miércoles, 15 de diciembre de 2021

El niño está enamorado

El niño está enamorado, y todos le miran mal. Le da vueltas al vaso con la mano, distraído, y sobre él llueven las miradas de reproche porque no hace su trabajo. Quiere mirar el móvil para ver sus mensajes, pero qué dulce placer no hacerlo y dejar que el teléfono le sugiera ideas silencioso desde el otro lado de la mesa, como una nubecita caliente, como un corazón delator que compite con el suyo propio.

Niño, no seas tonto. Parpadea y céntrate.

Pero el niño descompone el clima con las energías que exhala sin ningún control y provoca que la calle se tiña de azul. Del azul del campo en la madrugada. Hermoso pero frío.

Y mientras tanto el niño suspira feliz, conteniéndose las ganas de abrirse el pecho y salir corriendo, a partes iguales.

Cae otra pila de papeles a su lado. Sus jefes quieren apagar su llama con papel. Pero el niño no es tonto y no les prende fuego. Se dedica a hacer la mitad del trabajo y a tirar la otra mitad de los papeles.

Le brillan los ojos, le arden las mejillas. Siente que tiene fiebre. Quiere saltar muy alto y a la vez quiere cavar un túnel y dormitar en la penumbra fresca de la tierra. Qué incongruente el niño.

¿Niño, no te das cuenta? Tendrás que coger el móvil y alegrarte. Y una de esas veces será la última vez. Y no te digo que no te enamores, ni que no dimitas de tu trabajo. Sal a la calle y corre hasta extenuarte, y después canjea tu alegría por más energía. Todo eso está muy bien, solo te recomiendo que llores ahora un poco, por si las moscas, y que las lágrimas se calienten y parezcan algo alegre. Así ya estás un poco llorado por lo que pueda venir. Así igual, si te acabas sintiendo muy, muy triste, porque todo eran ilusiones y nada más, quizá puedas recurrir a los recuerdos que estás creando ahora mismo y encender uno como si encendieras una cerilla. Y alumbrar un poco tu rostro, tu mano, tu corazoncito y el rostro que imaginas. Cuando la cerilla se apague estarás en penumbra, pero empezarás a ver de nuevo las luces que te rodean. La calle ya no estará teñida de azul. Las cosas tendrán el color de la cotidianidad y del sol frío de enero. Volverás a ser un tú que no te gusta del todo pero que nunca te ha fallado, que trabaja con pereza y se cansa cuando corre, y que, quién sabe, quizá algún día se encienda como se encendía por otra persona a encontrar un resquicio nuevo inesperado dentro de sí, tal vez detrás de la cuarta falange, o en el lado oscuro del corazón.