viernes, 31 de enero de 2014

Aquél fue un suelo verde.

Tenía cinco un joven Matias cuando, temeroso de que se muriese la flor rosa que había arrancado de un jardín, corrió al monte y la plantó en el margen norte  de un prado verde, muy verde. La visitó con agua y mimos durante tres días y al cuarto, la olvidó. Pero la flor se congeló en el tiempo, no murió, no creció y sus pocos pétalos rosas no perdieron su color.
Tan solo dos años después, estalló una pequeña rebelión de campesinos que pedían lo que fuese que les impidiese morir de hambre como lo estaban haciendo, esta rebelión fue sofocada por las armas y al prado que una vez visitase Matias, vinieron a vivir bajo tierra quince cuerpos, sus casas se identificaban bien, eran rectángulos de tierra removida.
Meses más tarde lucharon ricos contra pobres, con mil motivos ideológicos, económicos y culturales que en realidad enmascaraban eso, ricos contra pobres. Perdieron lo pobres. Las zonas como la de Matias fueron especialmente castigadas, al prado se mudaron ochocientas cuarenta y dos personas, todas bajo la atenta mirada de la flor, que como mucho, lloraba gotas del rocío.
Durante nueve años, hubo conflictos, gritos, indignación, "basta ya"s, resistencia... y muertos. El prado cambió su verde por un marrón de tierra.
Con dieciséis años, un Matias cambiado, diferente, se metió en una pelea absurda a navajazos al final de una calle, la herida del abdomen terminó por matarlo, y fue enterrado "en aquél prado de allá, el de las afueras", bajo la atenta mirada de una flor que, con las brisas de la montaña, negaba con la cabeza.

domingo, 26 de enero de 2014

-

-¿Y bien?
-Dirás que quién se va a encargar.
-Dad vosotros también opiniones.
-¿Opiniones, señor Marrón? Y yo que pensaba que solo había una, deshacerse de él.
-¡¿Cómo?! ¿Deshacerse de él? ¡Y yo que pensaba que había que matarlo!
-Sii… señora Azul, pero por favor, vuelva sentarse, así… bien.
-¿Por qué no jugamos a los palillos?
-Buena idea, Mr. Verde.
-A ver, coged uno, así bien.
-¿Para qué me dais esto?
-Tranquila señora Azul, que a usted le da igual.
-¡Bien! A mí no me ha tocado.
-Vaya…
-¿Qué pasa Morado? ¿Acaso oculta usted algo?
-Mmm… no, no.
-Le pillé ¡Le ha tocado! ¡Le ha tocado!
-¡Señorita Amarillo!
-Morado, le ha tocado.
-Pero Marrón...
-Nada, abra la puerta y mátele. Tome el cuchillo.
-...

-Tarda mucho ¡¿No?!
-No se impaciente señorita Amarillo. Mr Verde ¿Le importa ir a mirar?
-Mmm… Claro, señor Marrón.

-Esto está oscuro ¿Señor Morado? ¿Está usted ahí?
-Sssh.. Sssi
-¿Qué ocurre?
-Es que… Mírele, mire como nos mira.
-Vaya… es escalofriante ¿A quién se le ha ocurrido poner la silla en la que está atado justo bajo la ventana que proyecta un rayo de luna?
-Bu bueno, cuando le puso ahí el señor Marrón era de día…
-Espera un momento, ahora vengo.

-¿Y bien?
-Nada, que no hay quien mate a Negro.
-¿Y eso?
-Sí, de loco.
-¡Ay! Los ojos de mi nieto, que grandes y bonitos son… ¡Y qué azules!
-Señorita Amarillo ¿Te importa llevarte fuera a la señora Azul?
-Claro Marrón.
-Señor Marrón.
-Si si, señor Marrón. Vaamos señora Azul, así, bien, tranquilamente, vamos, bien.
-Y… Bueno señor Marrón ¿Qué hacemos al final? No veo a Morado cómo para hacerlo.
-Si es que todo lo tengo que hacer yo… aparta.

-Ya estoy aquí ¿Y Marrón?
-Está saliendo todo según lo planeado, Amarilla ¿Hiciste tu parte?
-¿Lo de desatar a Negro?
-Si.
-¡Pues claro!

-¿Y toda esa sangre?
-Marrón me lo puso difícil.
-¿Y qué fue de Morado?
-Víctima colateral.
-Entiendo…
-Aquí nos separamos.
-Si…
-Espero que la señorita Amarillo y tú seáis muy felices.
-Claro… esto…
-Cuidad de la señora Azul, al fin y al cabo se ha quedado sin hijo.
-Adiós, cuídate.

-Adiós.

miércoles, 15 de enero de 2014

El Caldero de Murat

Hace tiempo, en un pequeño feudo, tuvieron muy malas cosechas y el señor feudal encargó que la poca comida se llevase al castillo aun dejando así a los campesinos a su suerte. Murat, el cocinero, hizo un guiso delicioso, el mejor que pudo hacer en su vida, a lo que el señor le dijo que hiciese todo el que fuese posible. Murat cogió el caldero más grande que encontró y cocinó, solo, toda la noche. Al día siguiente fue corriendo a su señor y le dijo que se le había caído un pequeño cristal en el caldero y que podía resultar mortal comérselo, que mejor lo tiraba. Alarmado, el señor mandó que viniesen todos los campesinos y que, en fila, fuesen comiendo un plato cada uno, para ver quien caía muerto. Todos los campesinos comieron y nadie murió. El señor, al ver que había sido engañado, expulsó a Murat del castillo y cuando este pensaba que moriría de frío en cualquier bosque, encontró todas las puertas del pueblo abiertas a él.