jueves, 19 de junio de 2014

3, 7 y 14, tres imágenes y un juego.

3, 7 y 14 son los tres números escogidos al azar. Ahora buscaré en la carpeta de fotografías y dibujos, creada hace poco, que lleva por título “inspiración” y que aun no he utilizado, tres imágenes siguiendo el orden de los tres números, las describiré y tendré que hacer una historia con ellas.
3 - Es una fotografía en blanco y negro en la que destaca una barra de un bar en la que hay una mujer, posiblemente francesa, apoyando la cabeza en la mano y mirando al frente divertida mientras un hombre se inclina a su lado en lo que, con mucha aunque no toda seguridad, parece una actitud de ligoteo que implicaría que él ha bebido un poco, aunque sigue plenamente consciente de todo, y ella tal vez algo, medio vaso o así. Él cree que puede pasar algo bueno y a ella le divierte la situación mientras piensa “ya se verá”, aunque lo más probable es que esa noche ella acabe en su casa, normal, y él, si no está muy borracho, se masturbe y se acueste farfullando cosas malas.
Que malo soy, se me ha olvidado decir que él no tiene gafas, hay dos hombres en el fondo, un cenicero y un paquete de cigarrillos en la barra y uno casi acabado en la mano en la que ella apoya la cabeza, en la cual también tiene un anillo, aunque no parece de casada.
7 – En menudo lío me he metido, ya podía haber hecho la historia con la imagen anterior, pero voy y me topo con un dibujo en blanco y negro que… en fin, paso a explicarlo.
Hay una cama en la que, pequeña y en el centro, está sentada una muchacha con un vestido negro. La chica está derramando una copa de vino, parece que lo hace a propósito fingiendo que mira a otra parte, sobre la americana blanca de un conejo gigante y bien vestido que está recostado a su izquierda. A la derecha hay otro conejo gigante que la mira también mal, solo que esté tiene americana negra y corbata, no lleva pantalones y de su cintura y sus piernas casi parecen de avestruz. Sobre el segundo conejo, el de la derecha, se encuentra un lagarto erguido sobre dos patas que mira, sacando su larga lengua bífida, a la derecha, a algo que no se ve y que probablemente no exista, con una bolsa de viaje a rombos cuya correa le cruza el pecho. Otro lagarto de iguales características se encuentra a los pies del conejo de la izquierda con actitud desentendida y en movimiento, está a punto de salirse de la escena. Por último, a los pies del conejo de la derecha hay una maleta abierta de la que sale un pulpo con ojos muy grandes, de esos que provocan a ciertas adolescentes un “ooohh”.
14 – Esta imagen se la enseñé a mi madre el otro día bajo el título de “mira mamá ¿Qué te parece esta foto?” y tras su respuesta dije “pues no es una foto, es un cuadro” para su “¿Seguro?”. Es un cuadro hiperrealista en el que solo se ve parte de un brazo de mujer, se adivina su cuello y se centra en sus labios rojos y la cara de nariz para abajo. Imagínense una mujer en una bañera que sumerge un momento la cara en el agua, es solo eso. Pero a mi modo de ver la imagen contiene mucho, la seriedad de los rojos labios apretados, el agua gris, nada transparente, agitada…
¿Empezamos?

-Vamos, cuéntame cómo es que estás aquí si no, o buscas a alguien o buscas una historia, y ya me has dicho que no escribes- Y le dio otro trago al vaso.
-Busco entretenerme- Miró con desilusión la colilla ya apagada entre sus dedos, la estrechó y retorció contra el cenicero. En ese momento él vio su anillo y, pensando que estaba casada, se relamió, en parte por lo excitante de acostarse con una mujer casada y en parte porque que ella estuviese allí sola podía significar que buscaba sexo, con quien fuese y nada más.
-¿En un sitio como éste? Vamos, yo conozco uno mejor.
-¿Cómo tu piso?
-Bueno, si quieres ir allí…- No se creía su suerte, lo que antes era una caliente imaginación ahora era una realidad que podía ver y palpar, con sudor y respiraciones agitadas.
-Un momento, voy al baño- Se levantó y mientras se acercaba a un extremo del bar, completamente a oscuras, pensó que cuando había apagado el segundo cigarrillo había apagado también todo posible interés de aquel hombre.
No iba al baño para abrir el grifo con tal de que no se la oyese orinar, ni cosas mayores, ni retocarse el maquillaje de los ojos, bueno, el maquillaje tal vez sí, pero no pesando en el hombre que la esperaba buscando un preservativo en la cartera, sino en sí misma, y bueno, lo que quería hacer era apoyar las manos en los lados de la pila, acercar la cara al espejo y mirarse a los ojos, no por nada especial, sino porque eso te sirve para indicarte que tú eres tú.
Justo antes de llegar a la puerta del servicio de señoras se abrió la puerta que había antes, y la mujer profirió un grito ahogado, pues frente a ella se encontraba una especia de lagarto de apenas un metro que la repasó de abajo arriba y comentó:
-Sluá- Abrió su bolsa de viaje y le tendió un paquete de cigarrillos a la joven mujer, después paso a su lado, atravesó el bar y salió a la noche, al parecer había llovido un poco y afuera el ambiente era fresco.
La chica, hipnotizada de algún modo, empujó la puerta y entró en aquella habitación.

-Lo decís porque soy menor, seguro que de tener tres años más no tendríais ningún problema.
-Deberías estar agradecida de que no te regañemos por beber alcohol.
-Ya faltaba, no cumplís de amantes, ibais a cumplir de padres.
-Niña, no seas insolente… ¡eh, cuidado! ¡Me has echado el vino por encima!
-Ups, lo siento, es que como soy una pequeña niña de quince años, pues soy torpe.
Entonces el enorme conejo de americana blanca, aun con la mancha de vino en un constado, se levantó y estiró las ropas.
-Buenas noches, belle dame- Se agachó un rozó con su peluda y suave nariz la mano de la visitante, aun con la boca abierta de incredulidad.
-¡Pero bueno! ¡¿Qué diantres pasa aquí?!-A su espalda parecía haber aparecido el hombre de la barra… ¿cómo había dicho que se llamaba?- Maldito lepórido, deje en paz a esta mujer ¡es mía!-Y escupió tres gotas al decirlo.
Entonces se incorporó el otro conejo, el de negro, al tiempo que el lagarto que tenía encima saltaba para no caer, y se dirigió en dos zancadas al hombre, al cual, con un veloz movimiento de liebre, golpeó en el estómago y siguió pegando. A todo esto, horrorizada, la mujer, mientras contemplaba el espectáculo, retrocedía de espaldas hacia el centro de la habitación.
De pronto oyó como un grito, algo así como el maullido de un gato bebé, el sonido de apretar un patito de goma y el cantar estridente de un pajarito, todo junto, miró a sus pies y vio cubiertos de lágrimas aun sin caer los enormes ojos de un pulpo bebé que le miraba desde una maleta abierta, suplicándole con la mirada que dejase de pisarle uno de los tentáculos. Un lagarto como el de hace un rato saltó entre ella y el pulpo y le gritó a la vez que la empujaba:
-¡Sluá!
Ella vio una puerta y huyó dentro.
Resulta que al baño se podía acceder desde la sala grande, la de la barra, y desde aquella, la de la cama, los conejos y la muchacha. Pero no era un baño sucio de bar, ni siquiera un baño limpio de bar, era un baño que brillaba, con azulejos blancos, espejo, grifos dorados… y una bañera. La mujer estaba apoyada contra la puerta por la que acababa de entrar y se sintió extraña, incómoda y fuera de lugar cuando su mirada se cruzó con la de la mujer que se encontraba dentro de la bañera, la intrusa preguntó sin palabras “¿se puede?” y la huésped respondió del mismo modo y con mala gana “adelante”, tras esto se sumergió entera en la turbia agua de la inmensa bañera. La chica francesa se sentó en una silla que se encontraba en el centro de la habitación, paralela a la bañera y mirando a la puerta por la que acababa de entrar, recordó entonces que aun tenía en la mano el paquete de cigarrillos que le había dado el lagarto, extrajo uno, se lo puso en los labios y tanteó su cuerpo en busca de un mechero que no estaba, del agua salió una mano que portaba un mechero, cuya llama prendió el cigarrillo. Aquellos cigarrillos relajaban de un modo extraño y entre el ligero humo que se posaba en el techo de la habitación, ambas mujeres empezaron a hablar.
-¿Quién es ese hombre que te acompaña?- Preguntó la mujer de la bañera con la cabeza fuera del agua y los ojos cerrados
-Es… no sé, no es nadie- Y una lágrima apareció, sin una razón fácil de entender, en su ojo, una lágrima que chocaba con la diversión que había existido hace poco en la barra del bar. La otra mujer lo entendió y decidió cambiar de tema.
-Ese anillo es bonito, pero no es del tipo de anillos que se encuentra en una joyería ¿Cuál es su historia?
Se miró la mano e hizo girar el anillo con el dedo gordo de la misma mano.
-Bueno… me lo dio un conejo, hace mucho, cuando era una niña- Le dio otra calada al cigarrillo, que se encontraba ya en sus últimas- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí sola y en un sitio tan raro?
-¿Raro?-Abrió los ojos- Mira a tú alrededor, mira de dónde vienes, dónde acabas de estar, ¿Te parece ahora rara una simple habitación por limpia que esté? Y respecto a lo de qué hago aquí, no lo sé, un día me desperté ya en la bañera, creo que debí caer de otra historia, o algo así, y quedé olvidada, como si te hacen una fotografía o te pintan, que quedas para siempre congelada, y con la misma expresión, el mismo sentimiento, en mi caso esta aparente tristeza.
De pronto la puerta se abrió y entró la niña que había estado entre los dos inmensos conejos enjuagándose los ojos con la mano que no sujetaba el pomo de la puerta.
-El chico se ha ido y tú debes irte también- Dijo mirando a la mujer que fumaba sentada –Sluá se va ya y debes irte con él.


Y así es como se acaba la historia de 3, 7 y 14, puede parecer inconclusa, pero las imágenes nunca dejan de contar historias, por lo que es imposible terminar de hablar de una sola, así que imagínense tres.

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