jueves, 26 de junio de 2014

Victoria.

Había una conferencia, créanme en que quizá trataba sobre algo fascinante, incluso sobre algo de vida o muerte, más probable si era una conferencia relacionada con la medicina, y créanme también cuando digo que no me importa de qué tratase la misma. Allí irrumpí yo y, con sumo cuidado, aparté al hombre de la barba apropiándome a su vez del micrófono que sujetaba con sus arrugadas manos.
-Hola, señores y señoras, o más concretamente señoritos y señoritas, ya que les veo jóvenes y jóvenas a todos. Es probable que, como he empezado en el escrito, no entiendan qué hago aquí. No voy a hablar de lo que se estuviese hablando ¡Ni quiero que nadie me diga qué tema era! ¿Saben cuándo ocurre algo fantástico de imprevisto? Quiero decir ¿Saben esa sensación de necesitar contarlo? Y no a una ¡Sino hasta a dos personas! Y ahora vengo yo y os hablo a todos ustedes y no solo eso, sino que además voy a intentar reducir mis metáforas ¿Por qué? Porque mis metáforas no son un recurso para hacer algo más bello, las uso para explicar cosas y, esto es lo que nos interesa, para no decir en mis escritos cosas de manera clara, de hecho a veces nadie puede entender de qué hablo, de hecho a veces ni siquiera se es consciente de que estoy metaforeando. Había algo, que no use metáforas no quiere decir que vaya a decir que A es A, puedo decir que A es algo que no me da la gana decir, pero no así diré que A es X, y ahora es cuando el lector deja de leer pues piensa que no vale la pena seguir leyendo esto. Cuando digo lo de que cuando te pasa algo genial quieres contarlo, me viene a la cabeza la imagen de un columpio, esto es porque una vez me pasó algo fantástico en un columpio, una de esas cosas que quieres contar inmediatamente a quien sea, y he olvidado qué pasó, pero me acuerdo del columpio. Ah, se me olvidaba, además de no metaforear, creo que puedo superar mi crisis de no saber qué escribir recordando el principio de "escribe para ti, no para quien lo va a leer".
Volvamos a la pobre frase que he dejado inconclusa, la de "Había algo...", o mejor no, volvamos un poco más atrás, a las seis de la mañana del día de hoy. A las seis de la mañana del día de hoy me he levantado y, en la oscuridad presente que no era realmente oscuridad pues el sol ya daba señales de vida, he ido al baño y he bebido agua, tras esto he vuelto a la cama, bien, pues este acto que no parece digno de nada, ni siquiera de ser recordado al despertar a horas más normales para un día de verano, ha ido seguido de otro. De repente me desperté de mi casi vuelta al sueño, me incorporé y, a excepción de los ojos, comprobé que me encontraba en un estado de ausencia de sueño, algo verdaderamente extraño a las seis de la mañana. Empezó a llover y me acerqué a la ventana abierta, quería comprobar si era una de esas lluvias que caen en vertical o una de esas intrusas que intentan penetrar en mi habitación, mojándolo todo a su paso. A pesar de que no entraba ni gota, decidí cerrar la ventana por si la lluvia, aprovechando mi vuelta al sueño, me traicionaba y se colaba a fingir ser un mueble de mi habitación. Antes de dormirme uno de esos rayos poderosos iluminó toda la habitación, después me dormí arropándome con el murmurar de la lluvia, creo que murmuraba enfadada por no dejarla entrar.
Hace poco leí que solo soñamos durante los cuatro minutos que preceden al despertar, mientras escribo esto estoy pensando que eso no puede ser pues el cuerpo no sabe cuándo se va a despertar, pero me da igual, así, sin más, no me importa ¿Yo sueño? Sí ¿Recuerdo lo que sueño? Pocas veces ¿Por lo tanto me importa si sueño cuatro minutos o veintitrés segundos? Paso de contestar. Antes de pesar que esto de los cuatro minutos no puede ser, había pensado que entonces quienes duermen mal y se despiertan muchas veces, tienen buena suerte, pues soñarán cuatro minutos antes de despertarse cada una de las veces, por lo que soñarán un montón. No sé si fue antes o después de despertarme, pero recuerdo algún dato de un sueño que en parte es importante para seguir con esa inconclusa frase "Había algo...".
Los datos del sueño, en un desordenado orden hecho a propósito, pues quiero dejar un dato para el final, son:
-Había un videojuego que te regalaban al comprar una caja de figuritas de unas famosas películas.
-No sé si era parte de ese mismo juego pero unos hombres que te congelaban si te tocaban se hacían reales y la liaban, yo puede que les encerrase, acabase con alguno y hasta que les perdiese el respeto.
-Huyendo de esos seres me metía en un colegio y mientras corría hacia abajo o hacia arriba por las escaleras, me metía en un chat en el que aportaba tres comentarios que ni importan aquí ni importaban en el sueño.
-Esos comentarios probaban mi presencia en dicho colegio y me metían en problemas con el jefe de estudios y varios profesores, de los cuales escapaba con mi fantástica dialéctica.
Todos los datos anteriores son completamente irrelevantes, el último, que creo que venía antes o después de todo lo anterior, o mientras buscaba las figuritas, dice:
-Me topaba con La Bruja, Bizzy, la mujer pájaro, la guardián del bosque, la mala... ¡Ah no! Que he dicho que nada de metáforas, pues me topaba con Lucia. Es curioso, hace poco soñé con sietesiete y en el sueño era mucho más pequeña que en la realidad (sietesiete es su nombre, así que no tengo por qué decir su nombre oficial) y lo mismo pasaba con Lucia, presentaba ese aspecto con una trenza cayéndole por cada lado de la cara, el mismo que en aquella fotografía. No recuerdo que me decía, algo como que era una sorpresa verme, que había dejado una red social, y algunas cosas más, una me la callo, yo recuerdo que maldije a S., aquella de cuyo nombre saqué a Slvira, por haberme dado algunos datos incorrectos sobre Lucia y le comentaba la anécdota del regalo, presente en otra historia que no viene al caso.
En fin, que por haber hecho el tonto a las seis de la mañana me levanté más tarde de lo normal, con una extraña y apretada agenda de cosas que hacer. Así que me puse rápido, bajé e hice esto, subí, bajé, limpié, me limpié, ordené, busqué, hice, cogí el teléfono, llamé, y tararí y tarará y tarariburirará.
Lo que me lleva a poco antes de irrumpir en esta charla. Lucía, con el derecho que da un sueño, se me había posado en la mente un par de veces, y una vez cogí el ordenador y, para colmo, vi una fotografía suya, decidí consultar esa red social que en el sueño me había dicho que no usaba, premio, no la usaba, y pasó lo que pasó. "Había algo...", sí, había algo que me había prohibido a mi mismo mirar, una página por no dar más datos, una página que estaba conectada con mi fuerza de voluntad, mi necesidad decía "mírala..." y mi fuerza de voluntad, en creciente desarrollo, decía "No", y así nos quedábamos. Pero hoy no es que haya apuñalado a mi fuerza de voluntad, sino que los astros se alinearon y todos se apartaron, entonces, en el pasillo que dejaron todos al moverse a izquierda y derecha, pasé yo, y entré en un lugar que tiene un cartel oxidado que me prohíbe el paso, vale, he usado una metáfora, quería decir "una página que tiene una dirección que no debería conocer”.

¿Qué me esperaba? Eso da igual, o no, pero no lo voy a decir. Lo que viene a cuento es una entrada puesta justamente hoy, una que ¡Pum! Además trataba sobre un chico probablemente atractivo, misterioso, inteligente e intrigador, o yo que sé, yo me entiendo, uno con el que tragas saliva antes de competir en lo que sea. Y leí, y no caí, me mantuve fuerte, y esto me provocó tal éxtasis que vino a mi mente un columpio y tuve que venir aquí, a interrumpir esta, probablemente, interesante charla y contároslo, en fin, quizá hoy, por ser hoy, no me importe el lector, pues escribo para mi, y ahora, querido profesor, le devuelvo el micrófono- Y como vine, me fui. Veni, vidi, vinci.

martes, 24 de junio de 2014

Puedes venir si lo deseas.

-Si vienes conmigo te contaré la historia que les prohibieron cantar a los ratones, te explicaré por qué los búhos tienes ojos de cristal y por qué la Madre Naturaleza ha cambiado la felicidad por un misterio.
-¿Y si en algún momento me dejas de prestar atención para atender otro asunto?
-Entonces te perderás, sin duda.
-¿Y qué ocurre si me pierdo?
-Que andarás sin rumbo con una angustia que te oprima el pecho.
-¡¿Para siempre?!
-No, hasta que te encontrase, que ocurriría si al tirar los dados saliese tu número, o hasta que te encontrases tú.
-¿Y eso cómo sería?
-No lo sé, yo aun ando perdido, dicen que cuando te encuentras la oscuridad que está frente a ti empieza a brillar, pero sigue siendo oscuridad, y brilla tan fuerte que te tienes que tapar los ojos y cuando tus ojos se atreven a mirar de nuevo, hay una puerta frente a ti.
-¿Y la cruzo?
-No, jamás, debes bordearla y hacer que no te importe pensar el qué hubiese pasado de haberla cruzado.
-¿Y qué ocurre si la cruzas? ¿Lo sabes?
-Sí, lo sé, me lo explicó un hombre que murió hace tiempo.
-¿Y me lo puedes contar?
-No, por si te topas con la prueba.
-No sé si me atrevo.
-Si vienes, de camino te contaré la historia de la reina bruja y de cómo, tras matar al soberbio, fue vencida por el niño que no dejaba de llorar.
-¿Y si no voy?

-Si no vienes siempre te atormentará el no conocer qué hubiese pasado, podrás ser feliz aquí, pero no serás más que eso, feliz.

jueves, 19 de junio de 2014

3, 7 y 14, tres imágenes y un juego.

3, 7 y 14 son los tres números escogidos al azar. Ahora buscaré en la carpeta de fotografías y dibujos, creada hace poco, que lleva por título “inspiración” y que aun no he utilizado, tres imágenes siguiendo el orden de los tres números, las describiré y tendré que hacer una historia con ellas.
3 - Es una fotografía en blanco y negro en la que destaca una barra de un bar en la que hay una mujer, posiblemente francesa, apoyando la cabeza en la mano y mirando al frente divertida mientras un hombre se inclina a su lado en lo que, con mucha aunque no toda seguridad, parece una actitud de ligoteo que implicaría que él ha bebido un poco, aunque sigue plenamente consciente de todo, y ella tal vez algo, medio vaso o así. Él cree que puede pasar algo bueno y a ella le divierte la situación mientras piensa “ya se verá”, aunque lo más probable es que esa noche ella acabe en su casa, normal, y él, si no está muy borracho, se masturbe y se acueste farfullando cosas malas.
Que malo soy, se me ha olvidado decir que él no tiene gafas, hay dos hombres en el fondo, un cenicero y un paquete de cigarrillos en la barra y uno casi acabado en la mano en la que ella apoya la cabeza, en la cual también tiene un anillo, aunque no parece de casada.
7 – En menudo lío me he metido, ya podía haber hecho la historia con la imagen anterior, pero voy y me topo con un dibujo en blanco y negro que… en fin, paso a explicarlo.
Hay una cama en la que, pequeña y en el centro, está sentada una muchacha con un vestido negro. La chica está derramando una copa de vino, parece que lo hace a propósito fingiendo que mira a otra parte, sobre la americana blanca de un conejo gigante y bien vestido que está recostado a su izquierda. A la derecha hay otro conejo gigante que la mira también mal, solo que esté tiene americana negra y corbata, no lleva pantalones y de su cintura y sus piernas casi parecen de avestruz. Sobre el segundo conejo, el de la derecha, se encuentra un lagarto erguido sobre dos patas que mira, sacando su larga lengua bífida, a la derecha, a algo que no se ve y que probablemente no exista, con una bolsa de viaje a rombos cuya correa le cruza el pecho. Otro lagarto de iguales características se encuentra a los pies del conejo de la izquierda con actitud desentendida y en movimiento, está a punto de salirse de la escena. Por último, a los pies del conejo de la derecha hay una maleta abierta de la que sale un pulpo con ojos muy grandes, de esos que provocan a ciertas adolescentes un “ooohh”.
14 – Esta imagen se la enseñé a mi madre el otro día bajo el título de “mira mamá ¿Qué te parece esta foto?” y tras su respuesta dije “pues no es una foto, es un cuadro” para su “¿Seguro?”. Es un cuadro hiperrealista en el que solo se ve parte de un brazo de mujer, se adivina su cuello y se centra en sus labios rojos y la cara de nariz para abajo. Imagínense una mujer en una bañera que sumerge un momento la cara en el agua, es solo eso. Pero a mi modo de ver la imagen contiene mucho, la seriedad de los rojos labios apretados, el agua gris, nada transparente, agitada…
¿Empezamos?

-Vamos, cuéntame cómo es que estás aquí si no, o buscas a alguien o buscas una historia, y ya me has dicho que no escribes- Y le dio otro trago al vaso.
-Busco entretenerme- Miró con desilusión la colilla ya apagada entre sus dedos, la estrechó y retorció contra el cenicero. En ese momento él vio su anillo y, pensando que estaba casada, se relamió, en parte por lo excitante de acostarse con una mujer casada y en parte porque que ella estuviese allí sola podía significar que buscaba sexo, con quien fuese y nada más.
-¿En un sitio como éste? Vamos, yo conozco uno mejor.
-¿Cómo tu piso?
-Bueno, si quieres ir allí…- No se creía su suerte, lo que antes era una caliente imaginación ahora era una realidad que podía ver y palpar, con sudor y respiraciones agitadas.
-Un momento, voy al baño- Se levantó y mientras se acercaba a un extremo del bar, completamente a oscuras, pensó que cuando había apagado el segundo cigarrillo había apagado también todo posible interés de aquel hombre.
No iba al baño para abrir el grifo con tal de que no se la oyese orinar, ni cosas mayores, ni retocarse el maquillaje de los ojos, bueno, el maquillaje tal vez sí, pero no pesando en el hombre que la esperaba buscando un preservativo en la cartera, sino en sí misma, y bueno, lo que quería hacer era apoyar las manos en los lados de la pila, acercar la cara al espejo y mirarse a los ojos, no por nada especial, sino porque eso te sirve para indicarte que tú eres tú.
Justo antes de llegar a la puerta del servicio de señoras se abrió la puerta que había antes, y la mujer profirió un grito ahogado, pues frente a ella se encontraba una especia de lagarto de apenas un metro que la repasó de abajo arriba y comentó:
-Sluá- Abrió su bolsa de viaje y le tendió un paquete de cigarrillos a la joven mujer, después paso a su lado, atravesó el bar y salió a la noche, al parecer había llovido un poco y afuera el ambiente era fresco.
La chica, hipnotizada de algún modo, empujó la puerta y entró en aquella habitación.

-Lo decís porque soy menor, seguro que de tener tres años más no tendríais ningún problema.
-Deberías estar agradecida de que no te regañemos por beber alcohol.
-Ya faltaba, no cumplís de amantes, ibais a cumplir de padres.
-Niña, no seas insolente… ¡eh, cuidado! ¡Me has echado el vino por encima!
-Ups, lo siento, es que como soy una pequeña niña de quince años, pues soy torpe.
Entonces el enorme conejo de americana blanca, aun con la mancha de vino en un constado, se levantó y estiró las ropas.
-Buenas noches, belle dame- Se agachó un rozó con su peluda y suave nariz la mano de la visitante, aun con la boca abierta de incredulidad.
-¡Pero bueno! ¡¿Qué diantres pasa aquí?!-A su espalda parecía haber aparecido el hombre de la barra… ¿cómo había dicho que se llamaba?- Maldito lepórido, deje en paz a esta mujer ¡es mía!-Y escupió tres gotas al decirlo.
Entonces se incorporó el otro conejo, el de negro, al tiempo que el lagarto que tenía encima saltaba para no caer, y se dirigió en dos zancadas al hombre, al cual, con un veloz movimiento de liebre, golpeó en el estómago y siguió pegando. A todo esto, horrorizada, la mujer, mientras contemplaba el espectáculo, retrocedía de espaldas hacia el centro de la habitación.
De pronto oyó como un grito, algo así como el maullido de un gato bebé, el sonido de apretar un patito de goma y el cantar estridente de un pajarito, todo junto, miró a sus pies y vio cubiertos de lágrimas aun sin caer los enormes ojos de un pulpo bebé que le miraba desde una maleta abierta, suplicándole con la mirada que dejase de pisarle uno de los tentáculos. Un lagarto como el de hace un rato saltó entre ella y el pulpo y le gritó a la vez que la empujaba:
-¡Sluá!
Ella vio una puerta y huyó dentro.
Resulta que al baño se podía acceder desde la sala grande, la de la barra, y desde aquella, la de la cama, los conejos y la muchacha. Pero no era un baño sucio de bar, ni siquiera un baño limpio de bar, era un baño que brillaba, con azulejos blancos, espejo, grifos dorados… y una bañera. La mujer estaba apoyada contra la puerta por la que acababa de entrar y se sintió extraña, incómoda y fuera de lugar cuando su mirada se cruzó con la de la mujer que se encontraba dentro de la bañera, la intrusa preguntó sin palabras “¿se puede?” y la huésped respondió del mismo modo y con mala gana “adelante”, tras esto se sumergió entera en la turbia agua de la inmensa bañera. La chica francesa se sentó en una silla que se encontraba en el centro de la habitación, paralela a la bañera y mirando a la puerta por la que acababa de entrar, recordó entonces que aun tenía en la mano el paquete de cigarrillos que le había dado el lagarto, extrajo uno, se lo puso en los labios y tanteó su cuerpo en busca de un mechero que no estaba, del agua salió una mano que portaba un mechero, cuya llama prendió el cigarrillo. Aquellos cigarrillos relajaban de un modo extraño y entre el ligero humo que se posaba en el techo de la habitación, ambas mujeres empezaron a hablar.
-¿Quién es ese hombre que te acompaña?- Preguntó la mujer de la bañera con la cabeza fuera del agua y los ojos cerrados
-Es… no sé, no es nadie- Y una lágrima apareció, sin una razón fácil de entender, en su ojo, una lágrima que chocaba con la diversión que había existido hace poco en la barra del bar. La otra mujer lo entendió y decidió cambiar de tema.
-Ese anillo es bonito, pero no es del tipo de anillos que se encuentra en una joyería ¿Cuál es su historia?
Se miró la mano e hizo girar el anillo con el dedo gordo de la misma mano.
-Bueno… me lo dio un conejo, hace mucho, cuando era una niña- Le dio otra calada al cigarrillo, que se encontraba ya en sus últimas- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí sola y en un sitio tan raro?
-¿Raro?-Abrió los ojos- Mira a tú alrededor, mira de dónde vienes, dónde acabas de estar, ¿Te parece ahora rara una simple habitación por limpia que esté? Y respecto a lo de qué hago aquí, no lo sé, un día me desperté ya en la bañera, creo que debí caer de otra historia, o algo así, y quedé olvidada, como si te hacen una fotografía o te pintan, que quedas para siempre congelada, y con la misma expresión, el mismo sentimiento, en mi caso esta aparente tristeza.
De pronto la puerta se abrió y entró la niña que había estado entre los dos inmensos conejos enjuagándose los ojos con la mano que no sujetaba el pomo de la puerta.
-El chico se ha ido y tú debes irte también- Dijo mirando a la mujer que fumaba sentada –Sluá se va ya y debes irte con él.


Y así es como se acaba la historia de 3, 7 y 14, puede parecer inconclusa, pero las imágenes nunca dejan de contar historias, por lo que es imposible terminar de hablar de una sola, así que imagínense tres.

domingo, 15 de junio de 2014

El sentido del humor de este antiguo general.

Juro que no sé muy bien de qué estoy hablando ni de qué voy a hablar. El libro que me estoy leyendo no me está gustando y opino, perdón por la expresión, que el autor no tiene ni puta idea de qué es el desamor. Yo ya soy un veterano, y no uno con la chupa llena de condecoraciones, sino uno que ya descansa jubilado en casa y les cuenta a sus nietos batallitas, nunca mejor dicho. Y, dejando a un lado el escritor éste y siguiendo con la metáfora, todo militar con tormentosos episodios en el pasado se desvela gritando de vez en cuando, y eso me pasa a mí también, les pasa a todos los que (aviso de ¡pum! romanticón) amaron y… ¿cómo sigue esto? ¿“amaron y ya no aman”? ¿“amaron y ya no son amados?” porque, señor juez, yo ya no amo, amé y tal vez algo me persigue, pero para nada amo, que conste en acta. Bueno, lo que iba a contar, abro el ordenador, lo que al ser un portátil sería subir la pantalla, y veo una foto de aquella batalla (“batalla” como parte de la metáfora, significando ex amada o yo qué sé, estoy usando terminología desconocida para mí y que, siendo sinceros, no me gusta nada), y en vez de hacer fiiiiiuu, coger el móvil o visitar ciertas páginas que me están prohibidas (prohibidas por motu proprio y amenazas severas de una amiga, no es que sean pornográficas o algo así), me he reído, sí, se me ha escapado la risa, y no solo eso, sino que he ido a buscar en la RAE si era “motu propio” o “motu proprio”, como ha resultado ser, y me la he vuelto a encontrar, a ella, a la batalla en cuestión, y, con su no sonrisa y sus ojos siempre tan significativos, parecía que me iba a decir algo, algo que probablemente hubiese sido medio malvado y me hubiese destrozado, pero le he dicho “un momento” y tras buscar lo que iba a buscar, eso mencionado por ahí arriba, he vuelto a pasar por delante de ella pasando a su vez de ella y he vuelto aquí, al escribir, que no sé por qué lo estoy escribiendo a toda velocidad, creo que es porque si dejo de escribir un poco me puedo poner a pensar, cosa sin duda nefasta, o yo qué sé, quizá si voy lentamente se me ocurre el qué escribir a continuación, lo que provocaría un atentado contra la norma que he jurado al empezar este escrito. En fin, creo que aquí y por ahora ya he terminado, lo malo es que no sé cómo terminar, lo que, de no hacerse bien, puede quedar muy brusco, lo cual no quiero. En fin, este antiguo soldado creo que se va a ir a leer al novato que ha escrito un libro sin tener ni idea del tema principal, y de la que va, parará un momento para dedicarle una brusca sonrisa, para nada sonrisa, a aquella batalla que le asalta diciendo “aquí no ganaste”, para que el general le responda “ni falta que hace, cuando se lo cuento a mis nietos les gusta más que de vez en cuando pierda una pierna”.

miércoles, 11 de junio de 2014

Cuéntame, yo prometo estarme callado

¿A quién buscan tus ojos tristes? ¿A quién creen ver cuando alguien cruza por tu ventana?
Dime ¿Qué es eso que a nadie cuentas porque hasta tú lo has olvidado, eso que cuando recuerdas te echa atrás por la sorpresa y luego tapas con la delicadeza de la media sonrisa para no tener que mirarlo directamente?
¿Quién no manda cartas, ni llama por teléfono, ni viene a verte?

No te diré "me tienes a mí", porque sé que sonreirás, me dirás que lo sabes y pondrás como punto un cumplido, pero nunca vendrás, nunca, solo si las cosas se empiezan a caer, todas a la vez, sin poder hacer nada o por lo menos no saber que hacer. De todas formas, me tienes a mí.

domingo, 8 de junio de 2014

Juan y yo, Juanillo.

-Miguel.
-¿Sí?
-¿Tú crees que esto que hacemos son clichés?
Miguel bajó lentamente el periódico y miró a Juan a los ojos
-¿Qué?- Y salpicó una gota de incredulidad que resultó ser saliva.
-No, a ver, es que una vez nos acusaron de eso, además ¿Dónde se encuentra la originalidad? Por no decir que a veces...
-¿A qué viene todo esto?
-¿El qué? ¡Ah nada!
-Verás, Juan, resulta que tú y yo en realidad somos como una especie de uno que son dos ¿me sigues? y pese a que muchas veces preguntemos las cosas por "no, solo lo preguntaba por curiosidad, a veces lo hago, soy muy curioso", siempre tenemos un motivo.
-Vale, verás, leí un artículo en el que la autora respondía con su opinión a cómo podían jóvenes autores difundir sus obras, y en un momento del mismo hacía una distinción entre quienes escriben de verdad y quienes hacen "clichés refritos e historias de lo más insulsas y trilladas" y pensé que quizá nosotros...
-Juan ¿Nuestras historias son corrientes?
-Es que ése es el problema, La Duda, con el que tantos pensadores y filósofos se han topado, además de escritores, claro, y es que entonces...
-Juan.
-Vale, pues a ver ¿Y si nuestras historias sí son corrientes? ¿O son cosas trilladas? o yo que sé, leemos cosas de calidad, no estamos familiarizados con lo malo, y quizá... quizá pertenezcamos a él...
Miguel sacó del bolsillo una pitillera de plata de la que extrajo un cigarrillo realmente caro al que, tras encender con un zippo, dio una profunda calada. Era su mundo y ya estaba tardando en fumar.
-Hoy mismo hemos recibido varios comentarios- empezó a responder antes de dar otra calada cuya única función era la de generar una pausa en la que la expectación y la temperatura del lugar subieran- Nos alababan, eran como las típicas frases que aparecen en las contraportadas de los libros pero con un matiz de sinceridad.
Ahora fue la cara de Juan la que se tensó y fue su frente la que se arrugó.
-No me parece bien- Dijo.
-¿El qué?- Miguel había cerrado un momento los ojos y los abrió con desgana.
-¿Recuerdas la tontería que has soltado del "somos uno que son dos"? Pues yo también he leído esos comentarios y me parece que les estás dando un trato indebido.
-Pues contéstalos- Miguel había vuelto a cerrar los ojos y el humo de su cigarrillo salía completamente vertical.
-Ya sabes que yo no respondo comentarios...
-Pues busca a la persona.
-Ya lo intenté y solo coseché enfados fruto del orgullo, enfados míos y ajenos, algo así como cuatro pájaros de un tiro.
-¿Te vas a hacer cazador?
-¿Me estás escuchando?
-Sinceramente, no, eres demasiado aburrido, molesto tal vez, como un grano de los feos ¿por qué no te exploto? porque te infectarías y durarías más, por eso estamos en este banco al sol, a ver si te secas- Miguel recolocó las piernas para que no se le durmiesen.
-Al final no sé si somos un cliché.
-Lo serás tú, yo fuera de aquí existo, soy como Unamuno en Niebla. Y no, sé que vas a empezar a tontear en la imaginación, en la cual pensarás "¿Qué ocurre si mato al autor dentro de su cabeza?", pero te diré una cosa, lo sabré yo antes y acabaré contigo.
-No creo, si "somos uno que son dos" moriríamos los dos si me suicido.
-Cállate.

Al rato Miguel abrió los ojos, después de pensar que "habrir" debería existir con algún tipo de curioso significado, había estado pensando en las palabras de Juan, ¿Y si la gente que le decía que escribía bien lo hacía por ser él? Es decir, no se esperaban que escribiese y escribía, lo cual generaba una sensación de "pues es bueno lo que hace", o incluso quizá sí escribía bien ¿Pero quién había dicho que los clichés no podían ser buenos? Miguel, con una colilla fría y apagada en los labios, miró los tres edificios que le rodeaban, tres edificios de una ciudad que su mente no se había molestado en moldear, tres edificios que probablemente hubiesen acabado siendo destruidos al final de la tarde, entonces se le escapó una lágrima, pero fue una lágrima pionera, pues no apartó la maleza de las pestañas para casi morir de sed durante sus mejillas y acabar en los labios plantando la bandera de "sabor salado" o saltando desde la barbilla para terminar una breve vida con toda la adrenalina posible hasta caer al suelo. Esta lágrima aprovechó que Miguel tenía la cara en una pose ligeramente inclinada y salió por la derecha de su ojo derecho, pudo ver la oreja y la piel libre de lágrimas hasta entonces, cuando llegó al precipicio no se lanzó, solo bajó rodando por el cuello. Miguel entonces recordó los comentarios y casi grita de la rabia, esa lágrima debía haber sido tal vez por ellos, pero no por lo que había sido, fuese lo que fuese.
-Vámonos Juan.
-¿Y los edificios?
-Ya desaparecerán por el olvido, a nosotros no nos incumbe.
-¿Al final esto es cliché o no?
-Juan ¿somos guapos?
-Pues no lo sé.
-Somos guapos cuando nos sentimos guapos, lo que escribimos, lo que escribo, es diferente cuando siento que es diferente.
-¿Y esto es diferente?
-Sinceramente no tengo ni idea, dejémoslo en que es raro.




PD: Una lágrima cae sobre los labios y la lengua la recoge, por lo que la lágrima se suma a la saliva. ¿Una persona que no deje de llorar está llenando el mundo de besos tristes?

jueves, 5 de junio de 2014

orgulloso

Escuchó aquella canción francesa y tuvo que dejar de ser orgulloso por una vez, le escribió un mensaje.
"feliz cumpleaños, con cinco años de retraso".