miércoles, 9 de enero de 2013

Breve sueño para alimentar al perro

Este cuento es de hace tres años.


Él me mira, quiere comerme, lo desea. No expresa sentimiento alguno pero yo lo sé. Estoy sentado en la cama y él frente a mí, a unos cinco metros. La criatura, sí, eso, la criatura, así se llamará, me tiene asustado. De vez en cuando mueve la cola o produce algún sonido extraño con la boca, a veces demasiado alto. Pero por lo general está inmóvil.
Tiene dos grandes orejas que le cubren parte del rostro, pero sus ojos, sí, eso, son sus ojos, me tienen confundido, son ellos los que me quieren comer. La nariz de la criatura es negra y de ella procede su rítmico sonido de respiración, y más abajo están sus inmensos colmillos, sus poderosas armas de destrucción, pero que no son nada sin las órdenes de los ojos. Está sobre cuatro patas, por raro que parezca, de la misma altura.
Suena un chasquido, creo que ha empezado su ataque, pero la criatura mueve la cabeza hacia un lado, yo también, y me doy cuenta de que procede de la ventana. Al otro lado hay un felino con bigote manchado de amarillo que me mira también, ¿me querrá comer? De un salto desaparece. Cruzo una extraña mirada con él. No pasará nada por un sueño corto, me tumbo. Al día siguiente amanezco muerto.

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