaparición. Me hiciste girar, y giraste conmigo, tú, de piedra helada, parecía que no te movías, pero lo hacías, conmigo, en un giro que cobraba mayor velocidad, una velocidad imposible. Tanto tiempo giramos, pero fue solo un suspiro, dos en realidad, dos que se hicieron humo, como vaho, que ascendió de mi boca, de la tuya no pues la respiración es cosa de mortales, tú tan piedra, tan frío, tan azul, yo con vida. El giro terminó y no vi a las almas ni al palacio, vi tus ojos, que ni ellos desprendían vida, tan piedra, tanta quietud, tan fríos, tan azules, tan en mí. El giro había terminado y yo desperté con el recuerdo de tu mirada, de tu cuerpo de piedra sin bello, de tu azul, de tu serenidad, de tu frío.
Pasé toda una vida esperando morir para volver a verte, vacío en vida, y cuando morí, las cosas no fueron como esperaba, no estabas junto a mí, a mi alrededor solo había almas, tu estabas allí, a lo lejos, en el palacio, dando vueltas con otra persona. Me traicionaste, el frío de tu piel azul de roca dejó de ser mío en un segundo, en el segundo que te perdí, en el segundo que me traicionaste. Me traicionaste, y lo hiciste por quién aun tuviese sangre en las mejillas.

sábado, 29 de marzo de 2014

Cuando suena el teléfono a la hora de la siesta.

Estaba yo viendo páginas para conocer a personas desesperadas con las que poder casarte cuando sonó el teléfono. Claro, ustedes no saben que pasa a esa hora, dos y media después de haber comido y una y media desde el fin de la sobremesa, pues se lo voy a contar, esa hora en sábado y domingo es una hora prohibidísima a la que poder llamar, es la hora de la siesta.
Claro, fue todo muy rápido, sonó, salté quitándome los cascos conectados al ordenador, sonó, corrí al teléfono, sonó, lo cogí.
-¿Sí?- pero claro, con las prisas se me escurrió el teléfono de las manos y mientras intentaba recuperarlo oí una voz de mujer y solo algunas palabras.
-Hola... ¿me oye?... teléfono... a... ante... bajo... con... contra... de... desde... en... entre... para... por... según... sin... sobre... tras... durante... y... mediante... ¿me oye?- Es posible que no me acuerde muy bien de qué palabras utilizó y lo haya rellenado con preposiciones, pero solo posible. Y claro, oír la palabra "teléfono" más el acento que utilizó aquella chico me hizo pensar que era una oferta telefónica y colgué.
En algunas películas de miedo, el teléfono suena y al otro lado parece no haber nadie, a la segunda vez de sonar y que nadie responda, la chica, porque siendo sinceros suele ser una chica, desconecta el cable del mismo y aun con esas suena, ese es el "chaan" miedoso de la escena, bien, pues mi cara fue como la de la chica de la película en ese momento, cuando volvió a sonar el teléfono. Avancé con cuidado, pero me di cuenta de que no lo debía dejar sonar, aceleré y lo cogí.
-...-No dije nada al principio- ¿Sí?
-¡Vamos a ver! ¡¿Por qué me has colgado?!
-¿No me ibas a hacer una oferta telefónica?
-¡Pues no! Y aunque así fuese ¿con qué derecho me cuelgas?
-Es que... bueno- Pero de repente me acordé del tema álgido del asunto- Espera ¡¿Con qué derecho te crees a llamarme a la hora de la siesta?!
-¿Con qué derecho? ¿pero tú eres tonto? ¡Son las cinco! Además, no te he visto yo mucha voz de dormido.
-Eso no importa ¡podía tener buen despertar! ¡y las cinco en fin de semana ha sido siempre hora de la siesta en mi familia!
-¡Pues en la mía no! si acaso en domingo ¿pero qué te costaba, ya que supuestamente te había despertado, colgar con educación?
-El que dormía no era yo...
-¡Con más razón!...
-¡Pero es que no hubieses colgado! ¡tenías algo que venderme!
-¡Que no soy operadora!
-¡¿Entonces por qué me llamas?!
-¡Pues por que me he equivocado imbécil!
-Ah... ¿Y a quien llamabas?
-¡¿Y eso qué te importa?!
-Pues ya que has llamado a la hora de la siesta me lo podrías contar.
-¡Pues! Pues a mi abuela... la llamo todos los fines de semana.
-¿Y está bien?
-Sí sí, si yo digo siempre que nos sobrevivirá a todos... tiene noventa y nueve años y mejor salud que yo.
-¿Tú tienes mala salud?
-¡Qué va!
-Entonces quizá ella sea inmortal.
-¿Pero que tonterías dices? Va a ser verdad que te acabas de despertar.
-Hombre, digo mujer, piénsalo, por poder se puede ser inmortal, solo que aun no ha habido ningún caso o no se dan a conocer.
-Tiene que ser jodido eso de querer renovarte el documento de identidad y que te tomen a broma el "nacido en 1492"...
-Por cierto ¿Cómo te llamas?
-Irene, ¿y tú?
-Yo Manuel, mucho gusto.
-Lo mismo digo.
-Te daría la mano...
-Y yo a ti dos besos...
-¿Te gusta leer?
-¿Y esa pregunta?
-No se, me apetecía continuar la conversación, es que desde que me has vuelto a llamar para echarme la bronca me has llamado la atención.
-Oh, que mono.
-Tengo una idea ¿Dónde vives? digo la calle, que por el número veo que somos de la misma ciudad.
-Calle Cobardía nº 13.
-Vaya, que exceso de confianza, yo vivo en la plaza del Rey Destronado, está cerca ¿Qué te parece si continuamos la conversación tomando un café?
-Pues... me parece perfecto, oye ¿Quién era la persona que dormía la siesta? ¿tal vez... tu novia?
-Que va, mis padres.
-¿Tus padres? ¡¿Pero qué edad tienes?!
-Dieciocho ¿por?
-¡Yo tengo treinta y cinco!

viernes, 28 de marzo de 2014

la Mañana

Ibit llevaba tocando el piano desde antes de la mañana, no es que me molestase, pero cuando llevaba tocando varias horas, su música dejaba de resultarme bella para pasar a ser algo monótona y asemejada a un palillo con el que alguien no dejaba de golpearme en la cabeza, soportable pero molesto.
Anastasia, como siempre, se había levantado la primera y había desayunado sola, como algunas veces, había bajado a la calle y se había convertido en la líder de los juegos improvisados con los que deleitaba a aquellos muchachos ansiosos de ella y, como nunca, no se había llevado el pequeño abrigo carmesí que su madre le decía que llevase y que lucía, como en una fotografía, destacando sobre abrigos y chaquetas apagas y oscuras, en el perchero de la entrada.
Slvira escribía la contestación a la última carta de su novio, que desde alguna parte del mundo desconocida para mí, parecía ser el hombre más romántico e interesante que hubiese existido jamás.
Andrea llevaba ya poco más de tres meses desaparecida, esperaba que le fuese bien, pero la verdad es que lo que había podido oír de ella decía que había vuelto a caer en su extraña enfermedad, me apenaba pensarlo.
Entre el correo que tan previamente había consultado Slvira, se encontraba una nota de Atlex en la que me comunicaba que estaba bien y en la que aparecían tres anécdotas contadas con esfuerzo, puestas ahí para que no pudiese quejarme de que no me contaba nada.
No voy a contar ninguna historia, solo quería que supieseis cómo es una mañana normal en el lugar donde vivo ahora. Me sigo sintiendo triste desde que me engañaron Daniel y Juan, y la verdad es que aquí cada uno vive en su propio mundo, la única persona que tal vez me hace caso es Anastasia, cuando su interés por el mundo choca con mi persona y acude a preguntarme cosas, o cuando se acerca con el gato en brazos y me pregunta por qué estoy triste, tal vez algún día le cuente lo de Marta y por qué el día clave falté a la cita perdiéndola para siempre, tal vez lo haga, quizá cuando crezca un poco más.
Es una pena que esa niña rubia no esté aquí ahora, me gustaría darle un beso en la frente.

Porque no se sabe de que está llena la luna.

Había una vez un niño, uno callado y decidido, que conoció a una niña. Ambos estuvieron mucho tiempo juntos hasta, aun niños, decidir que se querían. No se sabe que sentía ella realmente, pero él estaba seguro de quererla, y todo pareció volverse claro cuando ella le dijo que como prueba quería que él le bajase la luna.
¿no? pues sí.
El muchacho trepó, escaló y esquivó, convirtiéndose en adolescente y, a punto de ser hombre, alcanzó su objetivo, con sumo cuidado le ató a la luna una cuerda y la bajó, y cuando lo hizo vio a la que había sido una niña, en brazos y carnes de otro hombre, es entonces cuando la cuerda se le escapó de los incrédulos dedos y la luna, que está llena de aire, subió hasta colocarse en su lugar, a la espera de que otro loco enamorado se atreviese a bajarla.

jueves, 27 de marzo de 2014

El curioso caso del niño ese.

El Doctor-Psicólogo Pabló Véndras Mañana no era ciertamente ni un doctor ni un psicólogo, sino que practicaba lo que dominaba como "psicología casera" lo que en última instancia se resumía como tratar a cada persona de manera especial y única adaptada a cómo fuese o a lo que pudiese necesitar. Nunca entendí muy bien su forma de pensar y cuando le preguntaba me decía que él tampoco se entendía, aunque me parece que es que le daba pereza hacerlo.
Este hombre era famoso, o por lo menos conocido, por su forma de pensar, sus extraños consejos y su forma de ver la vida que le habían convertido en el llamado Artífice, líder de una especie de secta espontánea hecha sin querer.
Bueno, a lo que íbamos, que me voy por las ramas. Es cierto que lo que casi sigo contando sería un río en comparación con el riachuelo que os voy a contar, pero aquí se aguanta todo el mundo, que lo primero que he puesto esta vez es el título y, como me ha gustado, sobre él voy a hablar.
Pabló Véndras no aceptaba cualquier encargo, sólo los que le parecían interesantes de manera superficial, esto quiere decir que lo importante no eran los traumas que pudiese tener la persona o algo así, sino lo que le pudiese gustar la familia y el individuo en sí. Muy complicado era Pabló hasta para tomarse un café por la mañana...
Bien, pues la madre, que siempre vestía unos vestidos blancos de mucha clase que dejaban insinuar lo atractivo de su cuerpo, trabajaba en investigación de nosequé, algo que sonaba moderno, limpio y tremendamente caro. El padre tan solo era rico y atractivo, al parecer al casarse con aquella mujer había renunciado a todo protagonismo e interés de puertas a fuera a cambio de poder acostarse con ella una vez por semana. Ambos, la de los pendientes y el del coche, tenían un hijo que no llegaba a los diez años y que superaba en inteligencia a ambos padres, todos los criados del hogar y el vecino juntos.
No sé que le pasaba al chico si es que le pasaba algo, se encerraron padre, madre y Pabló y allí hablaron del tema, no se si lo he comentado pero yo pintaba allí poco, muy poco, oficialmente pintaba como ayudante o algo así del señor Vendrás. Dando yo vueltas a si el dinero que me llegaba a fin de mes era suficiente como para compensar lo poco que me sentía valorado en aquél extraño oficio, si es que lo era, mi mirada fue a parar con otra mirada que me dio la sensación de que buscaba mi mirada ¿me explico? como si la mirada de aquél niño pequeño fuese un anzuelo y caña de pescar echado para que yo picase.
-¿Eres el hijo de los que están ahí dentro o lo eres de alguna criada?- He de reconocer que mi estilo no era tan pulcro como el de P. V. Mañana.
-Soy hijo de dos de las tres personas que hay ahí dentro, o por lo menos seguro que de una, si no lo fuese ¿Por qué tendría que ser hijo de una criada y no de un criado cuando están igualados en número?
Fui a sacar un cigarrillo, y cuando estaba en mis labios esperando ser encendido, la mirada de aquél muchacho me obligó a guardarlo en el bolsillo de la americana.
-Bueno, es más probable que las mujeres se lleven a sus hijos al trabajo ¿Cómo te llamas?
-Pablo- Que genial... - ¿Y tú?
Mientras le respondía paso un autobús por la calle y no se me oyó.
-¿Y tú crees que estoy loco?
-No puedo saberlo, no te conozco ni se nada de ti.
-Pero a primera vista ¿Qué impresión te doy?
-Pues, a primera vista y desde la amistad, creo que eres un chico muy listo, nada más.
-Eres igual al resto de hombres que han venido.
Contesté a lo que acababa de decir, que me había ofendido, sacando el cigarrillo de antes y encendiéndolo, me permití un leve alzamiento de cejas frente a su mirada cargada de reproche. Mientras pensaba en lo que había dicho de "resto de hombres" que parecía excluir a cualquier mujer que por allí se hubiese pasado y en por qué de ser así no lo habían hecho, se abrió la puerta.
-Pasa- Era Pabló, y el niño pasó, y yo, que no me quería perder una tal vez lucha entre dos genios en la que quizá el niño dejase mal al Artífice de las narices, pasé también con tremenda habilidad antes de que la puerta se cerrase.
La conversación no fue nada del otro mundo, bueno, nada para mí, acostumbrado ya a las mágicas palabras brotadas de bocas de gente inteligente, creativa y dinámica, es una pena que no me acuerde para poder contároslo.
Llegado el momento, Pabló Véndras Mañana hizo su maniobra mágica, sacó una pluma de su bolsillo con discreción, le quitó la tapa y se la metió esta en el bolsillo, esto último lo hizo no mirando al niño pero haciendo que él lo viese y creyese que estaba viendo algo que Pabló intentaba que no viese, y llegó la pregunta final, Pabló, ya casi en la puerta, dando la espalda, preguntó.
-Pablo ¿Qué tengo en el bolsillo?
Las respuestas a esta pregunta siempre lo decían todo.
-Tienes música- Impresionado me quedé, y no sería hasta mucho tiempo después cuando me volviese a encontrar con aquél extraño niño.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Mal me parece.

No verás el aula de lengua con las paredes manchadas de sangre, ni siquiera de tinta, que sería lo propio, pero aun así allí se producen mutilaciones.
Nos obligan a leer textos y desmenuzarlos hasta no dejar nada, a veces incluso debemos analizar lo analizado.
A mi modo de ver, un texto es un conjunto en el que como mucho puedes separar una frase para contemplarla por separado, pero no más.

Ángel

A Ángel, porque sé que nunca lo leerá.


Ángel, Ángel, Ángel... Ángel, Ángel, Ángel ¡Ángel, Ángel!
Te falta un mundo, uno interior, uno en el que saber y poder refugiarte en ciertos momentos, uno del que por fin ser rey. Ángel ¿Buscas la gloria? ¿la buscas? ¿buscas alguna chica? ¿Qué buscas? Para encontrar hay que moverse, y eso parece que te de miedo ¿Te da miedo, Ángel? ¿Ángel, Ángel, Ángel? Ya sabes, cuando estás con gente, tu grupo, cambias ¿Eres consciente? ¿Tanto les necesitas? A esto contesto yo: probablemente, sí. ¿Qué te impulsa a sacar nuevas notas? ¿una responsabilidad marcada desde niño? ¿rabia? ¿querer superarte?
Ángel, te daré el primer paso para tu avance, te llamaré Angél.

lunes, 24 de marzo de 2014

La dama Pasado.

Pasado, cuando se viste de negro, es una furcia.
Hoy, por ejemplo, me encontraba yo sentado, relativamente bien, cuando vino ella, se apoyó en mis hombros y me dio un beso en el cuello, un beso frío, que me destempló toda la tarde.

domingo, 23 de marzo de 2014

El curioso caso del hombre parpadeante y por qué dejé la medicina.

(Por si a alguien le interesa, en la realidad nunca he estudiado medicina y la única vez que me planteé estudiarla fue cuando pensé que me podría salvar en una guerra)


Yo por aquél entonces era un médico en prácticas bajo la nada atenta supervisión del doctor Martín Cagadas, que dedicaba su atención a las enfermeras que le pudiesen devolver la sonrisa y a los pacientes más adinerados. Aquél día en concreto era ya de madrugada y nos encontrábamos de guardia, acabábamos de tratar a un hombre que se había caído por el balcón rompiéndose una pierna y que se había salvado gracias a traspasar las cuerdas de tender la ropa de varios pisos, frenando así su caída, cuando llegaron las enfermeras. La mujer que ejercía de recepcionista, siempre tan seria y de mal carácter, temblaba, en cambio fue la muchacha de aspecto delicado la que nos dijo con una voz sólida que teníamos que ir a la recepción, que había un señor con algo rarísimo que ni nos podía explicar, que lo teníamos que ver. Corriendo fuimos el doctor Cagadas y yo, y cuando llegamos lo único que vimos fue un hombre de mediana edad sentado y un poco echado hacia delante, lo extraño pasó unos segundos después, el hombre de repente se volvió completamente amarillo, y aun sin haber menguado nuestro shock, se volvió completamente rojo, para cuando se volvió verde, Martín ya había reaccionado, me delegó el mando con cuatro palabras mal utilizadas y desapareció. Tras no mucha observación me quedó claro que el hombre pasaba cada pocos segundos del color normal en un hombre, a amarillo, a rojo, a verde y vuelta a empezar, yo mandé hacerle todas las pruebas que se me ocurrieron, bajo las miradas de los trabajadores del hospital, miradas hechas de ladrillos, y al día siguiente le presenté al director del hospital mi dimisión.
Dos años más tarde me topé con un mendigo que resultó ser el mendigo Cagadas, le pregunté a cerca del caso del hombre que aquella extraña noche fue al hospital y me contó que llegaron a averiguar que aquél tipo vivía en frente de un semáforo y que por las noches la luz del mismo atravesaba ventanas y persianas y le alumbraba, y que su cuerpo, indefenso como se está al dormir, había asimilado dicha luz reproduciéndola después, algo verdaderamente inédito.

Techuán Malahija

Techuán Malahija había sido escritor toda su vida, con la buena suerte de que hasta había conseguido vivir de columnista en un periódico, también escribía novelas, poemas y hasta alguna letra de canción llegó a hacer, pero un día, mejor denominado malo, vio por televisión una entrevista al consagrado escritor Juan Muñoz, en esta Juan desmentía en cierto momento el que los escritores tuviesen una imaginación interrumpida, que ellos también tenían que buscar, forzar la cabeza o incluso copiar, luego seguía diciendo que el sacaba sus historias tras largas horas en tren observando a la gente, pero eso ya no lo oyó Techuán, pues lo de que la imaginación pudiese dejar de venir había roto algún cristal dentro de su cabeza, se fue a la cama inmediatamente.
Techuán Malahija empezó a comer menos, a dormir mal, a estar ausente y a no poder escribir, porque cuando lo intentaba, su cabeza resultaba estar vacía o llena de historias malas, pegajosas y de las que cansa hasta pensar, y todo, todo era culpa de Juan Muñoz.

Malahija lo probó todo, hasta imitó el viaje en tren, pero el que una mujer con bolsas de la compra fuera atracada en el atraco más rápido que había visto, que era lo más importante que vio, no valía para otra historia.
Buscar, el Señor Muñoz también había dicho que podías buscar, así es como Techuán rememoró aquella historia de sus antepasados en la guerra e intentó hilarlo en una historia, pero no tenía suficiente información, además le daba la sensación de que les estaba faltando al respeto o a la memoria, por lo que decidió salir a la calle y pedir historias a la gente que allí habitaba.
Todo lo que le contaron se podía resumir a grandes rasgos en dos grupos, la información que no servía para nada y quienes necesitaban hablar, simplemente hablar, y para quienes él aparecía como un salvador. Así es como ocurrió algo verdaderamente extraño, la gente empezó a acudir a Techuán por propia voluntad y este se vio tan abordado que montó una especie de quiosco improvisado a los pies de su casa en el que la gente hacía cola para contarle increíbles historias, historias corrientes, breves cuentos, historias lejanas, canciones que contaban historias...
Techuán Malahija jamás pudo volver a escribir de propia iniciativa, pero la fama la ganó por las recopilaciones de historias que hizo.

viernes, 21 de marzo de 2014

¡eh! atençao

-Hola, me he vestido de personaje, con ropa que nunca se ensucia, bombín, cigarrillo y peluquín (sí, este me queda horrible) solo para... bueno, mejor que os lo cuente Estoy Aquísoloparaesto.

-Gracias Miguel por darme esta oportunidad, no te disgustaré. Verán, queridos lectores (si los hay, he acertado, y si no los hay, no quedará mal hablarle a la nada) mi querido Autor Miguel está contento con las visitas que ascienden en cuanto sube una entrada, pero... llora por las noches demandando comentario. ¡No quiere palabras bonitas! Quiere opiniones, críticas... No le temáis, no es violento, solo con nosotros, sus creaciones, pero eso es porque en parte le reflejamos y, al parecer, no se gusta así mismo, además teneís la magnifica opción de publicarlos en anónimo.
Por favor... comenten... me está mirando con mala cara...

jueves, 20 de marzo de 2014

No voy

Voy a contar lo que no voy a hacer mañana.
Mañana por la tarde no voy a coger el bus, el metro, ni el tren. No voy a llegar pronto y no voy a ponerme a dar vueltas mientras los ricos piensan que soy un atracador. No voy a sentarme en el banco que está cerca de la puerta, ni a mirar el cartel de esa iglesia, ni fingir que leo algo en el móvil para evitar la mirada del pescadero. No voy a entrar pronto, no voy a curiosear libros y no voy a ayudar a colocar las cosas. Tampoco voy a ir saludando a la gente que va entrando, no voy a no saludarla, como la última vez, no voy a echar en falta a quien no está ni soportar a la chica rara. No voy a leer el poema que no voy a escribir para la ocasión. No voy a morderme la lengua para no corregir errores como casas, ni voy a pensar que ese parece más mayor de lo que es, ni a pensar en la adolescencia al ver los temas que allí se tratan. No voy a estar allí para cuando eso termine, ni voy a despedirme, ni voy a colaborar en el juego del esquivar. No voy a no ir a cenar con ellos, ni voy a culparme por no haber llevado un libro mientras esté en el tren. No voy a pensar "debí haber hecho esto o aquello".
Nada de eso, no voy a ir.
Saldré por aquí o me quedaré en casa y No voy a pensar qué hubiese pasado de haber ido.




Fin.
-Nunca digas Fin.
¿Fin?

miércoles, 19 de marzo de 2014

Si digo bosque, dices verde.

Si digo bosque, dices verde. Dices también frondoso, tal vez de cuento. Lo que está claro es que si digo gris no piensas árboles, si digo pocos no piensas bosque. Así es el bosque que he descubierto, pocos árboles, y grises, como si estuviesen bañados en ceniza. ¿Es una metáfora? Ojalá.

martes, 18 de marzo de 2014

Ohmm...

¿Que qué me gustaba de ella? Pues no lo sé, probablemente su nariz, tan larga... aun conservo la foto junto al puente de San Francisco, el cual no se ve porque lo tapaba su nariz, pero es que además, no solo es que fuese larga y curva, su mayor curva sin duda, sino que culminaba en una verruga tan bonita... tan morada. ¿Y qué decir de sus orejas? ¡qué graciosas! una era pequeña pequeñita y la otra a punto estaba de rozar el suelo, si movía bruscamente la cabeza me latigaba con ella. Me gustaban sus uñas, siempre sucias y mordidas, menos la del dedo índice, con el que acostumbraba a señalar a todo el mundo riéndose de las injusticias y penalidades, y señalar con admiración cuando alguien rompía las normas de la convivencia. Que guapa se ponía en sus ataques de ira injustificados en los que acababa con la vajilla y arrancaba el bidé del baño. ¿Saben que hobby teníamos juntos? aunque he de decir que yo me metí ahí por ella, cogíamos fuego y quemábamos bosques para luego ver cómo ardían en las noticias y ella, entusiasmada, mientras comía palomitas, me daba golpecitos en el pecho diciéndome "mira, mira, nosotros". Cuánto voy a echar de menos que su total de palabras no superase las ciento cincuenta, que se fuese de los restaurantes sin pagar, que no solo no se duchase, sino que de mil formas buscase el oler mal. ¿Saben que me hacía gracia? Que me pidiese que la llamase "Ángel", no sé... a mi me gustaba más llamarla por algo que empieza por la siguiente letra del abecedario, la "B".
En fin, cuánto la hecho de menos.

lunes, 17 de marzo de 2014

¡hombre ya!

Vamos a ver, ¿qué narices le pasa a la gente? (que conste que lo que me venía a la boca era "que coño") Es que no sé ¿me queréis volver loco? ¿Es eso?  No sé, vamos a ver, si todo el mundo hace algo, se va por caminos diferentes o incluso caminos contradictorios, yo me tiro de los pelos, ¡un poquito de paz! ¡Pero qué os pasa! Respirad un poquito ¡por favor! Tranquilidad, que os vais a morir, todos, ¡pero no ahora! ¿Sabéis quién sí se va a morir pronto? Yo, como sigáis así. Y que nadie busque un por qué a esta entrada, que son mil millones de detalles que incluso no son nada malo por separado, o sí, pero supuestamente a mi no me importan, y la gota que ha colmado el vaso, otra tontería, muy gorda además.
Eh, mundo, gente, lo que sea, que yo existo, ¿vale? Así que dentro de vuestro organizado mundo que para mi es un caos, dedicad un par de minutos a pensar en mí ¡aunque sea algo malo! Y los que no entiendan de qué va esto, los que se den por exentos ¡los que más! ¡Hombre ya! ¿Pero es que cómo queréis que...? ¡AH! Callaos y bajad la cabeza arrepentidos ¡leches!
¡Hombre ya! Hasta aquí hemos llegado, y ahora... ¡no sé! Fus o lo que sea, es que... ¡esque, esque! Mucho esque tenéis todos.

domingo, 16 de marzo de 2014

En el bus.

Pensando en eso de "te arrepientes verdaderamente de lo que no has hecho", de que yo era actor y de que no la volvería a ver en la vida, a ella y a las personas de aquél bus, me levanté de mi asiento, avancé dos y me senté al lado de aquella chica que me había llamado la atención. No sabía si había sido el cómo me había mirado, su ropa, chaqueta blanca, baqueros y una riñonera cruzada en diagonal en el pecho sobre una camiseta blanca, o el cómo se movía y parecía haber estado jugueteando con todo, primero esperando a un bus, luego yéndose a comprar una piruleta con la que casi más jugaba que disfrutaba y luego yendo a esperar a otro bus. Yo había acabado esperando el mismo, y después había acabado detrás suyo, y en ese momento estaba sentado a su lado, cuando me senté ella estaba sonriendo pero no sabía si por mí o por alguna otra cosa que había visto en el móvil, mirando por la ventana, pensando... Había sido un error no haberme sentado ahí de primeras, ahora parecía que quería ligar o algo así, que bueno, quizá si fuese así, pero no como puede dar a entender el cambiarse de sitio en un autobús en marcha para sentarse al lado de la chica en cuestión.
Vale, lo que pensaba, no se me ocurría como empezar una conversación y por su parte ni siquiera sabía a ciencia cierta si se había dado cuenta de que yo estaba ahí, yo pensaba que sí, pero saber no lo sabía.
Me gustaba dar la imagen de interesante y en esas circunstancias deducía que estaría mostrando una mezcla de patetismo y arrastre.
-Hola- Dije
-Hola- Contestó, dedicándome unos dos segundos de vistazo, y fin de la conversación.
Pasó el rato hasta que volví a intentarlo.
-¿Cómo te llamas?- Me miró quitándose el casco de música, ese que justamente no había visto porque lo tapaba su pelo, parecía que no me había oído y deseé que hubiese sido eso, sus ojos parecían pedir que repitiese.
-Que a dónde vas-
-He quedado.
Si esa chica hubiese sido fiel a la imagen que tenía de ella antes de sentarme a su lado hubiese seguido con la conversación, y eso que había varias maneras como "A casa de mi abuela que está enferma", "a nosedonde donde voy a hacer tal cosa ¡¿por qué no te vienes?!" o como mínimo un educado "¿y tú?"
Decidí cambiar de estrategia y, como en las películas la sinceridad heroica es siempre la mejor salida, ser sincero.
Le toqué, pero con cuidado, el hombro, se giró y, sonriendo, se quitó el casco, por lo menos sonreía.
-Verás, supongo que ya te habías dado cuenta de que me he cambiado para ponerme aquí, y aunque estoy seguro de que lo puedas pensar, no ha sido para algo así como estar más cerca de la salida, sino que quería estar a tu lado, y no pienses mal, no soy un acosador o es que me gustes, sino que antes te he visto y me has parecido interesante, y bueno, tras pensarlo pensé que era una pena no intentar por lo menos hablar contigo- Que se quedase mirándome me pareció una buena respuesta, pero lo estropeó.
-¿Qué?
-Pues... lo que te acabo de decir.
-¿Haces mucho esto de asaltar a chicas en el bus?
-Oye perdona, si te molesto me vuelvo a ir ¿eh? esto nunca lo había hecho, casi es más un cumplido que otra cosa- Por lo menos ahora podía ponerme en el papel del indignado, papel que me salía mejor.
Y curiosamente algo hablamos, yo muy contento porque no se hubiese convertido todo el camino en uno de silencio. Incluso me dijo a dónde iba, sin mucho detalle, claro, y cuando nos acercábamos a su parada, que quedaba antes que la mía, me empecé a preguntar si debería pedirle sus datos o algo. Me había decidido a pedirle su número o algo fingiendo una broma, pero una parada antes de la que me había dicho, me pasó por delante, dijo "chao" y se bajó.
¿Alguien esperaba que acabásemos juntos? A ver, lo normal de intentar hablar con desconocidos en el bus es que sean desconocidos para el resto de tu vida.

sábado, 15 de marzo de 2014

curiosidad

Soy una persona curiosa y hay gente que no lo entiende. No lo entiende la chica que tiene veintitrés años y aun está en mi curso y no lo entiende el profesor de lengua.
Hay dos aulas que tienen unas vistas algo dignas, una muestra tejados brotando de muchas copas de árboles, me gusta, pero excepto por el avión del momento, es una imagen fija, como un cuadro, el único juego que me permite es quitarme y ponerme las gafas, para ver como vienen y van los detalles de las casas. Pero sin duda, la mejor aula es esa, la que tiene la Gran vista. Se ven algunas casas y árboles, sí, pero eso es si no sabes mirar y miras lo primero que te encuentras, ya puestos también puedes bajar la vista y ver la entrada del instituto, como si fueses la loca encerrada en el piso más alto de la mansión que ve llegar al psicólogo. La vista se extiende más allá, a un lado, Madrid, al otro, su desierto, una larga carretera y al fondo del todo, la sierra de Guadarrama, no sabéis que juego me ha dado esto último, cuando yo miraba, veía el fondo e imaginaba. Vistas tan amplias y profundas son las que me hacen volar de la forma más literal posible sin llegar a usar ningún aparato, pues me imagino cayendo y tras esto, no caer, volar, pero no subir a las nubes, sino volar sobre la tierra a la misma altura a la que está el aula, también vale saltar, tocar el suelo y tras esto, alzarse muchísimo, es genial.
Pero volviendo al tema, el profesor que no entiende mis preguntas sobre geografía de la zona y la alumna imbécil que me cree loco por mirar esa carretera, mirarla fijamente y perderme en ella. Ella me ve mirando, pero concentrado, no embobado, yo veo una carretera y pienso "hay millones de personas en el mundo, pero la gente no se da cuenta de cuánto es eso, yo, con solo ver esa carretera por la que pasan camiones, furgonetas blancas y coches, me imagino la vida de cada conductor con toda multitud de detalles, y solo así comprendo lo grande que es todo, menos yo, claro, que en ese aula, me encuentro a la altura de las montañas".

Esto era verdad, lo que viene ahora no lo es.

Pensando en eso, en que cada persona tiene una vida con su multitud de detalles, decidí observar uno, por eso me colé en un cementerio de personas ricas, en un funeral. Que el cementerio fuese de ricos lo decidí porque así me podría esconder en esa especie de bosque y observar la procesión. Todo iba bien, todo era triste, todo iba bien, hasta que un hombre me miró, y debió pensar que yo era quien más quería al difunto, y que por eso me escondía, para tragarme mi dolor en el autonoconsuelo, esto me hizo gracia, casi sonrío, por eso odié a ese hombre, pero es que luego me di cuenta de que aquél hombre lo había estropeado todo, me había metido en esa historia, y encima de manera protagonista, entonces le odié aun más.
Algo más tarde caí en depresión pues me di cuenta de que los conductores de los coches no existían al estar lejos, que la gente no sufría de vida y de detalles mientras no estuviese yo allí, de alguna manera, aunque fuese de manera pasiva. ¿Era acaso yo un Dios que daba la existencia a quien se metiese de alguna manera en mi vida? Por eso escribí esto, para pensar que alguien lo leía y me llamaba prepotente, egocéntrico, estúpido, para pensar que esa persona podía pensar esto mismo y que yo existía para esa persona solo cuando me leía. Así conseguiría que el mundo volviese a ser mundo, así devolvería, con mala gana, los detalles a la gente.

viernes, 14 de marzo de 2014

Conversación. (que título más soso ha puesto este...)

-Hoy no has escrito.
-Lo sé.
-¿Por qué?
-Porque tenía muchas cosas que hacer, anda, pásame otra.
-Pero es que no se... tío, habías quedado en escribir diariamente.
-¿No te das cuenta de que esta conversación va a ser el escrito diario?
-¿Y no te das cuenta de que no va a ser nada?
-Si no es nada es algo...
-¡No me vuelvas con eso! que lo usas a la primera de cambio.
-"Primera de cambio", seguro que el origen de la frase es fácil de averiguar, que curiosa expresión...
-Te distraes con mucha facilidad ¿no?
-Depende de si le preguntas a las personas o a los patos.
-¿Patos? ¿y me estabas pidiendo otra cerveza?
-Creo que me voy a subir al tejado.
-Para hacer...
-Para inspirarme.
-Inspirarte... ya...
-¿No te acuerdas que escribí sobre un adolescente que se subía al tejado?
-¿Aquella idea de trilogía que se quedó en cuento corto? Que pena das...
-¡Oye, que eres producto de mi imaginación! Un poco más de respeto...
-¿Tu... tu imaginación? Ahivá, puedo dar un golpe de estado y quedarme con todo esto...
-Oye oye, tranquilo ¿eh? que vas a tomar tú, so merluzo.
-¿"So merluzo"? ¡Pues ya la has cagado! ¡Juan! ¡A mí!
-¡¿Has materializado a Juan?! Serás... ¡pues mira!
-¿Marta? ¡Pero ella es cómo veneno para Juan... pues ¡Nadia! Esto te duele a ti, querido Autor.
-Ferris, querido hombre-demonio, yo te invoco.
-¡Slvira! ¡Irene!
-Imaginación- Y todo desapareció, los dragones, mundos y quintas-dimensiones que se estaban creando -Con qué "no iba a ser nada" ¿eh? pues a mi me parece que la hemos liado bastante para una entrada de última hora... maldito personaje... menos mal que ni le he puesto nombre ¡A mi no se me rebelan! Con este no vuelvo a jugar ¡Jum!

Y a sí es como la paz volvió al Reino de MiCuarto, una paz que duraría hasta que hubiese que hacer otra entrada o hubiese que estudiar y la imaginación asaltase. Y vivieron felices y comieron perdices, pero no todos los días, que si no uno se cansa.

miércoles, 12 de marzo de 2014

De tal clavo, tal astilla.

¿Cambian las cosas?
¿Las cosas cambian?
Tom piensa que no.
Martin, que sí.
Por eso Martin mató a Tom, para decirle mientras se desangraba "¿No cambian las cosas, Tom? ¿no te mueres?"
Menos mal que a Martin le llevaron a prisión. ¿No debería decir "Tom pensaba"? al fin y al cabo está muerto, bueno, a lo que iba, un día me tocó entrevistar al hijo de Martin, y esto es lo que me encontré, aunque no tiene nada que ver con lo que os acabo de narrar, padre e hijo solo tienen en común la obsesión con el polvo, el amor por los tres tragos de agua cuando tienes sed y lo que les gusta mirarse la cara muy cerca del espejo después de habérsela mojado y pensar que son el personaje de una película que, según el padre está loco y según el hijo, poseído.

Llegué a aquella especie de bar que habían alquilado para ellos, el humo, en el ambiente, era el anfitrión, un hombre con sombrero y gafas de cerca tenía un boli y papel y por ello era el centro de atención, o más concretamente, dónde se centraba la atención, allí había más personas, algunas sentadas, otras de rodillas sobre la silla para inclinarse mejor sobre el papel y un par pululaban por la habitación pensando. La única luz era una lámpara del techo que bajaba hasta encontrarse como a un metro de la mesa.

-¿Cuando ponemos el día de la resurrección?
-Eso de "poner" suena muy mal...
-Pero es que si no sabemos cuándo fue, pues tenemos que poner algo simbólico.
-El veinte.
-Sí, eso, el veinte.
-Decidido pués, resucitó el veinte- Anotó algo el hombre del sombrero.
-El siete hay que poner algo.
-Mmm...
-¿Qué tal algo así como "el día de los regalos"?
-Me gusta ¿Un día en el que haya que regalar a todo el mundo muchas cosas?
-A mi me suena bien.
-Peerfecto.
-¿Qué ponemos el 32?
-¿El día del libro?
-No, eso ya está puesto.
-¡Ya lo tengo! "el día de regalar un libro"
-Mmm no, ya tenemos uno parecido con rosas y libros.
-Oh sisi, ya lo tengo, mirad, sería un día para fomentar la lectura peero no se podrían regalar libros, estaría prohibido, entonces habría que regalar de todo menos eso y así al día siguiente "la gente tendría un vacío de lectura".
-Adjudicado, me encanta, es sublime.
-Pues esto ya está... ah no, vale vale, falta el veintisiete ¿chicos?
-¿Día de la Luna?
-¿Día del perezoso?
-¿Día de los "+"?
-¿Día de los días?
-No no, necesitamos algo más cálido, más cercano, algo con la familia y ese royo.
-Mmm ¿Día de la familia?
-¿Glorioso día de los abrazos?
-¡Callad! ¡Que ya lo tengo! "Día de los cumpleaños", será como que todo el mundo cumple los años ese día.
-¡Reinará la anarquía mala!
-Perfecto, bueno muchachos, encargaos de esto- el hombre del sombrero y las gafas le entregó la hoja a otro hombre mientras se levantaba- que yo tengo una entrevista con el muchacho aquél de la puerta.
-¿Hasta el martes?
-Hasta el márcoles.

-Qué chico ¿nos vamos?
-Eh... si sí, claro.
Aquella tarde llené mi cuaderno de notas con cosas que me contaba como cuando se dejó barba, cuando se compró un pájaro azul que no cantaba, cuando se le pasó tanto el arroz que se le hizo sopa... pero yo, para que nos vamos a engañar, aun con el recuerdo de la extraña velada... quería cosas más interesantes, que seguro que las había. En un momento dado me preguntó.
-Oye ¿Cómo te llamas?
-Miguel.
-Dime Miguel ¿Cambian las cosas? ¿Las cosas cambian?-Me quedé helado.
-Cla.. ¡claro que cambian!
-Vaya... te pareces a mi padre...

martes, 11 de marzo de 2014

Cuando te digan algo bueno, hazte el tonto, para que te lo digan otra vez, y así la segunda vez, que ya sabes qué te va a decir, lo esperarás con esa dulce satisfacción.
Aunque claro, para que esto pase debes hacer las cosas bien,  pero no bien de ser el mejor, sino simplemente hacerlas bien. Si algún momento sientes que no valoran tu trabajo, tranquilo, yo te encontraré y te diré.
-Buen trabajo.
Y que tú digas.
-¿Qué?
Y yo, sonriendo.
-Que buen trabajo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Qué cosas.

Hay gente rara en el mundo y hay gente que solo es rara en algún aspecto, esto afecta también al sexo.
Pablo conocía a Behire, habían sido amigos y a veces habían tenido algo, algo que ninguno de los dos habría sabido identificar, aunque tampoco hacía falta. Pero, y a esto quería llegar con la historia, un día Pablo empezó a practicar su hobby en público, algo tan simple como escribir. A Behire sus escritos no le parecían malos, pero tampoco le gustaban especialmente, pero lo que pasó es que un día Behire le vio escribir, boli en mano, y se excitó treméndamente. Asustada se marchó a casa pensando en qué había comido. Pero ocurrió otra vez el que le viese escribir, y se lanzó a besarle apasionadamente, y a él, que aun tenía la mano muerta sujetando el boli sobre el papel, le arrancó los pantalones, los calzoncillos y, olvidando cualquier preservativo, le yació.
Él descubrió que cada vez que Behire le veía escribir, o fingir hacerlo, sentía unas ganas imparables de acostarse con él, y él lo aprovechaba unas dos veces al día, exceptuando viernes, sábado y domingo, que eran tres y los lunes, que lo hacía solo una vez para mantener la sensación de que era el peor día de la semana.
El problema era, y es, que aun manteniendo sexo salvaje, no puede soltar el boli ni levantar este de una hoja de papel.

Yo soy un adolescente.

Tengo 18 años y soy un adolescente. Lo se porque atiendo en clase y ya se ha hablado dos veces del tema. Se ha hablado concretamente de la adolescencia y no tratándola como eso (¿Se dan cuenta de que estoy hablando vigilando mi lengua para no resultar tan horriblemente pedante?) Y bueno, viendo qué es la adolescencia, soy uno, soy un adolescente. No me voy a poner a comentar como padezco de cada síntoma (vaya, suena a enfermedad), pero sí os voy a decir que, exceptuando la separación de uno hacia la familia, la apatía con el entorno cercano y alguna cosa más, cumplo con todo.
Así que, que ni uno, ni una, ni una sola persona me pregunte que cómo se sabe si eres una persona madura.

Aclararé que esto se me ocurrió mientras andaba, fui a escribirlo y para entonces la memoria me había traicionado, por lo que tuve que tirar de inspiración y claro, el resultado es algo así como desastroso.
(Nota, inventar la dinamita literaria)

Cuestión de colores.

El psicólogo, para ver cómo se comportaba, le dio dibujos para colorear y un montón de colores. El niño cogió el primero dibujo y el color negro y, con este color, lo coloreó entero.
Los padres y el psicólogo vieron con pena como el niño los coloreaba todos con negro. Cuando la cera negra se le acabó, no pidió otra, solo apartó el dibujo a medias, cogió uno nuevo, una cera de otro color, y empezó a colorearlos todos de amarillo.

Cuestión de gafas.

Si me pongo las gafas, todo cobra detalle. No es nada en concreto, si acaso que las matrículas las entiendo antes, pero no es nada en concreto, sino un millón de pequeños detalles que se reparten por mi campo visual.  Lo malo es que cuando me pongo las gafas, veo todo mucho más sucio.

domingo, 9 de marzo de 2014

Memoria.

Verán, pensando que por qué no escuchaba toda esa música que me gusta y a veces incluso por qué no escuchaba nada de música, llegué a la sencilla conclusión de que se me olvida. Y de aquí, lo mencionado antes, pasé a pensar que no es que no tenga mala memoria, sino que simplemente no tengo nada de memoria, no recuerdo nada. Entonces aquí podría venir Don Ejemplo y decirme que, si eso es así, cómo podía yo saber tantas cosas de tantas cosa. Fácil, o por lo menos fácil para mí. Recuerdo los detalles, me acuerdo de un sinfín de detalles o pequeñas cosas y estos tiran de información que, como un chicle, está pegada. Y con todo esto, suspiro más tranquilo, no tengo memoria, ahora que lo sé soy más feliz.

Pero aun me quedará el detalle, oh, puedo escribir una historia sobre todo esto, espero que no se me olvide.

sábado, 8 de marzo de 2014

Sirenas, pero de coche.

Oigo las sirenas a lo lejos, parecen de un montón de coches, o ha habido un incendio y son bomberos que van a apagarlo, o es la policía y viene a por mí. Están cerca, bueno, sinceramente no lo sé, puede que sea un efecto sonoro del valle. Él lo hubiese sabido, y también habría sabido orientarse en este  puto bosque, una pena que ya no esté conmigo.
-Agh- Me siento apoyándome contra un árbol.
¿Traerán un cura que me quiera soltar un sermón? No creo, ellos no lo saben... Quizá sí traigan al típico policía que suelta esas frases ¿o es un policía normal que dice típicas frases? yo creo que eso solo pasa en las películas
-Al igual que el que los planes complicados te salgan bien...- esto lo murmuró recordando lo que pasó hace tan solo unas horas.
Me vuelvo a centrar en las sirenas.
-Espero que uno de esos sea una ambulancia...- Quito el trapo con el que me aprieto la herida, en muy mal aspecto ya.
-Esto es una mierda, y yo que quería empezar a ser bueno para redimir mis pecados y todo eso... esta vida justa no es ¿a qué le dedico mis últimos pensamientos? ¿a pensar en dios? ¿para qué si le voy a ver en un rato si eso? ¡dios! ¡¿estás ahí?! si es así hazme una señal, que ya que no te voy a ver si muero... ¿le digo algo al otro? oye, y si no estoy bautizado ¿no iba al limbo o algo así? ¡es que no me acuerdo! Anda claro, que quizá lo que pasa es que viene la muerte ¿y a ella que le digo? Vaya mierda, si es que mis últimos minutos van a ser horribles si sigo pensando en esto ¡Policía! ¡Hijos de puta! ¡estoy aquí y aun me quedan balas para todos vosotros!- Y me pongo a toser de tanto gritar -¡Como duele! ¡Coño!
Elevo el arma y disparo al aire, me gusta el eco que deja en el valle y el sonido de un montón de pájaros al alzar el vuelo, vuelvo a disparar, pero ya sin pájaros no es lo mismo. Me arrepiento inmediatamente de haberlo hecho, ya no cabe la posibilidad de que venga un ciervo o un lobo y me de golpecitos con el hocico... no me importaría morir así, cierro los ojos y me imagino esa escena, sonrío, y dejo de pensar.

Micro SanValentín

He aquí mi no-ganador micro cuento de SanValentín, ya que no es ganador, espero que no les guste (esto último es brova, digo broma).


Llegó a aquella ciudad, como siempre, un 14 de febrero.

El bar de la esquina aun conservaba el misterio del día que la vio por primera vez con aquél gorro negro. La esperó con la mirada perdida en el río y cuando llegó, besos en la mejilla y empezaron a andar por el camino del río en silencio. Después alguien habló y así comenzaron a recordar, como todos los 14 de febrero. Que el cielo lo coronasen nubes grises ayudaba a la conversación. Un día supuestamente de amor, para ellos también, pero ya pasado. Al final del día se despidieron, con besos de mejilla, y ella se marchó. Él había tenido muchas relaciones, pero solo una historia de amor.

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Antes de cocinar hay que lavarse las manos.
Antes de comer hay que lavarse las manos.
Pero ¿Y si tras cocinar vas a comer? Ahí me pregunto yo qué hacer.

jueves, 6 de marzo de 2014

Cansado.

Puedo leer poesía
y la entenderé
y poca me gustará

Puedo leer libros
que solo leeré una vez
aunque me gusten
y formarán
una biblioteca
que miraré creyéndome sabio

Música
ahí no entremos
que los tontos
en sus limitaciones
se la comieron sin lavarse las manos

y el sexo
¡viva el sexo!

Callad
que no me aclaro
¿dónde está mi caballo?
¿O nunca he tenido?

¿Ven?

En esto han convertido la poesía
Ni rima.
Ni rimo.
Ni ritmo.
Ni ritma.

Cuento hechos de mi ciencia
¡Y poesía de la experiencia!
Aceptan por oro piedra...
así que discúlpenme
al decir
"Váyanse a la mierda"

Sábanas del Mediterráneo.

Me despierto en una habitación que no me suena de nada, de paredes y sábanas blancas, una habitación muy bien iluminada... espera un momento ¿qué hora es? hace varias horas que debería estar en clase. Me levanto y abro la ventana... sí, en clase iba a estar... eso que está frente a mí es el Mediterráneo, con su olor a sal de verano. Pienso que por tomarme un día libre no pasa nada, y me dedico a investigar a fondo la habitación. Hay muy pocos muebles y nada que sea mío y, como aun estoy en ropa interior, me pongo lo primero que encuentro en un baúl, camisa y pantalones grandes, cómodos y ligeros. Salgo al pasillo que está algo más oscuro, veo un par de puertas cerradas y empiezo a bajar las escaleras procurando no hacer ruido, pero como los escalones son viejos y de madera, me van traicionando en cada pisada. Cuando llego abajo, miro hacia un lado y veo un amplio salón con vistas a un jardín con olivos y tras este, el mar. En la otra dirección mi mirada se cruza con la de una anciana que cortaba frutas en pila de la cocina y aun tiene el cuchillo en la mano. No me muevo, al fin y al cabo no se qué hago allí, pero entonces ella sonríe y yo lo hago aun más, con una especie de alivio místico. Se abre la puerta y entra una chica de mi edad, quizá un poco mayor, con algo de compra en una bolsa de cartón marrón sin asas. Es preciosa, se acerca y me da un beso.
-¿Te acabas de levantar? La comida ya está casi.
Mientras entra en la cocina dándome la espalda y empieza a poner la mesa y la señora mayor vuelve a cortar cosas varias, yo ahí, pasmado, pienso que puedo quedarme todo el día, a ver que tal va todo.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Dulce Marta.

Le había citado en esa biblioteca no porque tuviese miedo, sino porque tenía cosa. No es que pensase que me pudiese hacer nada malo, pero al fin y al cabo, él era un chico y yo una chica, y solo nos habíamos visto a distancia, la que pueda separar a una música de los de sus espectadores en un auditorio de los grandes. Tenía uno de esos sentimientos que no existen porque se callan y ni siquiera se piensan porque suenan absurdos, ¿y si le gustaba? Con solo pensarlo me sentía tonta.
Cuando llegué a la biblioteca, él estaba sentado en la zona "de adultos", no hay que pensar mal, simplemente es que la biblioteca está dividida en niños y adultos. Me daba la espalda, y eso me gustó, no soporto que desde un punto fijo me vean llegar, porque me pongo a pensar en si estoy andando bien y el solo pensarlo, hace que empiece a hacer cosas raras con las piernas.
Rodeé la mesa y me senté en frente, éramos tres, pues había otra chica, me molestó lo interesante que parecía. De alguna manera me decepcionaron dos cosas, la primera fue que no levantase los ojos de sus papeles nada más sentarme, sino en cuanto me notó, unos segundos después, la segunda cosa que me molestó fue que no se le pusiese una enorme sonrisa y le brillasen los ojos, estaba casi serio, y eso me hizo sentirme tonta por haberme sentado frente a él con mi bonita sonrisa. Pensé, para mi pesar, que quizá si que me hubiese gustado gustarle, y que le había malinterpretado, eso me hizo acordarme de cual había sido su excusa... o motivo, para verme. Fui a hablar y, justo antes de empezar, la chica rubia mi calló con unos ojos duros.
-Imbécil- Susurré muy muy bajito y la taché para el resto de mi vida de odiosa.
Mientras esto pasaba, en cuestión de segundos, Juan había sacado un montoncito de post-its de su cartera de cuero y, junto con un boli digno del despacho de un abogado, me lo pasó.
Menuda racha tenía, pues me había vuelto a sentir como una niña frente a los post-its amarillos, el boli y su mirada seria. Cogí el bolígrafo y dudando escribí.
-"No, iba a decir que si lo has traído."
Acercó el mensaje a sí mismo y arrugó un poco la frente, quizá sí que quería verme simplemente y eso había sido un solo excusa, y yo lo había fastidiado todo al decir lo que acababa de decir ya que daba a entender que él no me interesaba, solo lo que me había ofrecido. Estaba empezando a pensar "tierra, trágame" cuando se agachó de nuevo sobre su cartera, apoyada en el suelo, entonces un escalofrío me recorrió toda la espalda mientras pensaba que por qué le daba tantas vueltas a todo lo relacionado con ese chico.
Lo sacó, una carpeta. Esta era bonita, granate, como con mucha clase, pero lo importante es lo que había dentro, ahí estaban, un taco de hojas color crema, de alguna manera eran como muy delicadas. Me pasó el post-it.
-"Perfectas para escribir a mano."
-"Pero es que me da cosa estropearlas, están tan bien... son como para una gran obra."-Le respondí.
Automáticamente cogió el boli y le hizo una raya en la esquina a la primera hoja, la apartó e hizo lo mismo con la segunda, le detuve ahogando un grito divertido antes de que siguiese, ni se me ocurrió mirar a la chica rubia que me estaría clavando veinte cuchillos con su mirada de mármol.
-"Vale, vale, escribiré en ellas."
-"Ya no me fío de ti, ahora quiero verte empezar."- Fingí una exagerada cara de indignación, pero sonreí al pensar mi venganza. Saqué mi propio boli del bolsillo, siempre me gustaba estar "armada" y empecé, sabiendo que él leería por encima de mi brazo desde el otro lado de la mesa.
"Ahí estaba aquella chica, frente a él, y a un movimiento de muñeca de ella, todos los que estaban en esa estancia se marcharon por puertas, agujeros y ventanas, como pájaros que alzan el vuelo. Entonces ella se levantó y, a un chasquido de dedos, empezó a sonar una música, lenta pero intensa. Dejó caer la chaqueta y, moviéndose en un baile al ritmo de la canción, empezó a desabrocharse los botones de la camisa, uno a uno..."
Entonces paré y miré a Juan, estaba rojo, y aunque quise poner una cara provocativa, no pude reprimir la risa.
-Tss- Dijo la rubia, anunciando por su tensión que a la próxima tomaría medidas más graves como pedirle a la bibliotecaria que nos echase o algo así, solo me molestó que, en mi fantasía, la bibliotecaria solo me echase a mí, pero luego pensé que era porque a la chica rubia le gustaba Juan, ya que al fin y al cabo era guapo y parecía interesante, y estaba celosa de mí, eso me gustó.
-"Adiós Juan, ha sido un placer, gracias por las hojas."
Rápidamente y con peor letra me respondió.
-"Espera Golondrina, dime tu nombre fuera de la página."
Me levanté y me dirigí a la puerta, a zancadas rápidas, coleccionando miradas, apunto de alcanzarla, me cogió del brazo y me hizo girarme, le tenía cara a cara y aunque estaba disfrutando mucho de aquél juego, algo me decía que si no le contestaba, se iba a enfadar (y yo no quería eso, pero a callar).
- Marta - Mi palabra cruzó el aire y llegó a la aduana de su comprensión, y en lo que se dure en analizar una palabra, le dí un rápido pero buen beso en la mejilla y salí.
Me escondí, al fin y al cabo yo conocía ese sitio y sabía que él tenía que regresar  a por sus cosas si decidía salir a perseguirme.  Mientras observaba la puerta desde mi escondite, pensé que si no salía, habría sido una despedida para siempre, de alguna forma bella, y si salía... aceptaría seguir jugando, algo en mi interior prefería esta segunda opción y, de haber sido esta opinión persona, la habría matado. Salió, con el abrigo en una mano, la chaqueta malpuesta sobre los hombros, la cartera y todos los papeles que antes estaban sobre la mesa, en la otra. Miró como un bobo en todas direcciones y echó a correr por el pasillo.
Entonces yo sonreí, pero lo hice por estar escondida, fue una de esas sonrisas privadas que nadie debe ver.

Me dirigía a casa fantaseando con que el juego con aquél chico volvería en un par de meses en forma de ofrecimiento de más "hojas mágicas" por su parte o una especie de súplica virtual constante, muy divertida para mí, en la que me pediría que asomase el pie con tacón de cristal por debajo de la puerta. Pero el mensaje que recibí fue muy distinto, decía "la última página".
Saqué de mi mochila la carpeta, y de esta, las hojas. Pasé una a una para no llevarme sorpresas, miraba por detrás y por delante. Finalmente, llegué a la última.
"Este sábado a las seis en el banco del parque", posiblemente, con estos datos nadie hubiese entendido nada, pero él había hecho un dibujo en el resto de la hoja a boli precioso, en el que describía a la perfección un parque, un banco, un par de lugares conocidos de aquél sitio que poder usar como referencias y multitud de detalles.

No conocía ese lugar, pero estaba deseando conocerlo el sábado.

martes, 4 de marzo de 2014

Hoy resulta

Hoy resulta que todo el mundo ha escrito, y resulta que no me puedo excusar. No tenía mucho trabajo, tenía inspiración, tenía de hecho el recuerdo de la noche pasada del principio de una historia, una en la que le daría vida, que mal suena la expresión, como a revivir, a una chica joven que... no os lo voy a contar, no así, no sin historia. Bueno, que tenía esa historia y una frase para justificar el por qué de que fuese una chica.

Hoy resulta que todo el mundo ha escrito, una en su rincón ha escrito reflexiones de las que me dejan pensando y que me invento entender para no ver que no entiendo y caer en la pregunta sin respuesta. Otra ha escrito sobre lo que ayer me iba a proponer y yo, desagradecido y sucio, aun no lo he leído, pero lo leeré. Por último también ha escrito la chica de cabellera roja a la que siempre he visto de lejos y que mañana me enseñará su nuevo capítulo.
Y aquí estoy yo, escribiendo sobre que no he escrito y pensando que es curioso que esas tres personas sean chicas. Me gustaría leer a chicos, pero no encuentro, solo cuatro, dos escribían demasiado esporádicamente y dos eran tan arrogantes que no hubiese leído a gusto o les habría estrangulado, probablemente lo segundo. Luego pienso en que una de las chicas jamás me mencionará, otra debería hacer un libro y la otra... la otra, con perdón, es un poco ilusa y no sabe lo que se, y creo que es porque ni siquiera se ha planteado que es que hay algo que no sabe.
Yo que sé.
Está bien esa frase, ahora mismo resume a mis ojos cansado que me dicen que debía estar en la cama hace media hora y, aunque parezca que no, antes de acostarse cada minuto cuenta, aunque mucho más al levantarse.
Algún día os contaré mi rutina peleona.

Hoy resulta que todo el mundo ha escrito.

lunes, 3 de marzo de 2014

Bienvenido a mi caos.

-Pásame otra- Y desde la cocina me lanzó una lata de cerveza que pillé al vuelo, abrí y bebí un trago.
Nunca me había gustado la cerveza, fumar ni nada relacionado con el sexo, de hecho despreciaba todas estas cosas, pero como se esperaba de mí que las abrazase y tomase en mi vida, lo hacía.
-Vamos fuera-Me dijo
Y él saltando el sofá y yo levantándome de un salto, ambos muy enérgicos, nos deslizamos por la puerta. La calle estaba fría ¿o era el aire? mientras trotábamos, haciendo de todo algo nuestro, se me ocurrió la metáfora de que la contaminación de la ciudad, era su bufanda, y luego se me ocurrió añadirle "por darle calor y acabar asfixiándola".
Billy el Casiloco, que en otras historias en las que no estaba desenfrenado se llamaba Ernesto, se había convertido en un peligro público, de hecho una vez le regalé una placa diciendo eso, la placa la hacían en una tiendecita cerca de donde estaba mi antiguo trabajo, cuando tenía uno, y él... a él no lo hizo nadie, se perdió solo, cuando perdió a dos amigos que tuvo antes que yo, y dos amores que, claramente, tampoco fui yo. Ahora Billy vagaba saltando por ciudades ajenas, ejerciendo de Superhombre para Nietzsche, robando letras de canciones, viviendo la vida de tal manera que lo más excitante se convirtiese en aburrido y, como estaba haciendo en ese mismo momento, haciendo buenos actos, ahora dejó de correr, y ayudó a una anciana a cruzar la calle, dos calles más allá rompió el escaparate de una tienda de animales y, mientras interpretaba el papel de una obra de teatro que él mismo había escrito, los liberó a todos. Pobres animales, pensé robando una gorra y poniéndomela en el pecho con gesto muy trágico, ahora, en libertad, solo les espera ser capturados de nuevo, morir o ser libres.
-¡Libres!- Gritamos Billy y yo a la vez.
¿Qué era yo para Billy? Esa era la pregunta que me hacía cada despertar, después del "¿Qué he soñado hoy?", y la misma que me hacía antes de acostarme cada noche y mientras me lavaba los dientes. Solía pensar que era un instrumento, un medio para un fin, pero, siendo sincero, esto lo pensaba para no desanimarme si algún día una trágica verdad llegaba a mí, la verdad es que siempre he pensado que soy lo más parecido que tiene a un amigo, el es raro, y por eso me trata de rara manera.
Ahora, en un ejercicio de sinceridad digno de dioses y reyes os diré que ni Billy ni yo, que claramente soy medio-copia de él, somos originales, No, no lo somos. Vemos películas, en el cine, en la televisión, en los bares, en el móvil, en casa del vecino usando prismáticos y en las tiendas de televisores y esto, amigos míos, es lo que nos hace ser, copiamos a las películas, a sus personajes, sus frases, sus músicas, sus intrigas, sus títulos y sus géneros ¡para narrar esto estoy copiando a once narradores!
-¡Viva el caos organizado!- Empieza a gritar Billy, y yo termino el grito acompañándole.
¡No hagan caso a los mentirosos! Nunca hemos hecho nada malo, y, como ahora mismo, en mi mente, la maldad es subjetiva ¡Estoy en lo cierto!
Les contaré otra confesión, que hoy me siento alegre, por respirar, por vivir, se la contaré, si señor. En otro tiempo me dedicaba a despertar a la gente, lo solía hacer enseñándoles y animándoles a escribir, pero también instándoles a saltar, a bailar, a salir a la calle y gritar, a hacer lo que de verdad quisiesen ¡Y qué error cometí! ¡Monté una revolución! Menos mal que solo fue en una ciudad y que un ejército la aplacó, porque, entre la felicidad de todos, yo era infeliz. Descubrí que el mundo debe seguir siendo gris para que mi interior brille y yo sonría, así que ahora solo a unos pocos ayudo, el resto que se obcequen en cavar sus tumbas, pero que me dejen la calle libre.
-Volvamos a casa- No me sugiere, me ordena, Billy, y yo me enfado, había construido todas esas ideas escuchando las cuatro estaciones de Vivaldi y él me ha quitado la música.
Mientras me voy, mientras me estoy yendo, giro la cabeza y guiño el ojo a la cámara por la que me ve un tal escritor y le prometo que si tres personas le piden que siga mi historia, más le mostraré y contaré.
¿Fin?

domingo, 2 de marzo de 2014

En mi querido tren.

Volvían tres amigos, no de un país lejano, sino de una ciudad cercana, y volvían en tren.
Dos estaban tremendamente cansados, uno por temas personales y el otro por estar malo, además de lo que cansa ir por allí y luego para allá. El tercero no se sabe muy bien como estaba, seguramente bien, se habría aburrido algo, pero no se lo había pasado mal.
Un cansado y el que estuvo aburrido empezaron a hablar, como no me acuerdo de qué, me lo invento.
-Como molan los átomos y esas cosas de ciencias que hacemos.
-Ya te digo, ¿te he contado alguna vez el experimento de las dos rendijas y el teorema de incertidumbre?
-Si... hace un rato.
Y claro, como el otro cansado, el que no estaba en la conversación, no sabía de ciencias por ser de ciencias... sociales, no entendía nada, así que preguntaba.
-Oye, contadme otra vez eso de que los protones no dan vueltas sino que se mueven por probabilidad o algo así- Y descubrió, fascinado, que debía hablar muy bajo o algo así, porque no parecían oírle, no le contestaban.
-Como molamos los de ciencias.
-Si, nuestras matemáticas son mucho más difíciles pero aun así fardamos, como si molase estudiar más.
Entonces fue cuando el incomprendido cansado, al ver que daba igual lo que dijese, se puso a contar historias.
-¿Sabéis que hace poco abracé a un delfín azul?
-Y el chico ese de nuestra clase que está de un pesado con una chica.
-Y el otro día atraqué al presidente
-Es que sí, además de obsesionado vive en su mundo.
-¿Os imagináis un mundo en el que todos fuesen mimos?
-Y encima me habla el otro día para decirme "ya he terminado de estudiar mates, me voy a echar una siesta jaja"
-Sería divertido empezar a robar pequeñas cosas, botones, tizas, chinchetas, un zapato, muchos tornillos, pilas, algún cristal, algunos coches, tuberías, quizá un par de personas... y ver como se vuelve loco el mundo sin las pequeñas cosas.
-Y también es eso, dice que estudia mucho pero luego las suspende todas.
-¿Qué os parece la chica con la que he bailado hoy? Ya sé que la conocíamos, pero la he visto con otros ojos...
-El otro día me dijo que había estado cinco horas en la biblioteca.
-Sería curioso, quizá le diga algo, no querría una relación seria pero si vernos a veces y tal, además, recuperaría mi querido Renfe, aunque en distancias más cortas.
-Ya estamos llegando.
Y de repente el tren paró, y en ese preciso segundo que todo quedó en silencio, el chico que había dicho alguna cosa cierta y alguna que no, mezcló ambas y exclamó.
-¡Creo que la quiero!
Que miradas le echaron, menos mal que habían llegado, "estos de ciencias están locos" murmuró, y al salir del tren volvieron a su conversación, sobre lo mucho que tenían que estudiar, sobre aquél pesado y sobre las curiosas reacciones químicas y sus fórmulas hipercomplejas. El cansado marginado pensó en que pasaría si asaltaba a aquella chica con la que se estaban cruzando, la de la bufanda roja, y le contaba lo que les había contado aquellos dos, probablemente la enamoraría sin solución, así que mejor no lo hacía.

Entrada diaria.

En el juicio, Tomas Elmalo confesó todos sus crímenes, y no solo eso, también dio por fin la información de donde estaba la secuestrada señorita Eva, esta estaba atada una roca en mitad del océano. Raudos como personas raudas, Juan, Bechamel y Dordol corrieron a su busca. El primero iba en un barquito, el segundo en un extraño aparato volador, abuelo de los aviones, y el tercero en un submarino de latón. Convirtieron la búsqueda en una carrera, y encontrar a Eva pasó a ser otro objetivo y no el objetivo.
Cuando al fin la encontraron, lo hicieron a la vez, y decidieron desatarla y que ella eligiese con quien irse. Solo Juan había pensado por qué Tomas Elmalo la había llevado tan lejos, pero había pensado poco en ello. Al desatarla, Eva se lanzó al mar, ignorándoles, donde apareció una sirena que le cogió en brazos. Pobres hombres, que ella, era lesbiana.