Había una conferencia, créanme en que quizá trataba
sobre algo fascinante, incluso sobre algo de vida o muerte, más probable si era
una conferencia relacionada con la medicina, y créanme también cuando digo que
no me importa de qué tratase la misma. Allí irrumpí yo y, con sumo cuidado,
aparté al hombre de la barba apropiándome a su vez del micrófono que sujetaba
con sus arrugadas manos.
-Hola, señores y
señoras, o más concretamente señoritos y señoritas, ya que les veo jóvenes y
jóvenas a todos. Es probable que, como he empezado en el escrito, no entiendan
qué hago aquí. No voy a hablar de lo que se estuviese hablando ¡Ni quiero que
nadie me diga qué tema era! ¿Saben cuándo ocurre algo fantástico de imprevisto?
Quiero decir ¿Saben esa sensación de necesitar contarlo? Y no a una ¡Sino hasta
a dos personas! Y ahora vengo yo y os hablo a todos ustedes y no solo eso, sino
que además voy a intentar reducir mis metáforas ¿Por qué? Porque mis metáforas
no son un recurso para hacer algo más bello, las uso para explicar cosas y,
esto es lo que nos interesa, para no decir en mis escritos cosas de manera
clara, de hecho a veces nadie puede entender de qué hablo, de hecho a veces ni
siquiera se es consciente de que estoy metaforeando. Había algo, que no use
metáforas no quiere decir que vaya a decir que A es A, puedo decir que A es
algo que no me da la gana decir, pero no así diré que A es X, y ahora es cuando
el lector deja de leer pues piensa que no vale la pena seguir leyendo esto.
Cuando digo lo de que cuando te pasa algo genial quieres contarlo, me viene a
la cabeza la imagen de un columpio, esto es porque una vez me pasó algo
fantástico en un columpio, una de esas cosas que quieres contar inmediatamente
a quien sea, y he olvidado qué pasó, pero me acuerdo del columpio. Ah, se me
olvidaba, además de no metaforear, creo que puedo superar mi crisis de no saber
qué escribir recordando el principio de "escribe para ti, no para quien lo
va a leer".
Volvamos a la pobre
frase que he dejado inconclusa, la de "Había algo...", o mejor no,
volvamos un poco más atrás, a las seis de la mañana del día de hoy. A las seis
de la mañana del día de hoy me he levantado y, en la oscuridad presente que no
era realmente oscuridad pues el sol ya daba señales de vida, he ido al baño y
he bebido agua, tras esto he vuelto a la cama, bien, pues este acto que no
parece digno de nada, ni siquiera de ser recordado al despertar a horas más
normales para un día de verano, ha ido seguido de otro. De repente me desperté
de mi casi vuelta al sueño, me incorporé y, a excepción de los ojos, comprobé
que me encontraba en un estado de ausencia de sueño, algo verdaderamente
extraño a las seis de la mañana. Empezó a llover y me acerqué a la ventana
abierta, quería comprobar si era una de esas lluvias que caen en vertical o una
de esas intrusas que intentan penetrar en mi habitación, mojándolo todo a su
paso. A pesar de que no entraba ni gota, decidí cerrar la ventana por si la
lluvia, aprovechando mi vuelta al sueño, me traicionaba y se colaba a fingir
ser un mueble de mi habitación. Antes de dormirme uno de esos rayos poderosos
iluminó toda la habitación, después me dormí arropándome con el murmurar de la
lluvia, creo que murmuraba enfadada por no dejarla entrar.
Hace poco leí que
solo soñamos durante los cuatro minutos que preceden al despertar, mientras
escribo esto estoy pensando que eso no puede ser pues el cuerpo no sabe cuándo
se va a despertar, pero me da igual, así, sin más, no me importa ¿Yo sueño? Sí
¿Recuerdo lo que sueño? Pocas veces ¿Por lo tanto me importa si sueño cuatro
minutos o veintitrés segundos? Paso de contestar. Antes de pesar que esto de
los cuatro minutos no puede ser, había pensado que entonces quienes duermen mal
y se despiertan muchas veces, tienen buena suerte, pues soñarán cuatro minutos
antes de despertarse cada una de las veces, por lo que soñarán un montón. No sé
si fue antes o después de despertarme, pero recuerdo algún dato de un sueño que
en parte es importante para seguir con esa inconclusa frase "Había
algo...".
Los datos del sueño,
en un desordenado orden hecho a propósito, pues quiero dejar un dato para el
final, son:
-Había un videojuego
que te regalaban al comprar una caja de figuritas de unas famosas películas.
-No sé si era parte
de ese mismo juego pero unos hombres que te congelaban si te tocaban se hacían
reales y la liaban, yo puede que les encerrase, acabase con alguno y hasta que
les perdiese el respeto.
-Huyendo de esos
seres me metía en un colegio y mientras corría hacia abajo o hacia arriba por
las escaleras, me metía en un chat en el que aportaba tres comentarios que ni
importan aquí ni importaban en el sueño.
-Esos comentarios
probaban mi presencia en dicho colegio y me metían en problemas con el jefe de
estudios y varios profesores, de los cuales escapaba con mi fantástica
dialéctica.
Todos los datos
anteriores son completamente irrelevantes, el último, que creo que venía antes
o después de todo lo anterior, o mientras buscaba las figuritas, dice:
-Me topaba con La
Bruja, Bizzy, la mujer pájaro, la guardián del bosque, la mala... ¡Ah no! Que
he dicho que nada de metáforas, pues me topaba con Lucia. Es curioso, hace poco
soñé con sietesiete y en el sueño era mucho más pequeña que en la realidad
(sietesiete es su nombre, así que no tengo por qué decir su nombre oficial) y
lo mismo pasaba con Lucia, presentaba ese aspecto con una trenza cayéndole por
cada lado de la cara, el mismo que en aquella fotografía. No recuerdo que me
decía, algo como que era una sorpresa verme, que había dejado una red social, y
algunas cosas más, una me la callo, yo recuerdo que maldije a S., aquella de
cuyo nombre saqué a Slvira, por haberme dado algunos datos incorrectos sobre
Lucia y le comentaba la anécdota del regalo, presente en otra historia que no
viene al caso.
En fin, que por haber
hecho el tonto a las seis de la mañana me levanté más tarde de lo normal, con
una extraña y apretada agenda de cosas que hacer. Así que me puse rápido, bajé
e hice esto, subí, bajé, limpié, me limpié, ordené, busqué, hice, cogí el
teléfono, llamé, y tararí y tarará y tarariburirará.
Lo que me lleva a
poco antes de irrumpir en esta charla. Lucía, con el derecho que da un sueño,
se me había posado en la mente un par de veces, y una vez cogí el ordenador y,
para colmo, vi una fotografía suya, decidí consultar esa red social que en el
sueño me había dicho que no usaba, premio, no la usaba, y pasó lo que pasó.
"Había algo...", sí, había algo que me había prohibido a mi mismo
mirar, una página por no dar más datos, una página que estaba conectada con mi
fuerza de voluntad, mi necesidad decía "mírala..." y mi fuerza de
voluntad, en creciente desarrollo, decía "No", y así nos quedábamos.
Pero hoy no es que haya apuñalado a mi fuerza de voluntad, sino que los astros
se alinearon y todos se apartaron, entonces, en el pasillo que dejaron todos al
moverse a izquierda y derecha, pasé yo, y entré en un lugar que tiene un cartel
oxidado que me prohíbe el paso, vale, he usado una metáfora, quería decir
"una página que tiene una dirección que no debería conocer”.
¿Qué me esperaba? Eso
da igual, o no, pero no lo voy a decir. Lo que viene a cuento es una entrada
puesta justamente hoy, una que ¡Pum! Además trataba sobre un chico
probablemente atractivo, misterioso, inteligente e intrigador, o yo que sé, yo
me entiendo, uno con el que tragas saliva antes de competir en lo que sea. Y
leí, y no caí, me mantuve fuerte, y esto me provocó tal éxtasis que vino a mi
mente un columpio y tuve que venir aquí, a interrumpir esta, probablemente,
interesante charla y contároslo, en fin, quizá hoy, por ser hoy, no me importe
el lector, pues escribo para mi, y ahora, querido profesor, le devuelvo el
micrófono- Y como vine, me fui. Veni, vidi, vinci.