Todo el mundo lo repetía, pero en el fondo nadie llegó a creerlo. Por eso todos se refugiaron aquí.
viernes, 27 de diciembre de 2013
Autodestrucción.
¿Se han sentido alguna vez así? Perdidos de alguna forma, pero sin saber cómo, por qué y sin tener una lejana idea de cómo encontrarse. Llenando el tiempo con lo más fácil y menos productivo que se puede encontrar. Sentirse mal, cansado e irascible. Tantas cosas hay que cuestan un esfuerzo sobre humano. Te sigues duchando y lavando los dientes pero por lo demás te descuidas, descuidas tu cuerpo, no te afeitas, te vistes de la peor forma posible... De alguna forma quieres estar así, es todo más fácil. Piensas en romper o no mantener cosas, porque así todo será más fácil, más sencillo. Sientes impotencia, una impotencia grande, que lleva consigo la pesada losa de la incógnita, desconoces, y eso es peor. Todo te cansa, todo lo odias, y por eso no quiero seguir escribiendo.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Poeta amargado en la barra de un bar, a la calle.
No entiendo esas canciones en las que alguien que no ha sido correspondido o ha sido despachado en el amor llora y quiere que la otra persona vuelva. Tampoco entiendo a los que esos momentos de tristeza les provocan un ansia por hacer poemas o lo que sea.
Yo me enfado ¿por qué? porque miro las cosas tras una bofetada en la cara y comprendo que para que hayan llegado a ese punto, algo ha fallado en el proceso, como en un largo problema de matemáticas, pero al igual que en este, el fallo puede estar nada más empezar o durante en el proceso. Entonces lo buscas, el fallo digo, y ¡tachan! ahí está, siempre está. ¿Y ahora? ya no es tan fácil como tacharlo y terminar correctamente el ejercicio, aquí puede ser problema tuyo, suyo o vuestro. Y ahora, lo divertido, ver si e puede arreglar, si de verdad quieres arreglarlo, si al ser una cosa suya debes aguantarte, si debes rebajar tu honor, si por no hacerlo acabas con todo...
Oh, tómense un tiempo, o corten y más tarde vuelvan, que bonito volverá a ser todo ¿eh? ya no habrá problemas o los habrán ahogado esperando que no sea pronto cuando refloten. Bueno, pues si la relación llega a romperse, todo cambiará. Da igual que dependa del más fino de los hilos, cuando llegue ese momento lucha, o déjalo sabiendo que será para siempre.
Pero tampoco continúes con algo que te hace daño, o que te agota, o que no sabes si quieres de verdad.
Pisa el primer día, todo tan bonito, esa emoción que no sabes que es y que hay tanta en ti, pisa el último... ¿Curioso verdad? ¿y qué cura esto? en mi opinión una gran obra, pero no como las de los poetas que nombraba antes, una obra (en mi caso sería la escritura) que con cada palabra que hagas te alejes más de esa persona, crezcas un poco más y estés más tranquilo.
Buenas noches, dueño del bar, como puede ver hoy solo he bebido agua y dos refrescos, páseme el sombrero que no tengo pensado volver a venir aquí.
domingo, 3 de noviembre de 2013
Atrápalo, atrapa al conejo rosa
Detalles, siempre cuidando los detalles. Me corté, eso me pasa por afeitarme la misma mañana, mi regla es hacerlo dos días antes de las fechas señaladas. Recuerdo que me dijo que prefería afeitado, que asco, sin mi irregular barba tengo cara de niño. Me gusta vestir bien, no en el sentido global de "vestir bien" sino que a mi me guste como voy, por eso cogí la camiseta negra de la otra casa, a cambio de ese puntazo se me olvidó cambiar mis vaqueros por unos que no tuviesen un agujero en la entrepierna.
-¿Ya te vas?
-Que va, aun no me han llamado- ¿Y si la había entendido mal y yo tenía que ir y ella me avisaba dónde estaban? Creía que tenía que esperar la llamada para salir, envié un mensaje y al poco recibí una llamada de la hermana con la risa de ella de fondo. Perfecto, estaba la hermana, menos desconocidos a los que enfrentarme. Me despedí de mi propio hermano y de camino al Retiro compré cuatro chicles y descubrí como mi reproductor de música finalmente había muerto. Me moví rápido por el metro y aun más por la tierra, Ibiza, curiosa parada, el día anterior había visto un programa sobre la isla, no me gusta ese tipo de fiesta. Genial, llego a dónde están las barcas para encontrarme con hormigueros de personas ¿cómo se supone que les voy a encontrar? Si llamaba perdería el factor sorpresa... anda, ahí están. El chico muy majo y la salamanquesa también, lo bueno es que para haber conseguido esas becas habían tenido que sacar muy buenas notas, y con esa gente me suelo llevar bien. Buena velada, me dio la impresión de que me integré bien, aunque claro, habiendo solo un chico, le gustó tener a alguien en quien apoyarse. Nos medio perdimos absurdamente, mostré mi cultura general, ella sacó dos destornilladores ¡está loca! nah, no lo está, sé que es el morbo de llevarlos. Apenas la pude apartar para decirle un par de cosas, se pegaba a los demás como un niño tras las piernas de su madre. Oh, la polémica carrera, iba delante y por eso frené un poco, me adelantó y por culpa del camión de la basura me tuve que poner detrás y ganó. En un momento ya le hablé del reto del beso y por la conversación general parecía que no quería, que si acaso quería una ella encerrada en una habitación lejana, nada. Nos despedimos, juego de manos con él, guiño y besos a la hermana y besos y un par de buenas palabras a la salamanquesa. A Ella solo un adiós lo más seco posible.
Cuando ya me estoy marchando oigo un "espera", no es muy fuerte pero lo oigo porque lo estaba esperando.
-No te has despedido.
-He dicho adiós- nos acercamos.
-Ya, pero...
Me acerco para darle un beso en la mejilla y se gira hacia mí, me aparto un poco, muy poco, poquísimo, me acerco, nos besamos. Qué sorpresa, yo pensaba que apenas me rozaría los labios y huiría, en cambio es un buen beso, y qué labios tiene, ya los tenía yo fichados. Se despide, ni siquiera entiendo lo que dice. De camino al metro la gente a mi paso se ponía las gafas de sol, si no, mi sonrisa les habría deslumbrado. Rato después recibo un mensaje:
"¿ A qué sabe un conejo rosa ?"
-¿Ya te vas?
-Que va, aun no me han llamado- ¿Y si la había entendido mal y yo tenía que ir y ella me avisaba dónde estaban? Creía que tenía que esperar la llamada para salir, envié un mensaje y al poco recibí una llamada de la hermana con la risa de ella de fondo. Perfecto, estaba la hermana, menos desconocidos a los que enfrentarme. Me despedí de mi propio hermano y de camino al Retiro compré cuatro chicles y descubrí como mi reproductor de música finalmente había muerto. Me moví rápido por el metro y aun más por la tierra, Ibiza, curiosa parada, el día anterior había visto un programa sobre la isla, no me gusta ese tipo de fiesta. Genial, llego a dónde están las barcas para encontrarme con hormigueros de personas ¿cómo se supone que les voy a encontrar? Si llamaba perdería el factor sorpresa... anda, ahí están. El chico muy majo y la salamanquesa también, lo bueno es que para haber conseguido esas becas habían tenido que sacar muy buenas notas, y con esa gente me suelo llevar bien. Buena velada, me dio la impresión de que me integré bien, aunque claro, habiendo solo un chico, le gustó tener a alguien en quien apoyarse. Nos medio perdimos absurdamente, mostré mi cultura general, ella sacó dos destornilladores ¡está loca! nah, no lo está, sé que es el morbo de llevarlos. Apenas la pude apartar para decirle un par de cosas, se pegaba a los demás como un niño tras las piernas de su madre. Oh, la polémica carrera, iba delante y por eso frené un poco, me adelantó y por culpa del camión de la basura me tuve que poner detrás y ganó. En un momento ya le hablé del reto del beso y por la conversación general parecía que no quería, que si acaso quería una ella encerrada en una habitación lejana, nada. Nos despedimos, juego de manos con él, guiño y besos a la hermana y besos y un par de buenas palabras a la salamanquesa. A Ella solo un adiós lo más seco posible.
Cuando ya me estoy marchando oigo un "espera", no es muy fuerte pero lo oigo porque lo estaba esperando.
-No te has despedido.
-He dicho adiós- nos acercamos.
-Ya, pero...
Me acerco para darle un beso en la mejilla y se gira hacia mí, me aparto un poco, muy poco, poquísimo, me acerco, nos besamos. Qué sorpresa, yo pensaba que apenas me rozaría los labios y huiría, en cambio es un buen beso, y qué labios tiene, ya los tenía yo fichados. Se despide, ni siquiera entiendo lo que dice. De camino al metro la gente a mi paso se ponía las gafas de sol, si no, mi sonrisa les habría deslumbrado. Rato después recibo un mensaje:
"¿ A qué sabe un conejo rosa ?"
sábado, 26 de octubre de 2013
Como en una película
Era completamente como en una película, y lo mejor es que era verdad. Ahí estaba yo, en el bus, escuchando música. Y pensar que apenas veinte minutos antes estaba agotado del día y le había dicho a mi padre que me iba a quedar en casa a descansar para un fin de semana que se presentaba duro. Pensar rápido y apuntarse a la primera ocasión, eso es lo que había hecho que yo estuviese allí ¿y verla? pues eso no tanto, porque para ello quizá tendría que haberme mentalizado ¿qué se le iba a hacer? allí estaba yo, rumbo a lo desconocido.
Toda la lluvia que había caído ese día no me había puesto melancólico como de costumbre.
En el bus me encontré con una conocida, Nadia, aún incompleta en su historia, rompió la relación de un grupo de amigas delante de mis ojos. En realidad no era mi Nadia, bueno, sin "mi", porque decían que iba a tardar por estar aun preparándose, cuando la chica que yo conozco es más seria y puntual. Oh, qué diablos, el lugar al que voy en Renfe está en medio de lineas sin indicar bien cómo llegar, bajé y subí las escaleras como cuatro veces, y acabé teniendo que improvisar por haber olvidado lo que me dijo el hombre de información, me daba vergüenza volver a preguntarle, aunque de la expedición obtuve un mapa.
En el tren no encontré la casa que buscaba por la ventana, pero pude escuchar varias vidas ajenas, no es ser cotilla, es ser curioso, si quieres escribir, viaja en transporte público. También se me sentó al lado un esquizofrénico y de alguna manera me hizo ilusión por haber estudiado esa enfermedad en clase hace poco.
Bien, tenía casi una hora para encontrar el lugar de los libros, acabé en un pequeño centro comercial de seis tiendas, la mitad peluquerías, un lugar perfecto para película de miedo, allí solo vi a una persona viva. Al salir allí seguía el chico de mirada perdida al que había juzgado como posible futuro compañero en eso que iba a hacer, que aun no lo sabía muy bien.
Que listo fui cuando acabé en Alejandría, pero faltaban cuarenta minutos, así que tras cerciorarme de que era el lugar, fui a un banco, donde disfrute de las raras miradas de los vecinos, del cartel sin valor de la iglesia, de escribir un par de frases y de desearle las buenas tardes a una amiga.
Oh, faltaban diez minutos, entré en la librería y salvé el tiempo que quedaba curioseando libros, maldito escritor borde, el karma habrá hecho que pese a tu deliciosa trilogía, tu nuevo libro no me llamase para nada.
Alguien entró, joven, seguro que era del grupo, yo seguí a lo mío.
Más ruido, me giro, y me vuelvo a dar cuenta de que estoy en una película cuando tres chicas se apartan para que se sorprenda la Bruja al verme allí, se acerca, es una película cursi de amor, no me digan que no, solo que ella no saluda como me espero ni yo me acuerdo en el momento de decir la frase que había pensado en el bus. Es muy curioso que no noto una grandísima diferencia entre ella real y ella al otro lado de la pantalla, que curioso que tras saludar a las otras chicas una se quede atrás, claro, es que es la hermana y no sabe que relación mantener conmigo. En un momento la acompaño arriba, durante las escaleras le digo la frase pensada, apenas la aprecia, da igual, oírla ahora la hace cursi. Arriba comentamos algún libro, curiosidades y yo la hago reír. Esa intimidad repentina, de haber sido película habría habido beso, pero es realidad y hay gente que debo conocer.
La reunión es interesante, hago alguna broma, me presento, cotilleo con la Bruja y entablo amistad con su hermana. Buena tarde en todos los sentidos solo que al final lo estropeo. En mi juego por sorprender a la hermana, comento que vi al Profesor, eso no lo podía haber dicho, pertenecía a los juegos de cuchillo. La Bruja se enfada y yo me siento durante un segundo partido en diez, desesperado, queda poco para que me vaya y no la puedo dejar enfadada, además tiene razón, la hermana me aconseja alagar la chaqueta, lo hago, pero no mintiendo, nombro las cosas que me gustan, y entre eso, una broma y un chantaje, vuelve a sonreír, pero se que todo no ha pasado aun, hasta que llegue a casa y vea mis mensajes nada.
Dos besos por cabeza, algo más especiales a la hermana, le toca a la Bruja, en la cercanía me siento lejísimos de ella, me despido triste y me voy y habiendo recorrido algo de calle, me llaman. Me giro ilusionado para ver el final bonito de una película en el que la Bruja corre hacia mi y... es la responsable del grupo, quiere saber mis datos, ya está. Mientras vuelvo a los mil transportes públicos pienso que si volviese a llover, cuadraría con este final.
jueves, 24 de octubre de 2013
Ya oscurecía
Me gustó volver a verla, no la solía ver o por lo menos en persona, solo para cosas concretas.
-¿te gusta?-Sabía que se refería a las mechas rojas que se había hecho en su cambiante pelo.
-Me encantan- Me miró mal, cualquier cosa relativamente buena que le dijese le molestaba, y mala también, había que permanecer en una línea verdaderamente fina que solía sobrepasar hacia el primer lado.
-¿Los has traído?- Dijo inclinando la cabeza de tal manera que su mirada tenía que atravesar su flequillo.
-Esto... ¿no se supone que los traías tu?- Sonrió, yo ya había sospechado que era una broma y ella había adivinado que yo lo había adivinado, a eso jugábamos, a ir poniéndonos delante del otro.
Todo había empezado con un juego, cómo no, pero el primer juego, el más sencillo de todos, era el que aún seguía sin entender.
Nos habíamos hecho pasar por gente que no eramos, nos habíamos colado en multitud de sitios y habíamos llegado a robar y a romper cosas, cuando yo pretendía que se rindiese, le proponía cosas como que se desnudase y ella para mi sorpresa, tras vacilar, lo hacía. Pero ella siempre devolvía los golpes, no de la misma manera, claro, pero con bastante inteligencia, cómo cuando me retó a no volver a ayudar a una persona jamás.
Hoy era el último juego, y era perfecto, simple y a la vez con un punto de magia que no tenía ningún otro.
Sacó de su mochila dos cuchillos de mango rojo y negro y filo centelleante, preciosos. Me tendió uno, lo cogí y nos fuimos cada uno a su posición. Ese bosque no era ni el suyo ni el mío, lo había encontrado yo en medio de ninguna parte, era bonito y ninguno lo conocíamos, perfecto para la ocasión.
Nos acercamos al centro, tengo que reconocer que sentía un escalofrío por todo el cuerpo, yo era más fuerte, si, pero ella más ágil y deportista hasta las dejas, más igualado de lo que pueda parecer.
-¿Una última frase? Algo épico para que todos te recuerden- Sus palabras goteaban burla
-Oh, claro, pues "lo tengo claro"- El odio pasó tan rápido por sus ojos que por poco me lo pierdo, y se vengó.
-Fallaste la primera prueba y Eso nunca fue ni será, Iluso-
Ya habíamos calentado el ambiente, nos abalanzamos el uno sobre el otro, como en todas las peleas todo pasó muy rápido, esquivé el golpe certero, lancé tres a dónde había estado y no dónde estaba, la esquivé y aproveché para rozarle el brazo provocando sangre pero fue una estratagema con la que me dio en el pecho. Poco habíamos hecho pero ya estábamos agotados y con un impulso de renovada energía, me dio una patada, lanzándome el cuchillo lejos, desarmándome. Me apoyé contra un tronco, se acercó fatigada y a punto de matarme, no lo hizo y entre lágrimas soltó.
-No, esto no es así, tenías que ganar y matarme, no debo quedar solo yo ¡¿Ahora qué hago?! ¿me comporto como una persona normal en un mundo que no tiene la magia de mis sueños?
Puso el arma lentamente en mis manos y prometo que ese ya no era yo, haciéndole caso fui a por su pecho y como la luz de un rayo, agarró mis manos, giró el arma y me la clavó en el pecho, cortándolo todo a su paso.
Sí, morí, ¿no se lo esperaban por estar narrando esta historia? no se que fue de ella, quizá se suicidase, cuadraría con lo que me dijo antes de venir aquí, no se, o quizá solo quería volver a su mundo antes de aparecer yo, eso me hace sentir triste. Solo le digo que cuando venga aquí traiga mantas, el frío es insoportable.
-¿te gusta?-Sabía que se refería a las mechas rojas que se había hecho en su cambiante pelo.
-Me encantan- Me miró mal, cualquier cosa relativamente buena que le dijese le molestaba, y mala también, había que permanecer en una línea verdaderamente fina que solía sobrepasar hacia el primer lado.
-¿Los has traído?- Dijo inclinando la cabeza de tal manera que su mirada tenía que atravesar su flequillo.
-Esto... ¿no se supone que los traías tu?- Sonrió, yo ya había sospechado que era una broma y ella había adivinado que yo lo había adivinado, a eso jugábamos, a ir poniéndonos delante del otro.
Todo había empezado con un juego, cómo no, pero el primer juego, el más sencillo de todos, era el que aún seguía sin entender.
Nos habíamos hecho pasar por gente que no eramos, nos habíamos colado en multitud de sitios y habíamos llegado a robar y a romper cosas, cuando yo pretendía que se rindiese, le proponía cosas como que se desnudase y ella para mi sorpresa, tras vacilar, lo hacía. Pero ella siempre devolvía los golpes, no de la misma manera, claro, pero con bastante inteligencia, cómo cuando me retó a no volver a ayudar a una persona jamás.
Hoy era el último juego, y era perfecto, simple y a la vez con un punto de magia que no tenía ningún otro.
Sacó de su mochila dos cuchillos de mango rojo y negro y filo centelleante, preciosos. Me tendió uno, lo cogí y nos fuimos cada uno a su posición. Ese bosque no era ni el suyo ni el mío, lo había encontrado yo en medio de ninguna parte, era bonito y ninguno lo conocíamos, perfecto para la ocasión.
Nos acercamos al centro, tengo que reconocer que sentía un escalofrío por todo el cuerpo, yo era más fuerte, si, pero ella más ágil y deportista hasta las dejas, más igualado de lo que pueda parecer.
-¿Una última frase? Algo épico para que todos te recuerden- Sus palabras goteaban burla
-Oh, claro, pues "lo tengo claro"- El odio pasó tan rápido por sus ojos que por poco me lo pierdo, y se vengó.
-Fallaste la primera prueba y Eso nunca fue ni será, Iluso-
Ya habíamos calentado el ambiente, nos abalanzamos el uno sobre el otro, como en todas las peleas todo pasó muy rápido, esquivé el golpe certero, lancé tres a dónde había estado y no dónde estaba, la esquivé y aproveché para rozarle el brazo provocando sangre pero fue una estratagema con la que me dio en el pecho. Poco habíamos hecho pero ya estábamos agotados y con un impulso de renovada energía, me dio una patada, lanzándome el cuchillo lejos, desarmándome. Me apoyé contra un tronco, se acercó fatigada y a punto de matarme, no lo hizo y entre lágrimas soltó.
-No, esto no es así, tenías que ganar y matarme, no debo quedar solo yo ¡¿Ahora qué hago?! ¿me comporto como una persona normal en un mundo que no tiene la magia de mis sueños?
Puso el arma lentamente en mis manos y prometo que ese ya no era yo, haciéndole caso fui a por su pecho y como la luz de un rayo, agarró mis manos, giró el arma y me la clavó en el pecho, cortándolo todo a su paso.
Sí, morí, ¿no se lo esperaban por estar narrando esta historia? no se que fue de ella, quizá se suicidase, cuadraría con lo que me dijo antes de venir aquí, no se, o quizá solo quería volver a su mundo antes de aparecer yo, eso me hace sentir triste. Solo le digo que cuando venga aquí traiga mantas, el frío es insoportable.
jueves, 17 de octubre de 2013
Cuchillo de filo negro
El hombre embutido en negro llama al timbre, nadie abre pero no vuelve a hacerlo, sabe que ella está nerviosa, probablemente cerca de la puerta, mirándola y pensando, meditando nerviosa una de las decisiones más importantes de su vida. Finalmente abre la puerta, está sorprendente mente tranquila, tendrá treinta y cinco años, se la ve joven y guapa, pelo rizado y moreno por los hombros, pero algo lo estropea todo, una sombra que cubre su rostro y la ausencia de una sonrisa que parece que hace mucho que no pasa por allí.
Ninguno dice nada, ella simple mente se aparta y él entra despacio, para no asustarla, y cierra la puerta tras él.
-¡AGH!- Choca el vaso contra la barra.
-Duro ¿eh?- Sonríe el dueño del bar.
-Calla coño, ¿Qué mierda es esta?- Pero aun así se le escapa una sonrisa. Arturo se levanta, le da la mano al dueño, amigo de hace ya varios años, y se marcha de allí. Al salir, Arturo ve el cielo nublado anunciando tormenta, cuando había entrado en el bar, estaba despejado, mal augurio. Anda lentamente hasta su casa, cansado del trabajo y las horas pasadas en el bar. De repente se pone a llover, acelera el paso. Pisa un charco, resbala y para no caer se apoya en la pared sintiendo un dolor punzante por todo el brazo y lo aparta rápidamente. Mientras se lo masajea bajo un portal recuerda de donde proviene el dolor.
Había sido un día especialmente duro, sin nada bueno relevante, en realidad nada relevante, ni bueno ni malo, un día vacío que le había hecho pensar en su situación, una situación carente completamente de emociones pero con tantas anclas echadas que era imposible cambiar o huir el pensamiento le llegó a provocar malestar físico, náuseas. Cuando llegó a casa, la comida, la cena mejor dicho, estaba servida fría sobre la mesa, una menestra de verduras hecha hacía bastante rato, una comida que ya odiándola bien hecha, fría era incomestible. Se sintió abatido, vació el vaso de agua que se encontraba frente a él, pero hacía mucho que solo el alcohol le quitaba la sed. Después de marear lentamente la comida con el cubierto con la mente perdida mucho rato, entró María en la cocina, le preguntó secamente por el plato y el contestó borde, empezó una discusión que se enlazó con otras y acabaron gritándose en el pasillo y tras soltar ella unas palabras que desempolvaban una realidad que se habían obligado a olvidar, él le contestó con una bofetada que por poco la derriba, ella se llevó la mano a la cara que le ardía, de repente se dio la vuelta, pensando en un bate que descansaba en el perchero de la entrada, pensado para asustar en caso de necesidad pero nunca utilizado. Arturo adivinó lo que iba a hacer así que alzó el brazo y lo bajó de cuajo y la golpeó malamente en la cabeza, María calló al suelo aparentemente sin sentido y Arturo, ahogando un grito, se agarró el brazo que le dolía tanto que pensó que el hueso se hubiese descolocado. Ella podía llegar a parecer muerta, tumbada boca abajo con el pelo revuelto pero empezó a arrastrarse lentamente hacia la entrada y él, Arturo, entre el dolor, la rabia y odio empezó a darle patadas, cada vez con más y más fuerza, por todo el cuerpo, hasta que se cansó y respirando fatigado vio que ahora no se movía nada, no era la primera vez que la pegaba, pero nunca tanto, agarró la puerta y anduvo varias manzanas hasta llegar a un bar donde nadie le conociese. Regresó al día siguiente, María no estaba.
Eso había sido ya hacía casi dos semanas y no había sabido nada de ella, tendría que empezar a buscarla. Entra en el portal con los hombros empapados, sube las escaleras despacio, tiene cuarenta años pero su cuerpo es mucho más viejo. Llega arriba exhausto, sin aire, se apoya en las rodillas.
-Maldito edificio de mierda sin ascensor- murmura- que deprimente.
Tras un forcejeo con la cerradura, la puerta se abre. Entra y en la penumbra del pasillo, como en una película de miedo, recortada la figura de su mujer le observa, los ojos le brillan en la oscuridad. En el segundo de confusión, una sombra se coloca frente a él, la sombra le mira a los ojos a pocos centímetros de distancia. Y Arturo pierde la respiración, y no por el susto o el miedo, algo se lo impide. Da apenas dos pasos atrás y baja la vista para ver el mango de un cuchillo de cocina que sobresale de su cuerpo. Mira con ojos cargados de terror a la sombra, resulta ser un hombre vestido de negro que le mira a los ojos, muy serio. De repente se acuerda de ella y mira por encima del hombro del hombre a María que apenas ha abierto levemente la boca, ni un amago de movimiento. Arturo cae muerto. El hombre de oscuro extrae el cuchillo con cuidado, se lo da a Marta que lo coge con manos temblorosas y le indica dónde debe dejarlo caer, ella obedece. El hombre observa las tres pequeñas gotas de sangre de su propia ropa, saca una jeringuilla, extrae algo de sangre del cuerpo inerte e imita las tres marcas en la ropa de María.
-Recuerda- Habla muy bajo pero con determinación- Estabas cortando verduras en la cocina, entró, saliste al pasillo, parecía borracho, se abalanzó sobre ti y se clavó el cuchillo. Horrorizada diste varios pasos hacia atrás y dejaste caer el arma, no, mejor no digas arma. Inmediatamente llamaste a la policía- Estiró el brazo y cogió un teléfono que reposaba en la mesa del pasillo y se lo puso en la mano- llama en veinte minutos.- Se dio la vuelta y con la mitad del cuerpo fuera ya, metió la cabeza y añadió
-Suerte- María no volvió a saber de él.
Ninguno dice nada, ella simple mente se aparta y él entra despacio, para no asustarla, y cierra la puerta tras él.
-¡AGH!- Choca el vaso contra la barra.
-Duro ¿eh?- Sonríe el dueño del bar.
-Calla coño, ¿Qué mierda es esta?- Pero aun así se le escapa una sonrisa. Arturo se levanta, le da la mano al dueño, amigo de hace ya varios años, y se marcha de allí. Al salir, Arturo ve el cielo nublado anunciando tormenta, cuando había entrado en el bar, estaba despejado, mal augurio. Anda lentamente hasta su casa, cansado del trabajo y las horas pasadas en el bar. De repente se pone a llover, acelera el paso. Pisa un charco, resbala y para no caer se apoya en la pared sintiendo un dolor punzante por todo el brazo y lo aparta rápidamente. Mientras se lo masajea bajo un portal recuerda de donde proviene el dolor.
Había sido un día especialmente duro, sin nada bueno relevante, en realidad nada relevante, ni bueno ni malo, un día vacío que le había hecho pensar en su situación, una situación carente completamente de emociones pero con tantas anclas echadas que era imposible cambiar o huir el pensamiento le llegó a provocar malestar físico, náuseas. Cuando llegó a casa, la comida, la cena mejor dicho, estaba servida fría sobre la mesa, una menestra de verduras hecha hacía bastante rato, una comida que ya odiándola bien hecha, fría era incomestible. Se sintió abatido, vació el vaso de agua que se encontraba frente a él, pero hacía mucho que solo el alcohol le quitaba la sed. Después de marear lentamente la comida con el cubierto con la mente perdida mucho rato, entró María en la cocina, le preguntó secamente por el plato y el contestó borde, empezó una discusión que se enlazó con otras y acabaron gritándose en el pasillo y tras soltar ella unas palabras que desempolvaban una realidad que se habían obligado a olvidar, él le contestó con una bofetada que por poco la derriba, ella se llevó la mano a la cara que le ardía, de repente se dio la vuelta, pensando en un bate que descansaba en el perchero de la entrada, pensado para asustar en caso de necesidad pero nunca utilizado. Arturo adivinó lo que iba a hacer así que alzó el brazo y lo bajó de cuajo y la golpeó malamente en la cabeza, María calló al suelo aparentemente sin sentido y Arturo, ahogando un grito, se agarró el brazo que le dolía tanto que pensó que el hueso se hubiese descolocado. Ella podía llegar a parecer muerta, tumbada boca abajo con el pelo revuelto pero empezó a arrastrarse lentamente hacia la entrada y él, Arturo, entre el dolor, la rabia y odio empezó a darle patadas, cada vez con más y más fuerza, por todo el cuerpo, hasta que se cansó y respirando fatigado vio que ahora no se movía nada, no era la primera vez que la pegaba, pero nunca tanto, agarró la puerta y anduvo varias manzanas hasta llegar a un bar donde nadie le conociese. Regresó al día siguiente, María no estaba.
Eso había sido ya hacía casi dos semanas y no había sabido nada de ella, tendría que empezar a buscarla. Entra en el portal con los hombros empapados, sube las escaleras despacio, tiene cuarenta años pero su cuerpo es mucho más viejo. Llega arriba exhausto, sin aire, se apoya en las rodillas.
-Maldito edificio de mierda sin ascensor- murmura- que deprimente.
Tras un forcejeo con la cerradura, la puerta se abre. Entra y en la penumbra del pasillo, como en una película de miedo, recortada la figura de su mujer le observa, los ojos le brillan en la oscuridad. En el segundo de confusión, una sombra se coloca frente a él, la sombra le mira a los ojos a pocos centímetros de distancia. Y Arturo pierde la respiración, y no por el susto o el miedo, algo se lo impide. Da apenas dos pasos atrás y baja la vista para ver el mango de un cuchillo de cocina que sobresale de su cuerpo. Mira con ojos cargados de terror a la sombra, resulta ser un hombre vestido de negro que le mira a los ojos, muy serio. De repente se acuerda de ella y mira por encima del hombro del hombre a María que apenas ha abierto levemente la boca, ni un amago de movimiento. Arturo cae muerto. El hombre de oscuro extrae el cuchillo con cuidado, se lo da a Marta que lo coge con manos temblorosas y le indica dónde debe dejarlo caer, ella obedece. El hombre observa las tres pequeñas gotas de sangre de su propia ropa, saca una jeringuilla, extrae algo de sangre del cuerpo inerte e imita las tres marcas en la ropa de María.
-Recuerda- Habla muy bajo pero con determinación- Estabas cortando verduras en la cocina, entró, saliste al pasillo, parecía borracho, se abalanzó sobre ti y se clavó el cuchillo. Horrorizada diste varios pasos hacia atrás y dejaste caer el arma, no, mejor no digas arma. Inmediatamente llamaste a la policía- Estiró el brazo y cogió un teléfono que reposaba en la mesa del pasillo y se lo puso en la mano- llama en veinte minutos.- Se dio la vuelta y con la mitad del cuerpo fuera ya, metió la cabeza y añadió
-Suerte- María no volvió a saber de él.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Alguien voló sobre el nido del cuco
Esto supuesta mente es una Z, para ella significa algo, yo... nunca he catalogado mis obras pero antes que llamarlas z, las hubiese llamado cedillas, esa letra que ya no está entre las nuestras, para mi tiene misterio y si escribo muy rápido en el ordenador, aveces sin querer se me cuela una al final de la frase, en estas ocasiones un amigo dice "la cedilla del poder", yo prefiero "la cedilla mágica".
Yo pensaba hablar de ella, de sus características y cualidades, por eso tardaba tanto en hacer esto, porque tenía que ordenar bastante información. Pero ahora... como buen iluso busqué su nombre y apellido en youtube y sin poner nada más, allí estaba ella. Me chocó mucho y alguna percepción de ella cambió en mi cabeza. No se vayan a pensar mal, patinaba genial sobre hielo, y en el primer vídeo, con esa ropa blanca, era una figura inspiradora. Lo que quiera que me pasase ocurrió en el segundo vídeo, era de la tele y llegaban a decir que era la campeona de España, paré en un momento el vídeo y me fijé en su cara para cerciorarme de que era ella. Con cara algo más joven, lo era.
Habré conocido al mejor de España de casi todos los deportes individuales, cada uno de su categoría, y siempre los he envidiado un poco, pero ella... Muchas cosas tenía, o más bien hacía, con las que me sentía verdaderamente identificado y junto con el misterio y magia con el que había aparecido (decir "en mi vida" suena demasiado empalagoso) la habían convertido en una persona con la que me gustaba mucho hablar aunque fuese un poco cada día. Me encantaba cuando decía cosas como "tu estás en mi pasillo VIP" o "eres diferente a muchos chicos" (lo entrecomillado son palabras suyas).
La verdad es que es una bruja y aunque es muy tierna en el fondo, lo recubre con una capa de malicia predeterminada. Le gusta "dos hombres y medio" y ahí la veo como la bailarina de ballet.
Es curioso, hace mucho descubrí que si escribes algo para una persona en concreto, le encantará aunque sea horrible, porque aunque sea basura el "ser especial" fascinará a esa persona, y eso pensaba hacer ahora, pero no, he cambiado de idea y le mostraré esta cedilla, digo z.
Una persona normal podría sacar de todo esto cien conclusiones, ella mil.
Aun recuerdo aquella vez que me pregunté "¿Pero qué narices?" "¿Qué hago yo aquí?" mientras impulsado por catapulta veía desde el cielo a Lucía y el entorno que le había imaginado. Definitivamente, alguien voló sobre el nido del cuco.
Yo pensaba hablar de ella, de sus características y cualidades, por eso tardaba tanto en hacer esto, porque tenía que ordenar bastante información. Pero ahora... como buen iluso busqué su nombre y apellido en youtube y sin poner nada más, allí estaba ella. Me chocó mucho y alguna percepción de ella cambió en mi cabeza. No se vayan a pensar mal, patinaba genial sobre hielo, y en el primer vídeo, con esa ropa blanca, era una figura inspiradora. Lo que quiera que me pasase ocurrió en el segundo vídeo, era de la tele y llegaban a decir que era la campeona de España, paré en un momento el vídeo y me fijé en su cara para cerciorarme de que era ella. Con cara algo más joven, lo era.
Habré conocido al mejor de España de casi todos los deportes individuales, cada uno de su categoría, y siempre los he envidiado un poco, pero ella... Muchas cosas tenía, o más bien hacía, con las que me sentía verdaderamente identificado y junto con el misterio y magia con el que había aparecido (decir "en mi vida" suena demasiado empalagoso) la habían convertido en una persona con la que me gustaba mucho hablar aunque fuese un poco cada día. Me encantaba cuando decía cosas como "tu estás en mi pasillo VIP" o "eres diferente a muchos chicos" (lo entrecomillado son palabras suyas).
La verdad es que es una bruja y aunque es muy tierna en el fondo, lo recubre con una capa de malicia predeterminada. Le gusta "dos hombres y medio" y ahí la veo como la bailarina de ballet.
Es curioso, hace mucho descubrí que si escribes algo para una persona en concreto, le encantará aunque sea horrible, porque aunque sea basura el "ser especial" fascinará a esa persona, y eso pensaba hacer ahora, pero no, he cambiado de idea y le mostraré esta cedilla, digo z.
Una persona normal podría sacar de todo esto cien conclusiones, ella mil.
Aun recuerdo aquella vez que me pregunté "¿Pero qué narices?" "¿Qué hago yo aquí?" mientras impulsado por catapulta veía desde el cielo a Lucía y el entorno que le había imaginado. Definitivamente, alguien voló sobre el nido del cuco.
lunes, 8 de abril de 2013
La historia más larga y terminada que he escrito hasta el momento. La verdad es que estoy bastante contento. Espero que os guste.
Capítulo 1
Entre los muchos ruidos,
su coche hacía más y cuando bajó de un portazo, todas las miradas se clavaron
en él. Con su gesto cabreado de siempre, sus gafas de sol, su chupa de cuero y
la placa de policía sobre la misma, Gaspar Milton entró en el escenario del
crimen. Se dirigió directamente a Francisco Moya, al cual odiaba secretamente
por haberse llevado toda la atención y respeto con solo ser enviado de una
ciudad un poco más grande a esta, considerada pueblo.
- ¿Y bien?-
-Llegas tarde y ni
saludas-
-No te tomes libertades,
da igual que seas superior en un papel, este es el segundo asesinato que ves de
este hombre mientras que yo llevo cinco-
-¿Hombre? ¿Estás seguro?-
-Aquí las mujeres son
tranquilas y los hombres beben de más, además una mujer no mataría chicas
jóvenes después de violarlas, a no ser que tenga pene-
-Me refería a que quizá
es un grupo o varios individuos...-
-Es un asesino en serie-
Ambos se giraron para mirar a Juan Tamarit. Andaba lentamente con las manos en
los bolsillos, semblante serio y un breve aire de superioridad.- Todo coincide,
la víctima siempre es la misma. Una muchacha joven de entre quince y dieciocho
años que, después de acostarse con el asesino por propia voluntad, eso lo
sabemos porque no aparecen los signos propios de una violación, es asesinada
bien mediante un corte de cuchillo en la
garganta o bien mediante un disparo de pistola. Creemos que la pistola la usa
cuando la chica en cuestión se da cuenta de lo que le va a suceder y
opone algún tipo de resistencia. Como detalle añadir que las marcas de cuchillo
y las balas son siempre las mismas, el asesino es siempre el mismo.-
-¿Conocéis lo que se
denomina como "viuda negra"?- Gaspar hizo la pregunta mirando al
suelo pero la levantó y les miró al seguir hablando- Claro que lo conocéis, tú-
señalando a su superior, Moya- Has venido hace poco y llevas toda tu vida en
grandes ciudades en las que se ven crímenes extraños cada día, y tú- el señor
Tamarit- Te fuiste durante muchos años y habrás visto mundo ¿no?, bien pues la
viuda negra es una mujer que se acuesta con hombres para después matarlos y
aquí parece que tenemos su versión masculina.-
-No estaría yo tan
seguro- era el médico que hacía las veces de forense, un tal señor Pérez -He
estado examinando el corte del cuello de esta última víctima y resulta que está
hecha lentamente.- Aquí paró un momento, posiblemente le gustaba que los tres
hombres posiblemente más respetados en algunos kilómetros a la redonda y varios
policías más, le prestasen toda su atención. -Da la impresión de que esté hecho
con cuidado, con cariño.-
-Y eso alguien que quiera
deshacerse rápidamente de su víctima no haría.- Terminó Francisco Moya.
-¿Entonces qué?- Juan
-¿Cómo que qué?-
Francisco
-Ya van cinco-
-¿Y qué?-
-Deberíamos hacer algo,
tal vez advertir a la gente-
-"Chicas jóvenes,
por favor, cuidado con el asesino en serie al que no conseguimos pillar",
solo conseguiríamos pánico y el pánico dificulta las investigaciones-
-Está bien, tienes razón-
-Qué raro, no te sueles
rendir tan fácilmente-
Capítulo 2
¿Contarle mi vida en un
papel? No me parece la mejor redacción que podían haber mandado y difícil, es difícil,
no por la dificultad en sí sino por falta de ideas. Veamos, soy un chico de
pelo moreno liso con un pequeño matiz rizado, piel bronceada y ojos negros, me
gusta decir que tengo un aspecto mediterráneo del que solo difiere mi altura,
soy alto. ¿Mis gustos? Muchos pero no los recuerdo, adoro la música, ni estilos
ni grupos, me gustan las canciones. Sueño con ser escritor pero me aburre
escribir o por lo menos me da pereza ponerme a ello. También me gustaría saber
pintar, dibujar, con mi imaginación podría hacer grandes obras. No sé qué más
decir, tengo diecisiete años pero siendo usted la profesora no veo que tenga
mucho sentido decirlo. Me gustan las mujeres y con mujeres me refiero a chicas
que ronden mi edad y que lo aparenten, que no sean niñas. Estoy en este pueblo,
que para ser sincero no me gusta, porque mi padre es policía y uno de los
buenos, ha sido llamado aquí por un caso del que no se nada pero que tiene
pinta de ser de envergadura. Hace siete años murió mi madre y en esos siete años
he estado en tres puntos diferentes del país contando con este. Esto ha
provocado que no tenga muchas amistades, o por lo menos de las de verdad.
Espero que en el futuro las cosas se tranquilicen en mi vida.
Daniel leyó lo que había
escrito, le pareció aceptable y lo firmó.
-No sé por qué te
molestas- Apareció Jaime a su lado. -Con esta profe apruebas con atender en
clase-
-Da igual, lo he hecho en
cinco minutos y además no es gran cosa-
-No entiendo como una
profesora puede mandar tareas el primer día, ¿Hoy que hará? ¿Ponernos un examen?-
-Es bachillerato-
-Es gilipollas- La
conversación terminó cuando entró la señora Harley.
Jaime era el tipo de
persona de sonrisa fácil que, aparentemente, tiene muchos amigos y es el
primero en hablar con personas nuevas. Desde que vio a Daniel se había pegado a
él e insistía en enseñarle cada lugar y dar información detallada sobre cada
persona con la que se cruzaban.
Iban caminando por
aquellos pasillos del nuevo instituto, a Daniel le parecía un poco soso, nada
de decoración y todo en blanco y amarillo. Sin embargo, le gustaba la luz del
sol proyectada por fuera del instituto y los jardines, tenía unos inmensos
jardines que le recordaban a los del campus de alguna universidad, grandes,
verdes y con todos los alumnos sembrados en ellos.
Se cruzaron con dos
chicas y una miró a Daniel, probablemente porque no le había visto antes pero
pobre de la chica a la que Daniel pillase mirándole, automáticamente empezaría
a pensar e imaginar, a construir historias y a dar como posibilidad que a ella
le gustase él, todo por una mirada.
-Dicen que es una puta-
Jaime a su oído, le había visto mirar hacia atrás.
-¿Dicen?-
-Sí, eso dicen-
-¿Y quién lo dice?-
-Pues no sé, la gente-
Llegaron al césped y se
sentaron con otros cinco chicos, todos amigos de Jaime. Pasaron el rato
hablando de banalidades propias de esa edad hasta que llegó la tarde con ese
color amarillo anaranjado.
Entre las muchas personas
que se iban, Daniel vio a una chica que caminaba sola.
-¿Quién es?-
-Marta Tamarit, de esa no
he oído que sea puta pero si es muy misteriosa y no se junta con nadie- Dijo
Jaime apenas sin mirar mientras echaba otra carta en el juego que tenía entre
manos.
Daniel siguió mirando a
aquella muchacha de larga cabellera negra que se alejaba con suaves zancadas y
con el viento moviéndole el pelo y la falda. Todos se rieron y él se giró,
alguien había hecho una broma sobre su cara de embobado.
-El Caballero Azul, el
señor T... Enserio, estoy hasta los huevos.- Jaime llevaba ya un monólogo de
veinte minutos que trataba acerca de lo mal que estaba porque la chica que le
gustaba, una tal Irene, junto con muchas otras, no dejaba de hablar de un
hombre mayor que al parecer sabía cómo tratarlas. Solo pensaban en él y eso
hacía que Jaime no se lo pudiese sacar de la cabeza.
-¿Siempre hablas así?-
-¿Te refieres a las
palabrotas? Oh, perdón, a los tacos- Puso los ojos en blanco -Yo no he estado
en grandes ciudades como tú ¿eh?-
Ellos dos estaban
caminando por la ribera de un parque y Daniel vio a la chica del otro día.
-Bueno, háblame de ese
amigo tuyo, el sr. T ¿no era de una serie de televisión?- Dani no apartaba los
ojos de la figura de la mujer.
-¡Se lo que tú! Un tío
que debe ser rico, tener un bonito coche y llevárselas a un hotel o a cualquier
lado mientras les dice cosas bonitas-
-¿Y los nombres?-
-Pues Caballero Azul
porque, al parecer, su coche es azul y señor T... no sé, le pondrá cachondo
tener un mote, digo yo-
-¿Y qué hace con ellas?
¿Les...?-
-Sí, se las tira-
Daniel seguía mirando a
la chica que pasó de caminar, aunque con distancia, paralela a la acera, para
adentrarse más en el parque así que se despidió de su amigo argumentando algún
tipo de urgencia y corrió tras ella.
¿La siguió? Si ¿La espió?
En términos exactos, sí, pero solo sentía curiosidad. Siguió a Marta por todo
el parque, bañado en hojas de otoño. Verla caminar, con una falda que juntaba
alegremente el blanco, el granate y el negro, bajo los rayos de sol y en un
entorno de amarillos, marrones, naranjas, rojos y variaciones de los mismos, le
parecía una escena de cuadro o de película. No paraba de pensar en que esa
chica fuese misteriosa o por qué no se relacionaba con nadie, no parecía tener
sentido desde su limitada información.
La siguió hasta unas
grandes verjas negras de hierro terminadas en punta, parecían de una casa de
alguna película de terror. Detrás se alzaba una imponente mansión.
Capítulo 3
Le gustaba que su coche
fuese silencioso. Recorrió las calles, débilmente alumbradas por farolas, y se detuvo con
cuidado delante del edificio abandonado. Había dos chicas que giraron la cabeza
hacia él, en cuanto apareció.
-¡Mierda!- Susurró. Tenía
que haber solo una, no dos.
La más alta se despidió
de la otra con un beso en la mejilla y se acercó al coche dando saltos por los
tacones. Mientras tanto, el hombre del coche se echó un poco hacia atrás para
que la más rechoncha, mirando el vehículo fijamente desde la acera, no le viese
la cara.
-Cuando la chica subió
lucía una gran sonrisa, una blusa azul, pantalones muy cortos negros y unas
medias de esas que parecen invisibles. Además del bolso, claro, siempre llevaba
bolso.
-¡Has venido!- Ella quizá
había tomado algo de alcohol y él estaba nervioso cuando aceleró el motor para
alejarse de la otra.
-¿Quién era esa?- Estaba
alterado y el coche iba más deprisa de lo que solía.
-¿Qué? Una amiga, no
sabía si vendrías ¿Pasa algo?-
-Emm... No, no pasa nada.
¿Cómo se llama?-
-Irene. Oye, estás raro,
o no eres como me han dicho-
-¿De qué la conoces?-
-Somos amigas de toda la
vida, es mi vecina. ¿Por qué no nos hemos quedado en el edificio abandonado?
Pensaba que íbamos a hablar un rato y luego a follar-
-Oh, si- Ya se sentía en
su terreno y le había vuelto la media sonrisa a la cara -Pero tú eres una chica
especial y te mereces que te lleve a un sitio especial-
Mantuvieron una larga
conversación en el trayecto, hasta el inicio del bosque. Las cintas policiales,
el último signo de que la policía había estado allí apenas unos días atrás,
habían sido retiradas con antelación por él.
Cuando llegaron, ella ya
se sentía enamorada del hombre que conducía el vehículo. Si había tenido dudas,
estas ya no existían y estaba dispuesta a entregarse a él plenamente. Así
sucedió.
Dos horas más tarde, ella
se encontraba plenamente desnuda, tumbada boca arriba en el asiento trasero,
con los ojos cerrados y respirando a la vez que él le penetraba. Ritmo lento
pero intenso.
Había mucha luz pero no
venía de ninguna farola ni del sol que se encontraba en algún otro lugar de la
tierra, procedía de la luz del techo del coche. Se creó una ligera sombra cuando
él saco el cuchillo, lo movió lentamente como en una danza y lo acercó al
rostro de ella, casi tocándola. Ella seguía con breves gemidos y los ojos
cerrados cuando él empezó el suave pero profundo corte por su garganta. Cuando
llevaba la mitad, ella abrió los ojos sin comprender. Cuando lo hizo, abrió la
boca sin llegar a emitir ningún sonido, se fijó por última vez en aquello tan
característico de su rostro y después murió.
Capítulo 4
Daniel seguía pensando en
lo que le había dicho Jaime y que ya circulaba entre los adolescentes como
mezcla de leyenda popular, hechos verídicos y hechos ficticios. Irene, la chica
que le gustaba a su amigo, había acompañado a su mejor amiga a una cita con un
coche azul y no había vuelto a saber de ella, además ya se estaban desvelando
asesinatos de adolescentes. De hecho, el padre de Daniel, Francisco Moya, era
uno de los inspectores del caso y por fin Daniel sabía el motivo por el que se
encontraban en aquel remoto lugar. Pero todo eso no era nada comparado con qué
tal tendría el pelo así que se acercó al charco formado por una fuente y se
miró a la vez que se lo engatusaba.
Resultaba que hacía poco
había coincidido, no de manera totalmente casual, con Marta Tamarit, la chica a
la que no se podía sacar de la cabeza. Había conseguido que se riese, cosa que
según lo que había averiguado era imposible, y lo más importante de todo, había
quedado con ella en aquél parque a una hora determinada, la única razón por la
que él no la llamaba cita era por no tentar a la suerte.
-Si te sigues mirando, te
lanzarás sobre tu reflejo y te ahogarás como Narciso- Una voz dulce a su
espalda, Marta.
-Así que, además de guapa,
eres culta-
-Los griegos tenían
historias para explicarlo todo, eso me gusta-
-Entonces tienes suerte
de que yo sea un gran cuentacuentos- Dijo girándose -Y volviendo al tema de los
mitos, ¿Narciso no se tiró al agua al ser demasiado guapo? Es decir, según tú,
yo soy muy guapo-
-Vaya, que pena, ya no
seré la única en este pueblo en tener algo de cultura clásica-
-Mientras otros chicos
jugaban con balones, yo me dedicaba a leer. Lo siento- Apoyado contra una
valla, con un ojo cerrado por el sol, la sonrisa empezaba a asomar de sus labios.
De los de ella también.
En toda la tarde, lo
único que hicieron fue caminar por el parque, se lo recorrieron en todas las
direcciones posibles, con esa forma de caminar distraída mientras se habla.
-¿Y quién has dicho que
era Julia?- Preguntó ella.
-La segunda chica con la
que estuve-
-¿Y qué tenía de
especial?-
-La historia de cómo nos
conocimos-
-¿Y cómo fue?-
-Pues estaba yo en una
feria medieval y en ella, en un mercadillo. Estaba mirando cada uno de los
puestos cuando me planté en uno tras el cual había una muchacha preciosa,
probablemente la hija del dueño. Quería decir algo pero no sabía que decir así
que me quedé mucho rato mirándolo todo en aquel sitio. Cada poco me fijaba en
que ella me echaba una mirada antes de volver a aparentar que estaba trabajando.
Al cabo de treinta minutos de estar allí de pie ella me preguntó “¿te interesa
algo?” y yo le dije “si, pero me parece que no se puede comprar” y ella “estás
de suerte, por ser tú, lo puedes conseguir invitándome a cenar”. Mi padre me
dejó llevarla a un restaurante y volver tarde porque sabía que aquellas
vacaciones me aburría mucho y esto era un remedio. Aquella noche la hice reír,
recuerdo que mi primera broma fue preguntarle que donde estaba mi tirachinas de
madera y como no me entendía, le dije que lo que ese mismo día deseaba de su
puesto era el tirachinas y que creía que ella me lo traería por la noche,
haciéndome el tonto ante aquella cita. Pero lo mejor fue descubrir que ella
vivía en la misma ciudad que yo y que solo estaba allí porque su padre se
dedicaba a la artesanía y había negocio. Nos vimos muchas más veces hasta que
ella descubrió a un chico que tenía más músculo y menos cabeza.
Lo pasaron bien aquella
tarde. Luego, como buen caballero, él la acompañó a casa, aquella mansión con jardines
y verjas negras.
-¿Seguro que no puedo
entrar?-
-Hoy no, pero antes de lo
que crees- Le dio un fugaz beso en los labios, se giró elevando su pelo
azabache y las verjas se cerraron en la cara estupefacta de Daniel.
Mientras caminaba hacia
casa no se le ocurrió nada mejor en que pensar que en que el padre de ella
también fuese policía y trabajase con el suyo propio.
Capítulo 5
Era preciosa, aquella
casa tenía una melodía en el aire, una melodía de un cuento marrón. Lo que más
le gustaba eran los jardines, espléndidos, todo verde. Las fuentes en los
mismos, generaban un aura relajante con el borboteo del agua.
-Es una herencia
familiar, ha pertenecido a mi familia durante mucho tiempo, aunque ha habido
muchas reformas, claro- Marta miraba con la cabeza alta a la majestuosa casa.
–Daniel, ¿Me estás escuchando?-
-Perdón, el jardín es
precioso-
-Pues tendrías que ver el
de detrás, es como tres veces este, aunque claro, como toda la casa, cuando
oscurece da un miedo alucinante. Vamos, pasemos-
Dentro había bastantes
habitaciones cerradas y muchos muebles cubiertos por sábanas blancas. Era el
precio de que en aquella casa solo viviesen dos personas, la madre de ella,
como ya le había explicado a Daniel, había muerto en el parto de la propia Marta.
-Así que escribes ¿eh?-
-Sí, aún no he escrito
nada decente pero disfruto haciéndolo-
-“El escribir es fácil,
cualquiera con algo de imaginación y que se sepa expresar, puede hacerlo. Es la
más corriente de las artes sin llegar a ser vulgar”- Recitó ella.
-¿De quién es?-
-De un gran hombre que
murió hace poco, se llamaba Miguel-
-¿Le conociste?-
-Sí, pero a través de sus
obras. Cada uno de sus personajes era una pequeña autobiografía. Pero ahora
ven, calla, siéntate aquí y bésame- Él se sentó en la cama y corrió a hacer lo
que ella le decía.
Cuando él tomó la
iniciativa en ese juego de caricias y besos, la empujó sobre la cama, le
desabrochó el cinturón y tiró de los pantalones que arrastraron un poco sus
bragas, dejando a la vista algo de pelo allí donde él quería llegar. Ella
sustituyó sorpresa por sonrisa.
-Eso es, ven aquí, ven
aquí dentro-
-¿Era tu primera vez?-
Preguntó él, deseando con todas sus fuerzas que ella afirmase.
-Claro que no, pero eso
se pregunta antes. Imagínate que lo era, me tenías que haber dado un buen
recuerdo y no sexo sin más durante dos horas-
-Es verdad, lo siento, me
gustan demasiado los cuerpos de mujer como para…- Un ruido en la casa.
-Es mi padre, ponte la
camiseta-
-¿Pero qué? ¡Esta
habitación huele! Sabrá qué ha pasado-
-¿No ves que tú no eres
el único? Él también sabe…- Se abrió la puerta y un hombre bastante alto entró,
lo único que Daniel sabía de él, era que servía de policía y trabajaba con su
propio padre, su nombre era Juan Tamarit. No tenía nada en especial, era alto,
guapo, pelo negro, tal vez llamaba algo la atención la pequeña marca que tenía
en el labio inferior derecho, una cicatriz o marca de nacimiento que, lejos de
hacerle feo, le hacía más interesante.
-Hola Daniel, eres el
hijo de Francisco ¿no?-
-S… si-
-Encantado, ¿Te quedas a
cenar o te marchas ya?-
Capítulo 6
Daniel llevaba dos
semanas en las cuales tenía relaciones con frecuencia, lo cual estaba bien,
pero en las que Marta estaba rara, lo cual le inquietaba porque no dejaba de
pensar si era por su culpa. Le ayudaban a pensar los paseos nocturnos que
hacía, se sentía bien con el aire frío en su cara y en los pulmones. En uno de
estos paseos, ocurrió algo.
Caminaba por calles de
pocas farolas, donde las que había, estaban en su mayor parte fundidas. Al
torcer una curva, dio marcha atrás rápidamente pues había visto un coche con
una mujer apoyada sobre la ventanilla bajada de la puerta contraria a la del
conductor. Pensó que era una prostituta, aunque era raro, allí no había visto
antes. Sacó los ojos del escondite y miró, pues la situación en realidad le
daba morbo. Se fijó en la mujer que pasó a ser muchacha. Una chica como de su
edad vestida de fiesta. Era Irene, la que le gustaba a Jaime. Daniel no
entendía pero no perdía detalle, de repente ocurrió todo muy deprisa, ella
lanzó un grito, se dio la vuelta y empezó a correr. Sonaron uno, dos y hasta
tres truenos, no, no eran truenos, eran disparos.
Solo le supo decir a la
policía que el coche que arrancó y huyó a toda prisa era azul.
Al llegar a casa, su
padre le esperaba en la cocina. Tenía mala cara, un vaso de whisky en una mano
y un cigarrillo, que llenaba la estancia de humo, en la otra. Daniel fue a
explicarle que llegaba más tarde de lo habitual porque la policía le había
entretenido pero él le detuvo alzando un poco la mano del pitillo, ya lo sabía.
-Todo esto es una mierda-
Su voz sonaba grave, baja y cansada –Los asesinatos… ¡A estas horas de la noche
todo el mundo sabe ya que hay un puto asesino en serie suelto! Las chicas
muertas, mi hijo viendo lo que su padre no puede arreglar… Vaya mierda. Te voy
a decir algo que no te va a gustar y sobre lo que seguro protestarás. Te mando
con tu tía, de nuevo a la ciudad.
-No- Al principio tenía
la voz firme pero luego se quebró –Por una vez he conseguido algo, tengo algo
aquí, ¡No voy a dejar que me vuelvas a mover como un puto muñeco!-
-¡Harás lo que yo
ordene!-
-¡NO!- Y salió corriendo
por la puerta de la cocina, y sus pasos le llevaron frente a la casa de las
verjas negras.
Capítulo 7
No había ninguna luz
encendida, pero no le importó. Entró por la pequeña puerta lateral que le había
enseñado Marta y recorrió la casa lentamente, en silencio. El enfado y la
impotencia aun perduraban en su cabeza y le impedían, por primera vez, sentir
miedo de los fantasmas de aquella casa tan grande. Oyó algo y se paró en seco a
escuchar, nada. Probablemente eran las maderas que siempre crujen sin motivo
aparente. Subió las escaleras y en el pasillo vio una figura que no supo
distinguir. Se acercó y cuando descubrió que era Marta agachada, abrazando sus
propias piernas, encendió la luz que tenía al alcance de su mano. Ella le miró
y él gritó, tenía los ojos morados muy llorosos y un hilo de sangre que le caía
desde la nariz hasta casi la barbilla, atravesando la boca. Junto con los pelos
desaliñados, había parecido una imagen demoníaca.
-¿Qué…qué…qué te has
pasado?-
-No deberías estar aquí-
Su voz era casi ininteligible
Se oyó un coche, un coche
que paraba. Daniel corrió hasta la ventana y vio cómo se apagaban los faros de
un coche azul y de repente sintió dolor de cabeza cuando empezó a asimilar. El
Caballero Azul, el coche azul, el señor T. ¡El seños Tamarit!
Volvió hacia Marta.
-Marta, ¿Ha sido tu
padre?- Puerta que se abre, puerta que se cierra, pasos en la
escalera-Escúchame necesito que…-
Ella giró la cabeza hacia
el de golpe, le miró con los ojos rojizos muy abierto y gritó -¡Ahí viene mi
padre, creo que os llevareis bien, a ambos os gustan las mujeres, a ambos os
gusto yo! ¡Y los dos me follais!-
Daniel corrió por el
pasillo en dirección contraria a los pasos que, lentamente, subían la escalera.
Ya llegaban cuando él empezó a bajar de dos en dos los escalones de la
contraria. Corrió, abrió de golpe una puerta y se encontró con la oscuridad. El
jardín trasero, grande y oscuro. Se internó corriendo.
Los ruidos de las fuentes
que en otro tiempo le habían parecido tranquilizantes, ahora le ponían nervioso.
Sudaba copiosamente y su respiración estaba muy agitada. Estaba quieto, se
había perdido y se oían pasos, no sabía de dónde venían. Miraba en dirección a
la casa y frente a él apareció Tamarit, con una pistola en la mano, su cabeza
ladeada, su marca en el labio y sus ojos. Se acercó y un disparo, pero no de su
arma. La luz del cañonazo había provenido de unos arbustos, Juan se llevó una
mano a la tripa y con la otra abrió fuego. Intercambio de disparos. Juan
Tamarit cayó al suelo y de los matorrales apareció una sombra herida, que
cojeaba, a la que le costaba respirar y que tenía la mano izquierda presionando
el hombro derecho. Daniel le reconoció, le había visto un par de veces en casa
¿Su nombre? Le parecía que era algo así como… Gaspar Milton
-Llevaba bastante tiempo
sospechando de este cabrón- Respiraba muy fatigado –Chico, coge su arma y dale
una patadita a ver si está vivo-
Daniel cogió el arma y al
incorporarse oyó un disparo y Gaspar cayó al suelo, muerto. Miró hacia la casa,
de dónde provenía el tiro, y vio a Marta con los brazos extendidos y un arma
apuntándole en sus manos, todavía tenía el hilo de sangre. Disparó y Daniel
cayó de rodillas.
-Vaya- pensó mientras se
le nublaba la vista. –Tiene los ojos de su padre-
sábado, 16 de marzo de 2013
El hombre que siempre estuvo allí
Este cuento lo he escrito para un concurso y, al terminarlo en treinta minutos, no ha quedado ni mucho menos como me gustaría. También decir que tenía que enviarlo un día 15 y lo envié el 16 a las 00:00 y por último, ya terminando el día 16 me di cuenta de que había enviado el mensaje sin el archivo adjunto... ¡Espero que os guste!
Siendo un relato sobre el municipio de Rivas debería suceder
en él ¿No creen? Pues no es así, si les decepciono siento decepcionarles. Esta
es la historia de un hombre que me pareció maravilloso, encantador. No es que
su vida afectase en la mía pero si pasó que él me afectó.
Este hombre da la casualidad de que nació y murió aquí, pero
cuando digo aquí quiero decir en Rivas y no en Madrid o cualquier otro lugar.
Nació cuando las películas se teñían de gris y los modales se semejaban a la
plata en cuanto a valor. ¿Morir? Murió hace poco, en su casa con sonrisas de
los asistentes en vez de lágrimas, tal y como el habría querido.
Estudió los estudios primarios y secundarios y empezó la
universidad que, según sus palabras, no estaba mal pero no era para él, así que
la dejó y se encontró desnudo en calles de edificios demasiado altos pero
pasado el primer momento de agobio y pequeña desesperación, se puso a andar y
fue a parar con su primer trabajo, era una persona de mucho hablar y de tanto
hablar le había cogido el gusto y tras cogerle el gusto lo había practicado en
mayor medida, lo cual, sumado a su potencial imaginación le había hecho un
magnífico narrador de historias y cuentos por lo que se vio sentado en una
cafetería de Madrid con una taza de café en la mano derecha, un micrófono cerca
de sus labios y la mano izquierda en la rodilla de esa misma pierna, con una
veintena de personas, lo cual son unos cuarenta ojos, mirándole y él,
disfrutando de la atención recibida, ejercía de cuentacuentos y narrador de poesías.
Este era un buen trabajo, le dejaba mucho tiempo libre, el dinero que pudiese
necesitar y la posibilidad de hablar con personas relevantes que nunca creerías
encontrarte en un café. Fue por un lado una lástima y por otro una buena
noticia que su ansia de más y el presentimiento de que existía un destino que
le guardaba importantes acontecimientos le impulsasen a dejar aquello y seguir.
Trabajó de quiosquero de las primeras horas de la mañana porque quería conocer
a la gente y valorar si eran buenas personas o no, fue un hombre con un gran
poder de persuasión y seguramente podría haber conseguido el trabajo que
quisiese incluso aunque no cumpliese todos los requisitos necesarios. Este
trabajo al parecer le decepcionó un poco porque la gente que el creía que le
sonreiría y le desearía buenos días resultó ser gente apagada, fría, distante y
a lo que más se podía aspirar era a gente de ojos cerrados por sueño, pero este
trabajo le duró poco, muy poco. Aparecieron lo que parecían nubes en su
prometedor horizonte soleado. Una tarde llegó a casa de sus padres para
encontrarse, en una cocina oscura por la persiana bajada, una carta en la mesa
de madera. Esta contenía un mensaje que hubiese dejado a muchas personas hechas
polvo, pero que en él además dejó una especie de emoción a lo desconocido. La
carta le llamaba al entrenamiento militar y su posterior entrada en la guerra,
que en aquel momento se libraba, como soldado de a pie.
En el campamento militar estuvo varias semanas con las
tareas que se le encomendaban, haciéndose, de alguna manera, amigo de sus
compañeros e intentando pasar desapercibido para sus superiores. Esto último lo
consiguió al principio, pero no estaba hecho del todo para acatar órdenes y
acabó siendo él mismo, lo que le costó un castigo no pronunciado. En el sorteo
de misiones peligrosas, casualmente le tocó a él ser uno de los que vagan
dispersos por los bosques en busca de enemigos, con la única compañía de un
arma y una mochila de alimentos y otros pertrechos. Pero siempre hay que buscar
lo bueno de la situación ¿no? Así que él, cada vez que paraba en sus duras
marchas, admiraba el bosque casi virgen. En esos días comenzó a escribir
poesía, ésta podría no decirle nada a mucha gente pero si a sí mismo.
Un día se perdió más de lo que ya estaba y anduvo días sin
dirección clara, con dolor en las tripas por haberse racionado la comida. En su
desorientación fue a parar con lo que menos hubiese esperado, voces humanas. Se
escondió y así vio que dos soldados enemigos avanzaban apuntando con sus fusiles
a un hombre, militar también, que llevaba las manos en alto. Desde su
escondite, pensó que estaba en la guerra, y que lo que le tocaba hacer era
quizá previsible desde que la guerra empezó para él. Tras repetirse varias
veces su propio plan, disparó. Era fácil apuntar ya que los dos hombres andaban
despacio, y él estaba tumbado. Les disparó en el corazón para, asegurando sus
muertes, evitar ver demasiada sangre. En su cuaderno de poesía apareció una
nota en la que decía que cuanto más lejos te encuentras de la muerte, más fácil
es llevarla acabo y que para un hombre, es más sencillo mandar miles de hombres a la muerte que matar el a
uno directamente.
Resultó que, aquél
cautivo era un miembro importante del ejército, al que habían capturado
en una emboscada, y que como compensación, le libró del peligroso oficio de
caminante de tierra de nadie y le otorgó una pieza de metal que, puesta sobre
su bonito uniforme gris oscuro brillante, le convertía en un rango mayor que el
de soldado que ya era.
Poco más tarde, se encontraba en una ciudad en la que se
notaba que la guerra se había hospedado por unos meses, una ciudad de rostros
tristes, calles vacías y llovizna de hollín. Al poco de llegar, los otros ya se
iban, los otros, el ejército, dejándole a él solo junto con treinta hombres.
Cuando se detectó movimiento de tropas enemigas y se supo que ningún refuerzo
llegaría a tiempo, él miró a su corazón contestando al tópico de escuchar al
mismo en situaciones difíciles y lo que allí vio no le gustó. La placa de metal
le hacía tener el mayor cargo y por lo tanto la responsabilidad.
Tras superar una primera impresión, se puso a dar órdenes.
Mandó a todos los civiles al lado contrario de la ciudad de donde venían los
problemas y, junto con sus treinta, empezó a preparar una sorpresa a los
visitantes.
Una noche llegaron militares de paisano con artillerías y un
par de tanques, enemigos todos ellos. Dispararon varias veces desde el gran
campo a los primeros edificios y al ver que no recibían respuesta, sus hombres
abandonaron la seguridad de los cañones y avanzaron agachados. De repente, de
lo que parecía un campo vacío nada más tras de ellos, se abrieron unas especies
de trampillas de las que emergieron nuestro hombre y compañía y que en pocos
disparos hicieron rendirse al enemigo.
Una buena cantidad de dinero y dos semanas de vacaciones, es
lo que recibió por lo que algunos denominaban “proeza militar” al capturar
valiosas piezas, prisioneros y derrotar a una fuerza dieciséis veces mayor a la
suya.
Las vacaciones las pasó en un pueblo con mar junto con una
preciosa muchacha de rizos rubios y cortos llamada Helena que sería la primera
de bastantes novias o acompañantes. Dos años más tarde se encontraba luchando
por derribar el estado al que había ayudado a mantenerse en el poder.
Puede parecer que algunas cosas que digo no son ciertas o
leales a la historia pero yo cuento lo que él me contó a mí.
Al terminar todo conflicto se sintió descolocado y acabó
dilapidando su dinero y trabajando en unos ultramarinos, el trabajo que más
odió en su vida. Este sería seguido del que más le gustó, una librería, pero
que al no dar suficientes ingresos tuvo que abandonar. Acabó en oficinas
ayudando a algunos abogados por enchufe de dos antiguos compañeros de armas.
Aunque su visión del mundo se había ampliado, su propia
visión se acortó y por una extraña enfermedad quedó ciego olvidando los rostros
de seres queridos y los colores. Quizá sea curioso decir que cuando quedó ciego
quiso tener un muchacho que le ayudase, que es quien ahora cuenta esto, y que
fue cuando empezó a escribir, a escribir absolutamente acerca de todos los
temas.
Sus últimos dos años hizo lo que denominó la ruta del sol,
en la que viajó allí donde pudiese seguir el calor en la piel, porque decía que
esto le encendía el corazón.
Me da pena no haber podido contar bien la historia de un
hombre tan increíble pero creo recordar que el escritor era el y a mi solo me
ha quedado su vivo recuerdo.
lunes, 25 de febrero de 2013
Otro cuento no del todo convencional
Esta obra fue un regalo que hice.
Una historia cuenta lo que ahora voy a contarte yo a ti.
Había hace años un reino de costumbres clásicas que tenía un hermoso castillo,
un rey gordinflón y un ejército de juglares. También tenía este castillo una
hermosa princesa que llenaba el reino de color con su sonrisa pero que tenía
unos malvados tíos, hermanos de su padre, malvados de verdad.
Y resultó que desde que la princesa cumplió dieciséis años,
los tíos no dejaban de insistir al rey de que enviase pretendientes para su
hermosa hija, pero menudos pretendientes... cada uno era peor que el anterior
partiendo de que el primero era horrible. La princesa no era exigente pero quería
a un príncipe normal, que la tratase bien y al que pudiese llegar a querer.
Para hacerse una idea del panorama, hablaré de cuatro príncipes escogidos al
azar. Uno era encantador de serpientes y parecía que pudiese quererlas más que
a nadie en el mundo, otro nada más presentarse se lanzó a la mano de la
princesa a besársela y llenarla de saliva, uno de ellos se presentó con una
tuba y creía ser un genio tocando cualquier instrumento y otro era tan frío que
para acercarte a él necesitabas ropa de abrigo. Al terminar el día y con él la
primera tanda, la joven había perdido cualquier esperanza que en un principio
hubiese podido tener y sabía que pasase lo que pasase, allí no encontraría
nada.
A la mañana siguiente el rey encontró en su despacho una
carta escrita con una bonita caligrafía redondeada, la carta estaba firmada por
su hija, la princesa, y decía que se marchaba por el Camino Oscuro de los
Cuentos, camino que debe existir por fuerza en cualquier reino en el que exista
la magia, en el que se encuentran todos los seres que por maldad o timidez no
están con el resto del pueblo. La carta también le decía al rey que ya que él
había aceptado enviar un regimiento de príncipes a rescatar su mano, que los
mandase ahora a rescatarla a ella y que se casaría con quien pudiese alcanzarla
y llevarla de vuelta.
La princesa había sido precavida y tras haber afrontado
lanzarse a la aventura se había llevado algo de comida y ropa adecuada para las
difíciles sendas. Cuando ya llevaba más de
la mitad del camino, lo que en un principio le había parecido una roca
resultó ser un temible dragón rojo y negro. Aquí me pararé un momento para
hablar de este dragón, había sido el pequeño en una familia de malvados
dragones, que como todo el mundo sabe entran en los cuentos para llenarlos de
terror, y al ser el pequeño había sido menospreciado por su familia así que se
esforzó y consiguió convertirse en una leyenda alada.
-¿Qué hace una joven como tu por un camino como este?-
Preguntó el dragón tras bostezar un poco de humo-
-Soy princesa-
-Mejor me lo pones, ¿Qué hace una princesa como tu en un
sitio como este?-
-Déjame pasar, dragón, y te prometo que dentro de poco
vendrán muchos a los que podrás comerte-
En el reino muchos estaban alarmados pero los tíos habían
visto en aquello una mina de oro ya que si la princesa no regresaba el trono
sería para ellos así que mandaron todos los príncipes que tenían pero ninguno
regresó. Llegó el momento en el que o bien no quedaban aristócratas o bien no
les interesaba la mano de la princesa si para ello corrían riesgo sus vidas,
pero el rey seguía preocupado así que los tíos se vieron obligados a anunciar
que cualquier persona que trajese a la princesa viva se casaría con ella. De
estos muchos partieron y no volvieron pero había un muchacho que partió
únicamente por la emoción de una aventura. Al llegar frente al dragón, este le
hizo la advertencia que siempre hacía por educación.
-Puedes marcharte con vergüenza o quedarte y morir en el
olvido-
-¿Y está usted seguro, señor dragón, de que no hay ninguna
manera de que pase sin ocasionar molestias a ninguno de los dos?-
-La única manera que puedes tener de pasar es derrotándome-
-Voy armado-
-Ellos también lo iban- Dijo señalando vagamente con el
hocico a un montón de huesos humeantes.
-Entonces, señor dragón, le propongo que me diga algo que
usted desea y yo se lo traeré-
-¿Y si te digo qué lo que deseo es comerte?-
-La verdad es que no creo que desees eso ya que últimamente
te has llenado y si me comieses sería únicamente por cumplir-
-¿Entonces que puede querer un dragón como yo?-
-No se, ¿Alguna piedra mágica o artilugio especial?-
-Estoy seguro de que si te pidiese eso me engañarías de
alguna manera-
-Está bien, entonces me voy- Y el joven se dio la vuelta
ante la mirada de incredulidad de la bestia. Solo que el muchacho sabía lo que
todo el mundo sabe, a los dragones les gusta dormir y su vista solo es buena
cuando cazan, así que él se disfrazó de arbusto y con sigilo pasó frente al
dragón sin que este se diese cuenta.
Tras recorrer un largo camino el aventurero aspirante a príncipe
llegó a un bosque que desprendía un dulce aroma y entre unos matorrales vio a
una joven desnuda bañándose en el río y la imagen le hipnotizó, se quedó
mirándola fascinado por su belleza.
-¿Buscas a la princesa?- El joven saltó sobresaltado y se
giró para ver a un anciano que le miraba-
-¿Princesa?- Porque a decir verdad el pobre chico no sabía
que había al final del camino sino que solo había querido dejar todo atrás y
marchar, como ya he dicho antes.
-Si claro, la joven a la que mirabas-
-La joven...- Se giró pero ella ya no estaba.-Bueno, ¿Ahora
que se supone que debo hacer?- Oyó un ruido y al torcer la cabeza en esa
dirección, vio a la chica de antes con un vestido verde oliva y unos ojos
tranquilos, que hizo algo que no parecía tener sentido, sacó un cuchillo y lo
lanzó, pasó por encima de su hombro y fue a clavarse en el pecho del anciano
que tras un grito ahogado calló.
-¿Pero qué...?-
-Era uno de mis tres tíos y planeaba matarte por haber
llegado hasta aquí- Le tendió la mano. –Vamos, aún tenemos que recorrer el
camino de vuelta-
-Oye... esto... si no quieres casarte conmigo lo entiendo-
Los mofletes se le pusieron rojos.
-Claro que si, siempre que tu quieras. Ya nos iremos
conociendo.-
Volvieron sobre sus pasos y al pasar frente al dragón, este
le preguntó al chico.
-Pensaba que habías dicho que volverías-
-Y eso estoy haciendo ¿No?- Cada rato que pasaba le gustaba
más aquella chica que ya no era princesa, se había convertido en su reina.
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