domingo, 20 de enero de 2013

Cuento subjetivo

Este relato es extraño y lo escribí sin querer, me regalaron en navidad un teclado para el ordenador que sustituyese al antiguo veterano y para probarlo hice esto.


Y estaba yo paseando por aquel desierto de hierbas y matojos altos cuando me fijé en el hombre azul vestido de negro que portaba una carpeta y un bombín plateado y que me dedicaba media sonrisa en la que faltaban algunos dientes y otros eran negros. Me saludaba con la mano que le quedaba libre. De repente se volvió color piel y le apareció una entrañable barba blanca.
Cascadas preciosas hacen hoy dijo mirando al cielo.
Y yo me vi obligado a acercarme a él y a entregarle un billete de cierto dinero que recibió mirando hacia otro lado pero con la mano abierta, queriendo lo que quería. Cuando se lo entregué dijo:
¿Te has fijado en que si alguien te dice “no eres nada” parece algo malo pero en realidad es bueno?aunque lo había expuesto en forma de pregunta no me dejó contestar y siguió hablando Pero en realidad te está diciendo que no eres nada y por lo tanto eres algo, y todo el mundo quiere ser algo, ¿no crees?
Yo, como era normal en estos casos, le golpee en el estómago y me puse a caminar sin rumbo por lo que ahora era un páramo de flores amarillas.
Me desperté bruscamente, pero aún seguía en un sueño y me tuve que despertar otras cinco veces, en tres de las cuales al despertarme me encontré con una monja pintada de rojo con un anillo azul, un rinoceronte sentado en un sillón leyendo prensa deportiva, que apenas inclinó hacia delante para echarme un breve vistazo, y un hombre que por su aspecto se notaba que había sido árbol hacía poco tiempo. La última vez que desperté me prometí que nunca más dormiría y aquí estoy, ya hace de aquello mucho, puede que unos veinte años, o veintiuno, pero seguro que no diecisiete.

miércoles, 9 de enero de 2013

Este fue un regalo de hace varios meses.



Y resultó que, hace muchos años, surgió de repente un simpático reino con bufón, castillo, rey y hasta princesa. La princesa desde muy niña no dejaba de sonreír y llenar de luz cada habitación por la que pasaba. Se le buscaron mil nombres pero cada uno de ellos se evaporaba por su propia simplicidad, al final, el mago que deambulaba por todos los cuentos buscando las respuestas a todo decidió que su nombre debía ser el viento transportando los murmullos que dejaba a su paso.

Pero por desgracia tanta cosa buena y felicidad atrajo a innumerables seres desagradables y malvados. Entre ellos se hizo destacar un dragón, que además tenía renombre entre los dragones. Este dio un ultimátum, o le entregaban a la princesa o acabaría con todos los habitantes del reino, incluida ella misma. El rey quedó paralizado del susto, el primer ministro se tiró por la ventana y los gloriosos caballeros se desnudaron, vistieron a sus escuderos con sus armaduras y salieron corriendo del reino. La princesa ante lo absurdo de la situación decidió entregarse, eso si, sin perder la sonrisa ni las ropas que llevaba, siempre iba perfecta.
Un príncipe llegó desesperado buscando un cuento donde poder meterse y pensó que esta era la suya. Cogió una gran espada, se vistió con sus mejores galas, siempre hay que ir guapo a rescatar princesas, y se dirigió a la guarida del dragón que casualmente había encontrado la cueva perfecta para sus fechorías.

La situación era la siguiente, el dragón estaba tumbado mirando al príncipe que temblaba espada en mano y la princesa, metida en una jaula que colgaba encima del dragón, suspiraba aburrida. Tras respirar pacientemente y tomarse su tiempo, el héroe en cuestión comenzó su ataque pero cada golpe rebotaba contra las duras escamas del dragón y este le derribaba con un dedo para reírse de él. La princesa harta de todo gritó que le tirase la espada a ella y cuando la cogió cortó de un tajo la cadena de la jaula que calló estrepitosamente sobre la cabeza del dragón. Al salir, la princesa se sacudió el vestido, estampó la espada contra el pecho del caballero que la miraba incrédulo y volvió a casa tarareando una canción

Breve sueño para alimentar al perro

Este cuento es de hace tres años.


Él me mira, quiere comerme, lo desea. No expresa sentimiento alguno pero yo lo sé. Estoy sentado en la cama y él frente a mí, a unos cinco metros. La criatura, sí, eso, la criatura, así se llamará, me tiene asustado. De vez en cuando mueve la cola o produce algún sonido extraño con la boca, a veces demasiado alto. Pero por lo general está inmóvil.
Tiene dos grandes orejas que le cubren parte del rostro, pero sus ojos, sí, eso, son sus ojos, me tienen confundido, son ellos los que me quieren comer. La nariz de la criatura es negra y de ella procede su rítmico sonido de respiración, y más abajo están sus inmensos colmillos, sus poderosas armas de destrucción, pero que no son nada sin las órdenes de los ojos. Está sobre cuatro patas, por raro que parezca, de la misma altura.
Suena un chasquido, creo que ha empezado su ataque, pero la criatura mueve la cabeza hacia un lado, yo también, y me doy cuenta de que procede de la ventana. Al otro lado hay un felino con bigote manchado de amarillo que me mira también, ¿me querrá comer? De un salto desaparece. Cruzo una extraña mirada con él. No pasará nada por un sueño corto, me tumbo. Al día siguiente amanezco muerto.

martes, 8 de enero de 2013

Relato Erótico

Este es un relato que escribí en verano del que me siento orgulloso.



Ocurrió cuando yo tenía quince años, no sabía nada de la vida y menos aún del sexo. Es verdad que a mi edad se pueden encontrar madres y hombres de la casa en otras culturas pero no me culpen, soy iluso por naturaleza. No se vayan a creer algo que no es, yo si que me había masturbado y había compartido mis labios con algunas chicas, pero ahí terminaba mi currículum.
Trabajaba para la señora Moi, aunque el que pagaba era el señor Moi. Mi trabajo consistía en acompañarla a todos lados, llevarle las bolsas o cualquier peso que no fuese su pequeño bolso, hacerle recados y, de alguna manera protegerla. Yo vestía como un criado del siglo XVIII o XIX, muy extravagante todo, pero ya me había acostumbrado y por el precio que me pagaban llevaría hasta una faldita rosa.
Ocurrió hace diez años.
No me acuerdo del mes ni el día pero la escena la recuerdo como si acabara de suceder hace apenas unos minutos, cada olor, cada pensamiento y cada detalle.
Había llegado de Comprar con Susan Moi a su inmenso piso del centro, su marido creo que no estaba en la ciudad o el país. Ella quiso echarse una siesta. Se cerraron las puertas de castaño de su habitación y yo me quedé en la sala de al lado. Se me relajaron los hombros, me quité un par de brillantes gotas de sudor de la frente y me senté aburrido en una mesa de una sola silla a ojear vagamente una revista. No se cuanto tiempo habría transcurrido, seguramente unos veinte minutos, pero que pesados veinte minutos, cuando lo oí. Era como un grito al que le faltaba energía pronunciando una “a”, como... un gemido. Nada más oírlo me puse de pie de un salto instintivamente, volví a oírlo dos, tres veces y cada una con un mayor grado de intensidad que el anterior. Al final reuní las fuerzas suficientes para acercarme a la puerta lentamente, llamar dos veces de manera suave con los nudillos, aclarar un poco la garganta y preguntar con un hilo de voz -¿Señora Moi?-Tragué saliva-¿Está usted bien?
-Si cariño- Me respondió una dulce voz- Hazme un favor ¿Quieres? Tráeme la cajita plateada de mi baño y un vaso de agua fría.-
Volví a llamar esta vez equipado con lo que me había pedido para oír un “adelante”, volví a tragar saliva.
Ella estaba tumbada de lado en la cama, mirándome, vestía con un albornoz blanco y su mano derecha hacía girar el cinturón del mismo, en un movimiento distraído.
-Acércate- lo hice- vamos, no muerdo.-
Su sonrisa era preciosa, no era total, solo media y me encantaba.
-¿Cómo te llamas?- Aunque en mi cabeza resonó mi nombre con total musicalidad, salió de mi boca a tropezones. Ella rió y dijo “me gusta”. Más tarde me indignaría pensar que después del tiempo que había trabajado para ella, no lo supiese.
-Anda, bebe un poco de agua- me fijé en que todavía tenía el vaso en una mano y la caja en la otra. Bebí y deposité ambas cosas en la mesita de cama después de que me hiciese un gesto con la cabeza.
-Ven, siéntate- Se incorporó un poco y golpeó dos veces con la mano un lado cercano a la almohada mientras ella estaba a los pies. Al sentarme me fascinaron sus ojos, no se si sería por como me miraba o porque esta vez no estaba vestida con caros vestidos sino con una simple bata.
-Dime ¿Eres virgen?-
-¡No!- El que la palabra se me escapase cual bala de los labios me delató y la hizo sonreír. Y mientras sonreía y sin apartar su mirada de mí, sus manos fueron lentamente hasta el nudo de su albornoz y lentamente lo deshizo. Cuando terminó, apartó las manos y se abrió solo y mis ojos degustaron la mayor de las maravillas. Sus pechos eran redondos, perfectos. Grandes y sin llegar a serlo demasiado, se mantenían firmes y sin asomo de decadencia, sus pezones no eran pequeños, eran algo oscuros y parecían tener muy buen sabor. El albornoz no dejaba ver del ombligo para abajo pero aún así algo se hizo fuerte en mi pantalón, y ella lo notó. Se agachó y con manos hábiles que sabían lo que hacían desabrochó mis pantalones rojos de criado y dejó al descubierto mi miembro erguido, con la punta algo brillante, sonrosado y reinando sobre mi vello púbico. Instantáneamente sus manos agarraron mi pene y la solo sensación me encantó, me pareció maravillosa, la calidad de sus manos ahí, pero no paró, las movió de arriba abajo y cuando vio la magia de sus acciones reflejada en mi rostro, se agachó e introdujo mi pene en su boca. El placer era tal que apoyé mi cabeza en la almohada, cerré los ojos y gocé, pero al cabo de un rato paró, yo enfadado por la detención de mi mundo de placer, me recosté sobre un codo y la miré para ver como se terminaba de quitar el albornoz y dejar al descubierto algo que tenía muchísimo más misterio que sus oscuros pechos. Tenía algo de pelo en el pubis, pero era muy poco, como dejado ahí aposta y yo al verla de rodillas frente a mi, con toda la magnitud de se cuerpo desnudo, comprendí que había sido un egoísta al intentar volar yo solo. Pero ella se me adelantó, avanzó de rodillas hasta ponerse encima de mí y su mano cogió mi miembro y con suma delicadeza lo introdujo dentro de ella mientras levantaba la cara hacia el techo, cerraba los ojos y exhalaba un suspiro. La sensación era agradable, sobretodo al sentir lo húmeda que estaba, pero prefería lo de la boca, hasta que empezó a moverse. Se movía de arriaba abajo y de alante a atrás mientras emitía unos gemidos que, con los labios apretados, parecían ser para ella y no para el resto del mundo. Sus ojos estaban cerrados pero los míos no podían dejar de mirar sus pechos y en especial, sus pezones que se movían constantemente y parecían hacerlo a cámara lenta. Las sensaciones que estaba sintiendo eran, para mi, nuevas y explosivas. Sentía una especie de presión en el pene, pero no me molestaba en absoluto, solo quería que no parase. No se como mis manos acabaron en sus piernas, cerca se su culo, al que quería llegar y, como no, ella debió adivinarlo porque, todavía con los ojos cerrados, sonrió y guió mis manos hasta su redondo culo de piel suave, en el que podía seguir los movimientos de aquella valkiria que cabalgaba sobre mi. Pero aquello no podía durar, quería sentir sus senos en contacto con mi piel y aunque estábamos follando me daba vergüenza apartar mis manos de sus imparables nalgas para coger sus tetas, así que lo que hice fue poner mis manos en su espalda y atraerla hacia mí con lo que se inclinó, abrió los ojos y me mordió una oreja. Entonces ocurrió algo nuevo, decidí tomar yo el control. Agarré su espalda con más fuerza y giré de manera que acabé por estar encima, todavía dentro de ella y con cada mano a un lado de su cabeza mientras que ella tenía los brazos en forma de “L” hacia arriba dando una sensación de sumisión total.
-Pensaba que no mordías- Dije y ella movió rápidamente el cuello hacia delante para darme un brevísimo beso en los labios y volver rápidamente a su posición inicial con una sonrisa angelical de pura inocencia. En todas las veces que estuve con ella me ha dado besos y dejado saliva en todas partes de mi cuerpo pero aquel fue el único beso que me ha dado en la boca.
Lamentablemente no me dejó liberarme dentro de ella pero eso no le resta resplandor a aquella velada.
Cuando terminamos, cogió la cajita de metal plateada y de ahí sacó un cigarrillo blanco que fumó mientras se ponía el albornoz sobre los hombros aunque sin tapar nada esencial de su divina figura, yo por mi parte me senté abatido y pensé que nunca la había visto fumar.
Nos vimos más veces, desnudos quiero decir, y cada vez se mostró como una maestra con ímpetu en que yo aprendiera y yo desarrollé mis técnicas e incluso hice cosas que llegaron a impresionarla y gustarla de veras.
En cierta ocasión le conté lo de que estaría dispuesto a ponerme una falda rosa, ella se lo tomó en serio y me consiguió una. Me hizo bailar con ella y después de reír a gusto, me folló sin compasión.

Tiempos de Cambio


Puños, pancartas, gritos al viento,
gente cabreada, miradas ardiendo,
los que antes mandaban, ahora tienen miedo
y es lo normal, el aire trae fuego

Te quitan dinero, te echan a la calle.
¿Una hipoteca? Ya te han marcado.
¿Y los banqueros? Son algo sagrado.
¡Mientras tú no tienes a nadie!

Oh, vieja Libertad de la historia francesa,
con pecho desnudo y bandera enhiesta,
¿qué pasó contigo, tu fuerza guerrera?
Otros dicen actúa, yo digo piensa.

La gente se mueve, se oyen sus pasos
que hacen temblar los malos estados,
los afectos son otros, ahora han cambiado
¡la decisión no se conforma con un simple enfado!

Quiero vivir en tiempos de cambio,
no retroceder al mismo pasado.
No soy inmigrante, ni negro ni blanco,
si me callas la voz, ¡gritaré más alto!

¿Sientes miedo? Aquí todos lo tienen,
quizá debamos superar las palabras,
quizá enfrentarse a las sombras con dientes,
lo claro es avanzar y no caer de espaldas.

No depende de política o cultura,
tampoco de edad, levántate y lucha,
faltará de todo, pero energía hay mucha.
Esto son palabras, la decisión es tuya

Presentación

Hola, soy un chico joven dedicado a los estudios al que le gusta escribir, lo que no quiere decir que se me de bien, y por lo tanto en este blog quiero dejar algunos de mis escritos ya hechos, publicar los que están por venir e incluso hacer alguno exclusivamente para él. Todo esto no quiere decir que no cambie de opinión o que publique algo completamente diferente en alguna ocasión.
Me gustaría mucho y me resultaría muy importante e interesante que dejaseis un comentario con vuestra opinión en lo que leáis aquí.
Por último decir sobre mí que desde pequeño me atreví a fantasear con ganarme la vida escribiendo, una vida tranquila, sin jefes directos, sin injusticias laborales...
¡Pero lo único que espero ahora es que disfrutéis con este blog!


12/02/2014

Esto está sucio y lleno de polvo. No voy a borrar lo anterior porque tal vez sería una falta de respeto a mi Yo pasado, aunque como creo que empezaba (ni me molesto en leerlo para no tener que poner muecas) no sabía qué poner, al igual que pasa ahora. Bueno, disfruten (o no, eso ya me da un poco igual con los años) y comenten, que eso no estaría de más...



2/9/2015

La verdad es que puedo estar orgulloso de este blog, pues la calidad ha ido creciendo de una forma clara. Pero lo que de verdad me llena de orgullo es la cantidad de entradas publicadas, entradas de todo tipo que no tienen por qué tener un patrón común. Pido por favor que se pongan comentarios, tanto para cosas buenas como malas (existe la opción de publicar en anónimo), y espero que disfruten de lo que lean.


6/5/2016

Siento que voy escribiendo mejor y a la vez distanciando de lo que hacía antes. Ahora escribo menos pero cosas algo más complejas, relatos más relatos. Pero escribo menos y juego menos y no sé si disfruto más o menos. En fin, a ver si repaso un poco lo antiguo, así he llegado aquí. Leed sin prisas, espero que disfrutéis. Recordad, los comentarios siempre están mejor que mal.