sábado, 26 de octubre de 2013

Como en una película

Era completamente como en una película, y lo mejor es que era verdad. Ahí estaba yo, en el bus, escuchando música. Y pensar que apenas veinte minutos antes estaba agotado del día y le había dicho a mi padre que me iba a quedar en casa a descansar para un fin de semana que se presentaba duro. Pensar rápido y apuntarse a la primera ocasión, eso es lo que había hecho que yo estuviese allí ¿y verla? pues eso no tanto, porque para ello quizá tendría que haberme mentalizado ¿qué se le iba a hacer? allí estaba yo, rumbo a lo desconocido.
Toda la lluvia que había caído ese día no me había puesto melancólico como de costumbre.
En el bus me encontré con una conocida, Nadia, aún incompleta en su historia, rompió la relación de un grupo de amigas delante de mis ojos. En realidad no era mi Nadia, bueno, sin "mi", porque decían que iba a tardar por estar aun preparándose, cuando la chica que yo conozco es más seria y puntual. Oh, qué diablos, el lugar al que voy en Renfe está en medio de lineas sin indicar bien cómo llegar, bajé y subí las escaleras como cuatro veces, y acabé teniendo que improvisar por haber olvidado lo que me dijo el hombre de información, me daba vergüenza volver a preguntarle, aunque de la expedición obtuve un mapa.
En el tren no encontré la casa que buscaba por la ventana, pero pude escuchar varias vidas ajenas, no es ser cotilla, es ser curioso, si quieres escribir, viaja en transporte público. También se me sentó al lado un esquizofrénico y de alguna manera me hizo ilusión por haber estudiado esa enfermedad en clase hace poco.
Bien, tenía casi una hora para encontrar el lugar de los libros, acabé en un pequeño centro comercial de seis tiendas, la mitad peluquerías, un lugar perfecto para película de miedo, allí solo vi a una persona viva. Al salir allí seguía el chico de mirada perdida al que había juzgado como posible futuro compañero en eso que iba a hacer, que aun no lo sabía muy bien.
Que listo fui cuando acabé en Alejandría, pero faltaban cuarenta minutos, así que tras cerciorarme de que era el lugar, fui a un banco, donde disfrute de las raras miradas de los vecinos, del cartel sin valor de la iglesia, de escribir un par de frases y de desearle las buenas tardes a una amiga.
Oh, faltaban diez minutos, entré en la librería y salvé el tiempo que quedaba curioseando libros, maldito escritor borde, el karma habrá hecho que pese a tu deliciosa trilogía, tu nuevo libro no me llamase para nada.
Alguien entró, joven, seguro que era del grupo, yo seguí a lo mío.
Más ruido, me giro, y me vuelvo a dar cuenta de que estoy en una película cuando tres chicas se apartan para que se sorprenda la Bruja al verme allí, se acerca, es una película cursi de amor, no me digan que no, solo que ella no saluda como me espero ni yo me acuerdo en el momento de decir la frase que había pensado en el bus. Es muy curioso que no noto una grandísima diferencia entre ella real y ella al otro lado de la pantalla, que curioso que tras saludar a las otras chicas una se quede atrás, claro, es que es la hermana y no sabe que relación mantener conmigo. En un momento la acompaño arriba, durante las escaleras le digo la frase pensada, apenas la aprecia, da igual, oírla ahora la hace cursi. Arriba comentamos algún libro, curiosidades y yo la hago reír. Esa intimidad repentina, de haber sido película habría habido beso, pero es realidad y hay gente que debo conocer.
La reunión es interesante, hago alguna broma, me presento, cotilleo con la Bruja y entablo amistad con su hermana. Buena tarde en todos los sentidos solo que al final lo estropeo. En mi juego por sorprender a la hermana, comento que vi al Profesor, eso no lo podía haber dicho, pertenecía a los juegos de cuchillo. La Bruja se enfada y yo me siento durante un segundo partido en diez, desesperado, queda poco para que me vaya y no la puedo dejar enfadada, además tiene razón, la hermana me aconseja alagar la chaqueta, lo hago, pero no mintiendo, nombro las cosas que me gustan, y entre eso, una broma y un chantaje, vuelve a sonreír, pero se que todo no ha pasado aun, hasta que llegue a casa y vea mis mensajes nada.
Dos besos por cabeza, algo más especiales a la hermana, le toca a la Bruja, en la cercanía me siento lejísimos de ella, me despido triste y me voy y habiendo recorrido algo de calle, me llaman. Me giro ilusionado para ver el final bonito de una película en el que la Bruja corre hacia mi y... es la responsable del grupo, quiere saber mis datos, ya está. Mientras vuelvo a los mil transportes públicos pienso que si volviese a llover, cuadraría con este final.

jueves, 24 de octubre de 2013

Ya oscurecía

Me gustó volver a verla, no la solía ver o por lo menos en persona, solo para cosas concretas.
-¿te gusta?-Sabía que se refería a las mechas rojas que se había hecho en su cambiante pelo.
-Me encantan- Me miró mal, cualquier cosa relativamente buena que le dijese le molestaba, y mala también, había que permanecer en una línea verdaderamente fina que solía sobrepasar hacia el primer lado.
-¿Los has traído?- Dijo inclinando la cabeza de tal manera que su mirada tenía que atravesar su flequillo.
-Esto... ¿no se supone que los traías tu?- Sonrió, yo ya había sospechado que era una broma y ella había adivinado que yo lo había adivinado, a eso jugábamos, a ir poniéndonos delante del otro.
Todo había empezado con un juego, cómo no, pero el primer juego, el más sencillo de todos, era el que aún seguía sin entender.
Nos habíamos hecho pasar por gente que no eramos, nos habíamos colado en multitud de sitios y habíamos llegado a robar y a romper cosas, cuando yo pretendía que se rindiese, le proponía cosas como que se desnudase y ella para mi sorpresa, tras vacilar, lo hacía. Pero ella siempre devolvía los golpes, no de la misma manera, claro, pero con bastante inteligencia, cómo cuando me retó a no volver a ayudar a una persona jamás.
Hoy era el último juego, y era perfecto, simple y a la vez con un punto de magia que no tenía ningún otro.
Sacó de su mochila dos cuchillos de mango rojo y negro y filo centelleante, preciosos. Me tendió uno, lo cogí y nos fuimos cada uno a su posición. Ese bosque no era ni el suyo ni el mío, lo había encontrado yo en medio de ninguna parte, era bonito y ninguno lo conocíamos, perfecto para la ocasión.
Nos acercamos al centro, tengo que reconocer que sentía un escalofrío por todo el cuerpo, yo era más fuerte, si, pero ella más ágil y deportista hasta las dejas, más igualado de lo que pueda parecer.
-¿Una última frase? Algo épico para que todos te recuerden- Sus palabras goteaban burla
-Oh, claro, pues "lo tengo claro"- El odio pasó tan rápido por sus ojos que por poco me lo pierdo, y se vengó.
-Fallaste la primera prueba y Eso nunca fue ni será, Iluso-
Ya habíamos calentado el ambiente, nos abalanzamos el uno sobre el otro, como en todas las peleas todo pasó muy rápido, esquivé el golpe certero, lancé tres a dónde había estado y no dónde estaba, la esquivé y aproveché para rozarle el brazo provocando sangre pero fue una estratagema con la que me dio en el pecho. Poco habíamos hecho pero ya estábamos agotados y con un impulso de renovada energía, me dio una patada, lanzándome el cuchillo lejos, desarmándome. Me apoyé contra un tronco, se acercó fatigada y a punto de matarme, no lo hizo y entre lágrimas soltó.
-No, esto no es así, tenías que ganar y matarme, no debo quedar solo yo ¡¿Ahora qué hago?! ¿me comporto como una persona normal en un mundo que no tiene la magia de mis sueños?
Puso el arma lentamente en mis manos y prometo que ese ya no era yo, haciéndole caso fui a por su pecho y como la luz de un rayo, agarró mis manos, giró el arma y me la clavó en el pecho, cortándolo todo a su paso.
Sí, morí, ¿no se lo esperaban por estar narrando esta historia? no se que fue de ella, quizá se suicidase, cuadraría con lo que me dijo antes de venir aquí, no se, o quizá solo quería volver a su mundo antes de aparecer yo, eso me hace sentir triste. Solo le digo que cuando venga aquí traiga mantas, el frío es insoportable.

jueves, 17 de octubre de 2013

Cuchillo de filo negro

El hombre embutido en negro llama al timbre, nadie abre pero no vuelve a hacerlo, sabe que ella está nerviosa, probablemente cerca de la puerta, mirándola y pensando, meditando nerviosa una de las decisiones más importantes de su vida. Finalmente abre la puerta, está sorprendente mente tranquila, tendrá treinta y cinco años, se la ve joven y guapa, pelo rizado y moreno por los hombros, pero algo lo estropea todo, una sombra que cubre su rostro y la ausencia de una sonrisa que parece que hace mucho que no pasa por allí.
Ninguno dice nada, ella simple mente se aparta y él entra despacio, para no asustarla, y cierra la puerta tras él.


-¡AGH!- Choca el vaso contra la barra.
-Duro ¿eh?- Sonríe el dueño del bar.
-Calla coño, ¿Qué mierda es esta?- Pero aun así se le escapa una sonrisa. Arturo se levanta, le da la mano al dueño, amigo de hace ya varios años, y se marcha de allí. Al salir, Arturo ve el cielo nublado anunciando tormenta, cuando había entrado en el bar, estaba despejado, mal augurio. Anda lentamente hasta su casa, cansado del trabajo y las horas pasadas en el bar. De repente se pone a llover, acelera el paso. Pisa un charco, resbala y para no caer se apoya en la pared sintiendo un dolor punzante por todo el brazo y lo aparta rápidamente. Mientras se lo masajea bajo un portal recuerda de donde proviene el dolor.
Había sido un día especialmente duro, sin nada bueno relevante, en realidad nada relevante, ni bueno ni malo, un día vacío que le había hecho pensar en su situación, una situación carente completamente de emociones pero con tantas anclas echadas que era imposible cambiar o huir  el pensamiento le llegó a provocar malestar físico, náuseas. Cuando llegó a casa, la comida, la cena mejor dicho, estaba servida fría sobre la mesa, una menestra de verduras hecha hacía bastante rato, una comida que ya odiándola bien hecha, fría era incomestible. Se sintió abatido, vació el vaso de agua que se encontraba frente a él, pero hacía mucho que solo el alcohol le quitaba la sed. Después de marear lentamente la comida con el cubierto con la mente perdida mucho rato, entró María en la cocina, le preguntó secamente  por el plato y el contestó borde, empezó una discusión que se enlazó con otras y acabaron gritándose en el pasillo y tras soltar ella unas palabras que desempolvaban una realidad que se habían obligado a olvidar, él le contestó con una bofetada que por poco la derriba, ella se llevó la mano a la cara que le ardía, de repente se dio la vuelta, pensando en un bate que descansaba en el perchero de la entrada, pensado para asustar en caso de necesidad pero nunca utilizado. Arturo adivinó lo que iba a hacer así que alzó el brazo y lo bajó de cuajo y la golpeó malamente en la cabeza, María calló al suelo aparentemente sin sentido y Arturo, ahogando un grito, se agarró el brazo que le dolía tanto que pensó que el hueso se hubiese descolocado. Ella podía llegar a parecer muerta, tumbada boca abajo con el pelo revuelto pero empezó a arrastrarse lentamente hacia la entrada y él, Arturo, entre el dolor, la rabia y odio empezó a darle patadas, cada vez con más y más fuerza, por todo el cuerpo, hasta que se cansó y respirando fatigado vio que ahora no se movía nada, no era la primera vez que la pegaba, pero nunca tanto, agarró la puerta y anduvo varias manzanas hasta llegar a un bar donde nadie le conociese.  Regresó al día siguiente, María no estaba.

Eso había sido ya hacía casi dos semanas y no había sabido nada de ella, tendría que empezar a buscarla. Entra en el portal con los hombros empapados, sube las escaleras despacio, tiene cuarenta años pero su cuerpo es mucho más viejo. Llega arriba exhausto, sin aire, se apoya en las rodillas.
-Maldito edificio de mierda sin ascensor- murmura- que deprimente.
Tras un forcejeo con la cerradura, la puerta se abre. Entra y en la penumbra del pasillo, como en una película de miedo, recortada la figura de su mujer le observa, los ojos le brillan en la oscuridad. En el segundo de confusión, una sombra se coloca frente a él, la sombra le mira a los ojos a pocos centímetros de distancia. Y Arturo pierde la respiración, y no por el susto o el miedo, algo se lo impide. Da apenas dos pasos atrás y baja la vista para ver el mango de un cuchillo de cocina que sobresale de su cuerpo. Mira con ojos cargados de terror a la sombra, resulta ser un hombre vestido de negro que le mira a los ojos, muy serio. De repente se acuerda de ella y mira por encima del hombro del hombre a María que apenas ha abierto levemente la boca, ni un amago de movimiento. Arturo cae muerto. El hombre de oscuro extrae el cuchillo con cuidado, se lo da a Marta que lo coge con manos temblorosas y le indica dónde debe dejarlo caer, ella obedece.  El hombre observa las tres pequeñas gotas de sangre de su propia ropa, saca una jeringuilla, extrae algo de sangre del cuerpo inerte e imita las tres marcas en la ropa de María.
-Recuerda- Habla muy bajo pero con determinación- Estabas cortando verduras en la cocina, entró, saliste al pasillo, parecía borracho, se abalanzó sobre ti y se clavó el cuchillo. Horrorizada diste varios pasos hacia atrás y dejaste caer el arma, no, mejor no digas arma. Inmediatamente llamaste a la policía- Estiró el brazo y cogió un teléfono que reposaba en la mesa del pasillo y se lo puso en la mano- llama en veinte minutos.- Se dio la vuelta y con la mitad del cuerpo fuera ya, metió la cabeza y añadió
-Suerte- María no volvió a saber de él.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Alguien voló sobre el nido del cuco

Esto supuesta mente es una Z, para ella significa algo, yo... nunca he catalogado mis obras pero antes que llamarlas z, las hubiese llamado cedillas, esa letra que ya no está entre las nuestras, para mi tiene misterio y si escribo muy rápido en el ordenador, aveces sin querer se me cuela una al final de la frase, en estas ocasiones un amigo dice "la cedilla del poder", yo prefiero "la cedilla mágica".

Yo pensaba hablar de ella, de sus características y cualidades, por eso tardaba tanto en hacer esto, porque tenía que ordenar bastante información. Pero ahora... como buen iluso busqué su nombre y apellido en youtube y sin poner nada más, allí estaba ella. Me chocó mucho y alguna percepción de ella cambió en mi cabeza. No se vayan a pensar mal, patinaba genial sobre hielo, y en el primer vídeo, con esa ropa blanca, era una figura inspiradora. Lo que quiera que me pasase ocurrió en el segundo vídeo, era de la tele y llegaban a decir que era la campeona de España, paré en un momento el vídeo y me fijé en su cara para cerciorarme de que era ella. Con cara algo más joven, lo era.
Habré conocido al mejor de España de casi todos los deportes individuales, cada uno de su categoría, y siempre los he envidiado un poco, pero ella... Muchas cosas tenía, o más bien hacía, con las que me sentía verdaderamente identificado y junto con el misterio y magia con el que había aparecido (decir "en mi vida" suena demasiado empalagoso) la habían convertido en una persona con la que me gustaba mucho hablar aunque fuese un poco cada día. Me encantaba cuando decía cosas como "tu estás en mi pasillo VIP" o "eres diferente a muchos chicos" (lo entrecomillado son palabras suyas).
La verdad es que es una bruja y aunque es muy tierna en el fondo, lo recubre con una capa de malicia predeterminada. Le gusta "dos hombres y medio" y ahí la veo como la bailarina de ballet.

Es curioso, hace mucho descubrí que si escribes algo para una persona en concreto, le encantará aunque sea horrible, porque aunque sea basura el "ser especial" fascinará a esa persona, y eso pensaba hacer ahora, pero no, he cambiado de idea y le mostraré esta cedilla, digo z.

Una persona normal podría sacar de todo esto cien conclusiones, ella mil.
Aun recuerdo aquella vez que me pregunté "¿Pero qué narices?" "¿Qué hago yo aquí?" mientras impulsado por catapulta veía desde el cielo a Lucía y el entorno que le había imaginado. Definitivamente, alguien voló sobre el nido del cuco.