jueves, 30 de octubre de 2014

Se busca vocal

El señor del metro iba pidiendo dinero, pero como no soportaba que le mirasen gritó "¡Denme dinero o no! ¡pero no me miren!" y cuando llegó hasta mi lado y le di una manzana, se la comió con los tres mordiscos más grandes que he visto en mi vida, como para decirle que la fruta no estaba lavada.
Aquel día en el colegio me preguntaron que qué quería ser de mayor, y yo dije que quería pedir en el metro, y como la profesora me desafió diciendo que eso no era un trabajo, que cómo podía querer algo semejante y que estudiaba justo para no acabar ahí, ahora soy el mejor pedidor de metro, sabiendo producir cualquier tipo de música, hacer malabares, contar historias atroces sobre mi precaria vida... Lo que sí pasa es que si alguien me da comida, siguiendo los pasos de mi maestro, me la tengo que comer delante del que me la haya dado, una lástima cuando me dan mandarinas o naranjas, pues la piel no sabe nada bien.
¿Alguna vez alguien en el metro ha pedido dinero tras contar una brevísima pero genial historia? ¿no? Pues ya es hora de que yo lo haga.

domingo, 26 de octubre de 2014

El mero

-Mamá, ¿todos los peces viven en el mar?
-Qué va, también viven en ríos, lagos, charcas y en muchos más sitios.
-¿Entonces todos viven en el agua?
-Claro María, como mucho saltan fuera, pero si no viven en el agua no son peces.
-¿Seguro?
-Sí María, estoy segurísima.
-¿Entonces, por qué ese pez está en el aire?
La madre de María miró al cielo y no pudo evitar gritar.

Era un día de esos en los que hace sol, pero un sol difuso al tener que atravesar un manto denso y continuo de nubes blancas y grises y, de repente, pasado el medio día y transcurridas apenas un par de horas de la tarde, la ciudad contuvo el aire, y con ella sus habitantes, pues en el cielo, entre las nubes, había aparecido un pez descomunal, del tamaño de una manzana de edificios. Era un mero, con boca de tonto y mirada perdida, y movía las aletas y la cola lentamente, como si estuviese nadando. Su cuerpo no se llegaba a ver entero, pues no había descendido del todo del contorno esponjoso blanco y gris que formaban las nubes. La gente paraba el coche para bajarse a mirar hacia arriba, los bares se vaciaban y se veía más piel que vidrio en las ventanas, pero aun así muchos preferían poner la televisión, pues el helicóptero del Canal Cero había llegado antes que cualquiera de la policía y, desde bastante distancia, captaba una buena imagen del perfil del pez, ya que quienes miraban hacia arriba en realidad solo veían una panza oscura por estar a la sombra, El mayor atractivo del pez visto en la pantalla no era en realidad él mismo sino la diferencia de tamaño que se apreciaba entre él y los edificios, algunos de los cuales parecían simplemente estar pintados en una superficie plana y no tener la más mínima relevancia. El mero era gris con manchas blancas y tenía las puntas de las aletas de un tono azul que casi parecía violeta. Las autoridades no sabían qué hacer, pues enviar a los aviones de guerra sería un riesgo al estar el pez encima del pleno centro de la ciudad, además no parecía ofensivo, estaba prácticamente quieto y medio cubierto por las nubes, aunque seguramente el elemento más disuasorio en cuanto a su peligrosidad era su mirada perdida y su boca de imbécil.
Las autoridades se encontraban ya en medio del monumental proceso de evacuar el centro de la ciudad, cosa tonta en realidad pues el pez, tal como había hecho en los primeros momentos tras su aparición, podía moverse quedando así encima de cualquier otra parte de la ciudad. Cuando el mero movió tan solo dos veces las aletas y ascendió perdiéndose así entre las nubes. Los aviones, pues los helicópteros no podían ascender tanto, fueron a buscarle por encima de las mismas, pero no le hallaron, nunca más se supo del descomunal mero.

Una vez desaparecido el pez, la prensa de las dos semanas siguientes no habló de otra cosa y, pasadas éstas, aun tuvo un importante eco en la prensa de todo el mes. ¿Era un ser que había entrado en nuestro mundo por error desde otro universo? ¿un experimento militar errado tal vez? Pasado el tiempo ya no se sabía exactamente cual era la verdad a pesar de que por testigos hubiese varios millones de personas, ¿Había aparecido el mero por medio de un deslumbrante destello? ¿Se había marchado volando para sumergirse horas más tarde en el mar? Ya nadie podía responder a esas preguntas con la total convicción en estar diciendo la verdad.
Lo que sí se sabe es que pasado el tiempo pareció que el mundo entero olvidó el simple hecho de que una vez apareció encima de la ciudad un descomunal mero que flotaba en el aire y que desapareció para no volver a ser visto.



Inspirado en un montaje fotográfico de Even Liu

viernes, 24 de octubre de 2014

dicen que los ojos son el espejo del alma

Ella se notó algo en el ojo aquella mañana, y al mirarse frente al espejo tan solo vio un pequeño punto negro que dejó pasar prometiéndose fijarse mejor a la vuelta, pues andaba aquel día con prisa. Salió así de casa el último día de su vida.
El día pasó como un metro que no para a recoger a quienes lo esperan en la parada, demoledor, rápido, como un rayo horizontal de metal y luces, el día pasó rápido y demoledor, de repente ya estaba de camino a casa con un cansancio crónico. En el autobús notó una sensación perturbadora en el ojo, y al intentar frotárselo, dejó de ver por el mismo, así que, muy asustada, pensó en llegar a casa y ya después acudir al hospital si la vista el mismo aun no había vuelto. Sobre el puente frío de la luna, cerca ya de su casa, le dio por pensar en una de las últimas películas que había visto con su mejor amigo, y ese pensamiento le llevó el resto de su camino, sin recordar apenas su envolvente oscuridad de mirada tuerta.
En casa se posicionó frente al espejo y ahogó un grito al ver que su ojo y la piel de alrededor sencillamente no estaban, y en su lugar, más que algo había un vacío, como una profundidad oscura. Empezó a notar un picor en su ojo sano y salió corriendo de casa rumbo al hospital, pero tuvo que detenerse a mitad del puente de la luna, pues no veía nada, se había quedado ciega. Apoyó las manos en la barandilla, fría, y miró, o más bien dirigió su rostro, hacia donde debían estar el agua y la luna haciendo que la misma brillase como la plata. Entonces e inevitablemente lloró, y el agua de sus lágrimas vino de la profundidad del espacio situado en el fondo de donde antes estuvieron sus ojos y, como estrellas, salió de los agujeros que coronaban su rostro y mojaron sus mejillas. Entonces, con la desesperación más terrible entrelazada en el corazón, se lanzó a las aguas frías y oscuras, pero antes de llegar a tocarlas desapareció convirtiéndose en algo parecido a cenizas.

los síes y los noes de las flores que no son flores

Convertir tu pasado en una flor a la que le vas arrancando pétalos sentado en la azotea mientras murmuras "sí, no, sí, no..." y ves al fondo, en el horizonte, el barco en su tormenta, te preguntas si sobrevivirá o se hundirá en las aguas regalando tablas dispersas a la playa más cercana una vez se haya pasado la tormenta, pero ahora ¿el barco es capaz de ver lo que le está ocurriendo? Parece luchar con valentía, pobre barco, ojalá no se hunda aunque de no hacerlo se pierda en el horizonte y nunca lo conozca. Los pétalos arrancados flotan por un aire muy fuerte y se pierden en todas direcciones, uno en concreto desciende describiendo círculos, me imagino a alguien encontrándolo y preguntándose cómo pueden caer pétalos de los edificios, qué iluso sería, no sabe que en realidad es que alguien anda llorando pétalos por no atreverse a llorar como una persona normal, o quizá es que no sabe. Si alguien me pregunta le diré que es el cielo el que llora pétalos pues la tristeza y la lluvia se han ido distanciando. Sigo murmurando los síes y los noes mientras cada vez hay entre mis manos menos pétalos, son preciosos, de un púrpura especial, pero cada vez hay menos y se acerca el resultado, me pregunto si cada pétalo sentenciado a una de las dos palabras, al caer, regala buena o mala suerte, no creo, pues cada sí y cada no no me parece que den mala o buena suerte, tan solo me dicen algo del pasado, del presente y del futuro, pues los tres están entrelazados, ni siquiera el pasado es independiente. Envidio al barco, pues tan solo tiene que preocuparse de si se hunde o no, maldito barco, "sí, no, sí, no..." y al fin termina, pero me encuentro con el último pétalo en la mano y no recuerdo qué palabra le tocó, cierro el puño con fuerza sobre él, da igual el resultado, pues ya sabía qué iba a tocar, entonces lo tiro, con todas mis fuerzas, y se pierde en la oscuridad y yo deseo que se vaya muy lejos, más lejos que los edificios, más lejos que la gente que recoge pétalos, más lejos que la tormenta y el barco y, sobretodo, más lejos que mi pasado.

miércoles, 22 de octubre de 2014

farolas

Definitivamente el tema de conversación de aquella noche eran las farolas, oh no, por dios, no conversación cotidiana entre dos o más personas, sino conversación unidireccional dentro de mi cabeza, eso a lo que la gente cotidiana llama pensamientos por no tener una asamblea de ancianos ahí metida.  Bien, farolas, farolas amarillas, blancas, de carretera, apenas útiles, de las que no te dejan dormir si no bajas la persiana... ¿De qué estaba yo hablando? Ah, sí, farolas.
Una vez que andaba yo bebido pero no borracho saqué mi libreta, hecha con una plegada cuatro veces, y escribí algo (también llevo siempre un boli en el bolsillo que defiendo diciendo "¡siempre voy armado!"), aunque recuerdo lo que escribí y por qué pues no estaba borracho sino bebido, fue más divertido leerlo al día siguiente, decía así:
"Las farolas son ojos que a veces chirrían (...) las farolas están encargadas por el gobierno para vigilarnos", la parte intermedia hablaba sobre escaleras, así que no viene al caso.
Toda buena historia de terror tiene una calle desierta con farolas ¿por qué? porque sin farolas no se vería nada y menuda gracia tendría que el malo matase al matado sin que éste tuviese miedo pues no pudiese ver. El miedo viene por poder ver y no ver, si no puedes ver y no ves, tan solo tienes cuidado de andar despacio y con los brazos estirados para no darte un buen golpe, ¿y quien nos ayuda a no pegarnos golpes? nuestras amigas las farolas.
De pequeño fuimos varios veranos a un camping en Pirineos con mi madre y todas las veces, excepto la última, salimos después de comer en vez de por la mañana que hubiese sido lo más lógico, entonces, como se nos echaba la noche encima en pleno viaje, parábamos en algún motel u hotelillo y allí pasábamos la noche. No se por qué exactamente salió el tema pero mi madre dijo una vez que no le gustaba conducir de noche, pero mencionó que había gente que lo prefería, y a mi por qué respondió que porque debido a la luz artificial se veía mejor, me imaginé una carretera con un haz de luz amarilla, luz que provenía de farolas.
Podría hablar mucho más sobre farolas, pues es un tema verdaderamente interesante, quizá no sean protagonistas en casi ninguna historia, pero son necesarias para casi cualquier plano nocturno. Ah, y las farolas le gustan a P., que yo lo sé.
Así que, para terminar, hablaré de lo que se me ha ocurrido al leer una historia de las siete sombras de la arena (que no tiene nada que ver con la mujer que temía frotarse el rostro creyéndolo de arena o del hombre hecho de arena de aquella historia que escribía en las clases de francés, las siete sombras de la arena es una escritora que yo conozco). En esta historia se hablaba en parte de una farola que parpadeaba y de los muchos motivos que la podían impulsar a ello ¿pretendía transmitir un mensaje? ¿se moría y eso era su último adiós? ¿estaba demostrando su ira contra los viandantes? ¿estaba feliz y quería comunicarlo? Bien, pues vamos a suponer que era esto último ¡Ay, farola! ¡Qué feliz! y quería transmitirlo, así que parpadeaba eufórica, arriesgando sus propias pilas o cableado por no tener cuerdas vocales con las que cantar, y entonces ocurrió algo curiosísimo, las farolas vecinas la empezaron a imitar también, y entonces toda la calle de farolas amarillas empezaron a parpadear, y momentos después, todas las de la ciudad, una ciudad intermitente.

martes, 21 de octubre de 2014

Cuestión de maletas

Yo quería escribir una historia alegre, pero me he dejado la maleta de las mismas en la oficina, pero en cambio no tengo por que poner entonces una triste, yo tengo muchas maletas, de hecho esa es la razón de que haya olvidado la maleta de las alegres en el trabajo y no que yo sea despistado. El problema es que cogí una maleta y luego pasé corriendo bajo un tramo de lluvia, por lo que la pegatina con el nombre de la maleta se mojó y se cayó, así que no sé qué esconde la misma. ¡Qué fácil sería abrir la maleta y ojear a ver que esconde! ¡pero eso es trampa señores! ¡oh sí, sí lo es!
-No, no lo es, es sentido común.
-¡Y a ti quien te ha dado vela en este entierro!
-Abre la puta maleta.
-¡Guardias! ¡Seguridad!
Pues eso, que tengo una maleta sin saber que contiene y...
-¿Si no sabes qué contiene por qué estás tan seguro de que no es la de los cuentos alegres?
-¡¿Pero te quieres marchar?! ¡Dominic! ¡Dominic!
-¿Señor?
-¡Te dije que te lo llevaras!
-Sí señor, espere un momento, es que se nos había escapado.
Pues eso, que no tengo ni idea de qué iba a sacar de la maleta, ojalá fuese una historia genial ¿sabéis por qué? ¡Porque se me han quitado las ganas de abrirla! Ala, hoy os quedáis sin historia, malditos entrometidos que se entrometen en lo que no es ni aun historia...
-¡Dominic!
-¿Señor?
-Devuelve esta maleta a mi oficina, y si ves la de los cuentos alegres tráemela y ¡por favor! guarda la de los cuentos tristes en el armario.

domingo, 19 de octubre de 2014

lalala

Soy muy dado a dos cosas, a meterme en extraños problemas sin querer y a hacer las más raras promesas a futuro y después pretender cumplirlas. En veintisiete días tengo que conducir hasta la cueva que yo descubrí, o mejor dicho, tendría que llevar a alguien allí, pero no puedo, no sé conducir ni puedo aprender para entonces, e ir en otro medio de transporte lo veo difícil pues no creo que llegue ninguno hasta el Cañón del Río Lobos. Entonces, y he aquí mi dilema ¿Qué puedo hacer en vez de aquello que dije? No tengo ni idea, y como la Coalición  de Personajes Inventados son un apéndice de mí no me han podido dar muchas ideas frescas. "Pregúntale a esa persona" me podría decir alguien, y no sin razón, pero es que no puedo, no nos hablamos, no sé si es que esa persona no quiere, si yo no quiero, si ninguno queremos o si queremos los dos y somos un poco idiotas, es lo que pasa por haber caído en el mundo del simbolismo, todo lo que tiene un significado normal, para esa persona y para mí tiene por lo menos dos, y supongo que el no cumplir mi rara promesa de futuro me costará la vida o algo por el estilo, o incluso decir todo esto por aquí, y yo que pensaba describir lo que hubiese podido suceder dentro de veintisiete días y aplazar la otra parte, siempre y cuando la otra persona no hiciese algo, a dentro de diez años.

lo que yo quiero

Creerme cuando digo que las cosas no pueden ser lo que vemos, que no porque se nos lancen encima no existe nada más. Estoy seguro de que tras esta barrera de cosas buenas y malas, cosas absurdas e importantes, está lo verdaderamente importante, por eso me imagino a alguien que corre con todas sus fuerzas con los ojos cerrados, corre para superar esa barrera y no abre los ojos porque sabe que si ve lo que pasa a su lado, tal vez se quedase creyendo ser feliz, pero no lo sería, oh no señor, no lo sería para nada, la verdadera felicidad está ahí detrás y por eso casi nadie la conoce ¿y quien sí lo sabe? ¿es malo acaso por callárselo? Qué va, tan solo sabe que no le creerían, o directamente por que lo diga no va a alcanzarla alguien, no es una una puerta que con abrirla ¡vaya que suerte! Llega quien tiene que llegar, y a eso voy yo, a eso aspiro, por eso otros futuros me dan igual cuando algunas personas no lo entienden, lo que yo quiero es echarme a correr con los ojos cerrados, pero sonriendo, y ver que hay más allá.

viernes, 17 de octubre de 2014

hablar

Pese a que muchos me acusen de insomnio, yo no escribo a las cuatro de la mañana.
Y yo que venía aquí a hablaros con un tono triste y misterioso de una extraña persona... Ya no puedo hacerlo porque pese a haber descubierto una bonita canción que ya había escuchado de una película que no he visto, no me va a salir ninguna historia. La extraña persona es una mujer que tiene un miedo que nadie más puede tener, cree que si se frota las mejillas estas se le desprenderán poco a poco al estar hechas de arena, y aunque tiene el mayor de los cuidados con su rostro, cree que cada día va perdiendo muchos granos y que algún día se quedará sin cara. Un miedo terrible, la verdad, pues es que ni siquiera es como aquel hombre que conocí una vez, ese sí que era un hombre de arena, uno que tenía sombrero, gafas, gabardina y una flor, y aunque se deshacía, se volvía a hacer, y no, no me lo he inventado, conocí a ese hombre hace cinco años, es a lo que me dedicaba en clase en vez de leer el Principito en francés, le Petit Prince. Es curioso ¿eh? en francés suena mejor porque son dos palabras, aunque no nos van a quitar que en castellano suena más divertido, lejos de la melancolía francesa. Al hombre de arena le conocí escribiendo una historia verdaderamente rara, ahí es donde por primera vez anuncié el pueblo donde nacen los héroes, que es eso, un sitio amarillo donde nacen todos los protagonistas dedicados a protagonizar historias. También es curioso que aquel personaje, no el hombre de arena, sino el protagonista, lo que buscaba era amigos, qué tierno y que raro que lo escribiese un chico de trece o catorce años. Me encantó el momento en el que entra en un mercadillo y habla con una flor, que creo que me he equivocado, el hombre de arena no tenía ninguna, y le transmite sus dudas y temores, entonces la flor le comenta que ella puede ser su amiga, ella y todas las flores de esos tiestos, pero que deberá buscar más amigos pues ellas morirían al cambiar de estación. Qué genialidad para un chaval de trece o catorce años.
Ahora pienso que tal vez no debería haber escrito todo esto, no sé, he puesto la primera frase porque dos personas me han dicho hoy que tengo entradas publicadas a las cuatro de la mañana y, no sé, me he puesto a escribir sin más, como quien sale a dar un paseo sin destino fijo, sales, vas a cualquier lado y vuelves sin que haya pasado nada relevante, supongo que será eso, necesitaba hablar, he hablado y no ha pasado nada trascendente, en mi metáfora ¿qué representará el volver del paseo? ¿dejar de escribir disparos al aire y concentrarme en volver hacer historias? Varias personas me han dicho esta semana que escribo cosas raras, una me ha llamado psicópata y tres, entre las que se incluía mi madre, me han dicho que mi última entrada era extraña o no se entendía, a veces me impresiona lo influenciable que soy. "Quien no tiene miedo a la noche es porque no ha visto nada más oscuro", que nadie haga elucubraciones, tan solo es una frase que se me acaba de ocurrir, como en la entrada "Estuve tentado de matarte mientras dormías", ése no iba a ser el título, el título iba a hacer referencia a la luna, pero no sé, al releer lo escrito me gustó la frase y la puse por título, es lo que pasa cuando piensas a las cuatro de la mañana. Hoy no me salen ni las exclamaciones.

martes, 14 de octubre de 2014

Estuve tentado de matarte mientras dormías

Los rostros borrosos al fin se veían con nitidez, perfectos rostros de mujer. Pero aun así no eran bellas, sino que daban la impresión de ser el frío hecho persona, a lo que también ayudaba sus vestidos blancos que flotaban como el aire.
Se despertó y durante una fracción de tiempo creyó seguir viendo a una de esas mujeres de vestidos vaporeos, hasta que cayó en la cuenta de lo que veía era la cortina blanca danzando por el viento, el cual provenía de una la ventana que no debería estar abierta. Se levantó y la cerró, pero era imposible que se hubiese abierto sola y él estaba seguro de haberla dejado cerrada, sobre todo en una noche tan fría como aquella, así que abrió la puerta de la inmensa terraza y salió.
Nada más salir le recibió la luna, iluminándolo con aquella fantasmagórica luz blanca que eclipsaría cualquier otra luz en ausencia del sol.
-Estuve tentado de matarte mientras dormías.
Miró al rincón huésped de aquella voz y vio dos lunas antes de darse cuenta de que lo que veía era el filo de una espada brillando en plata por la luz de la verdadera luna. Quien portaba aquella arma era el Enemigo, pero un enemigo honrado y honroso, aunque enemigo al fin y al cabo. También vio otra espada ya desenvainada sobre la mesa en la que las damas acostumbraban a tomar el té y reían tapadas por una sombrilla los días que había sol y éste era cálido, imagen que costaba llevar a la mente cuando al respirar se hacía un vaho denso que trepaba hacia la luna, la cual, sin ojos y sin murmullos, lo observaba todo quieta, sin el menor atisbo de vida. Se acercó despacio a la mesa y recogió la espada por la empuñadura, como se cogen las espadas, si el Enemigo no lo había matado aun daba por sentado que nada le ocurriría hasta que ambos estuviesen en las mismas circunstancias. Una vez ambos estuvieron con espada en mano, montaron guardia y con un deslumbre empezaron a sonar en el bosque los ecos de las estocadas. Por el ruido lejano se adivinaba que eran espadas, de metal y de un metal muy frío. Cuando más chocaba el metal, más se calentaban sus portadores, por lo que su sangre hervía más e iban perdiendo el blanco de la luna, lo que hacía que ella fuese perdiendo el respeto por ellos. Finalmente sonó metal, y un "¡Ah!" y alguien cayó al suelo, rompiendo el blanco de la estampa con un charco carmesí en el suelo.

domingo, 12 de octubre de 2014

¿Hay algo más triste que el rey huyendo aunque sepa que le van a hacer jaque mate?

sábado, 11 de octubre de 2014

Cielo llorón.

El cielo hoy se ha levantado celoso, o quizá se ha puesto así porque en un momento ha parecido que le iba a hacer caso. Es que a ver, hoy, entre el verde del jardín, un árbol ha estallado en llamas, ha estado bien, las hojas, de un rojo intenso, caían al suelo describiendo círculos, así que salí al jardín. Una vez el árbol estuvo apagado, empecé a recoger hojas frescas y a "clavarlas" en un seto, haciendo un mosaico, y después empecé a interpretar la danza de los árboles, ahí fue cuando el cielo se fijó en mí. Como hoy era día de luto, como cada x sábados, me encerré en casa a escuchar ciertas canciones y ver una película, sin palomitas que me dan sed y se acaban enseguida, y el cielo, que esperaba ansioso para jugar conmigo a la pelota o empujarme en el balancín, se puso triste. Llegados a este momento fue cuando empezó a iluminar el cielo con rayos continuos y, al seguir yo ignorándolo, rompió a llorar, muy fuerte, desconsolado, pero haciendo que sus lágrimas chocasen contra mi ventana, para que viese qué había hecho.
Al final me dio pena, por lo que cogí la espuma y la cuchilla y afeité mi piel hasta dejarla suave y en algunos puntos con heridas, entonces me quité la camiseta y salí al jardín, cerca del árbol de fuego, a que me mojase la lluvia, a que me mojase el cielo, a que me acariciase y así ya llorásemos los dos mientras la sangre se diluía entre tanta agua.
El cielo, gigante siempre presente que debe aguantar nubes, sol, luna, estrellas y aviones, el cielo que es tan grande y ve todo el océano a la vez, que ve a quienes se dignan a salir a la calle y a todos los árboles es el más incomprendido, solitario y triste. Pobre cielo.

viernes, 10 de octubre de 2014

La terraza de la montaña

El alpinista Joaquín Bjork sufrió una caída escalando el Meigito y se partió la pierna, así que llamó por el teléfono satélite a la oficina central y esta nos lo pasó inmediatamente a nosotros, el equipo de rescate. A pesar de estar listos en seis minutos y cuarenta y dos segundos, el Meigito es el llamado "Monte Vivo", por lo que no se puede acudir en helicóptero ni tener un campamento base en el mismo, aun así acudimos por medio aéreo al punto más cercano posible.
El sargento había intentado obtener del señor Bjork las coordenadas exactas de su posición, pero al no ser esto posible me encargó a mi que hablase con el alpinista para distraerlo, y que así no se centrase en el dolor de su pierna. Yo le pregunté dónde estaba.
-Apoyado en una roca, como ya le he dicho a tu superior no sé nada sobre números, con perdón pero yo vine hasta aquí para ver el mundo desde arriba, no para quedar mirándome una brújula o algo parecido- "Si lo hubieses hecho ahora sabríamos dónde buscarte" pensé.
-Dígame entonces qué ve.
-Estoy en la montaña, en la cima o cerca, y veo los picos de las montañas menores, veo solo las puntas pues estas superan el manto blanco, manto que parece salir del propio Meigito ¡Es asombroso! Debería verlo, y no me refiero a que no haya estado aquí antes, que seguro, sino a que siempre habrá ido corriendo de un lado para otro con un herido a la espalda o buscando ansiosamente a un desaparecido y no se habrá fijado en esto. El sol a estos niveles parece que no tiene fuerza y su amarillo difuso se posa sobre el manto blanco creando una capa sobre otra, y como ya le he dicho que las nubes parecen ser brazos del  Meigito, ¡da la impresión de que sol y montaña pelean como buenos titanes que son! Y ahí están el rosto de picos, brillando como oro, expectantes...
La conexión se cortó y el sargento me hizo llamar treinta y dos minutos más tarde, cuando habíamos alcanzado el nivel naranja, avisado de que se avecinaba tormenta. Nada más llamar, el señor Joaquín Bjork cogió la llamada y antes de dejarme hablar dijo:
-¡Hola de nuevo! ¿sabes que antes me has dejado hablando solo? Pero da igual, dije cosas bonitas y cosas privadas, unas se olvidan, que pena, y las otras, tras pensarlo un poco más, mejor no decirlas. Oye, aquí está empezando a hacer mucho frío, ¿que tal por allí?
-De eso quería hablarle, señor Bjork, se avecina una tormenta, nosotros intentaremos seguir ya que para esto hemos sido entrenados, pero usted tenga cuidado, protéjase si puede.
-Oh muchacho, vengo de la ciudad, estoy harto de achantarme cuando me lo ordenan, recibiré esta tormenta de frente y con ella castañetearé los dientes como cuando era niño ¿A ti no te gustaba? ¿cómo te llamas por cierto?
-Me llamo Juan, voy a cortar.
-No, por favor... siga hablando conmigo.

Hablé con Joaquín Bjork todo el tiempo que pude hasta que la ventisca cortó la señal y el equipo de rescate nos tuvimos que guarecer. Al escampar la tormenta no recibía la señal de Joaquín, por lo que apresuré al grupo a darse más prisa, pese a estar este acto en contra de los protocolos de seguridad.
Una vez llegamos al punto en el que la señal del satélite marcaba que debía estar el teléfono de Joaquín, vimos con estupor que el teléfono sí estaba entre la nieve, pero que allí no había nadie. De aquella roca sí salía en cambio un rastro, Joaquín Bjork se había arrastrado con una pierna rota en mitad de una tormenta en el nivel negro, desesperado corrí siguiendo su rastro, sin poder evitar que me saltasen las lágrimas. Las marcas en la nieve terminaban donde terminaba también la montaña. Cuando me atreví a mirar hacia abajo buscando el cadáver del alpinista solo vi un mar de nubes blancas brillando por el sol.

miércoles, 8 de octubre de 2014

No despegues si te vas a perder

Una vez me preguntaron si el ser humano se habría empeñado en volar si no hubiesen existido los pájaros, yo le dije que por supuesto que no, al igual que no se habría aventurado a pisar el espacio si no hubiese habido crustáceos espaciales.

Las historias de amor se están empezando a parecer al ajedrez, tranquilos todos que me explico. Yo antes no jugaba al ajedrez porque era el juego más analizado del mundo, hay libros dedicados exclusivamente a cómo empezar una partida, y pensaba que era una tontería entrar en ese mundo, ¿Para qué me iba yo a meter en algo que ha sido analizado hasta la extenuación y donde los líderes son líderes porque son invencibles a no ser que se trate de un enfrentamiento contra un ordenador? Hasta cada jaque tiene un nombre... Por eso yo jugaba a las damas.
Pues algo parecido le pasa a las historias de amor, las simples son simples, las complejas son delicadas y, aunque aun no se ha llegado a la cúspide, porque en este ámbito antes de alcanzarla cambiarían las cosas, las cosas nuevas o bien ya se han hecho, aunque no se recuerden, o bien son nivel edificio de diecisiete pisos blancos (este "nivel" es válido en una escala extraña que ya nadie recuerda)
Oye ¿De qué estoy hablando? Juro que me he perdido yo el primero, he tenido que releer lo que había escrito para cada nueva palabra que iba a poner ¿y eso de las historias de amor? ¿me estaba refiriendo a películas, libros y demás o a historias de verdad?
Puff, ya entiendo por qué algunos crustáceos se marcharon al espacio, es fácil entender quien cambia las olas por el silencio total, aunque cuando estás buceando debes sentir algo parecido a encontrarte allí arriba.

Bueno, que las historias de amor pueden ser completamente típicas y geniales ¿geniales? ah amigo, para quien las vive, sí.

Marco y Julia se conocieron en clase ¡¿Y hubo flechazo a primera vista?! No, solo eran compañeros, de hecho al principio eran compañeros formales, se hablaban lo minimísimo, pero no por nada, sino porque es lo que conlleva esa formalidad. A los tres meses de curso les sentaron juntos y, como Marco era bastante dinámico, ahí sí que hablaron y hasta se hicieron amigos de clase, de esos que se llevan bien pero no quedan fuera de las clases, ¿Y qué más? Nada, paciencia. El curso siguiente lo empezaron como el anterior, hablándose poco, pero convalidaron amigos y se vieron quedando los viernes juntos, aunque con otras siete personas. Fue entonces, el sábado siete de octubre de nosequeaño, el día que el grupo, en otra de sus fiestas, bebió demasiado, y ahí, entre borrachos, y ellos un poco también, Marco miró a los ojos a Julia y le dijo "me apetece besarte" a lo que ella contestó "¿y por qué no lo haces?", y se besaron. Dos días después quedaron para hablar sobre qué eran y ahí fue cuando decidieron salir, de ahí hasta la actualidad, que tienen dos hijos, una casa, dos coches y un perro muy viejo que está a punto de morir el pobre.
Fin.
Me voy con los crustáceos espaciales.

martes, 7 de octubre de 2014

mi mundo

Te escribo las mejores cartas con humo, que pierdo y se va a reunir con sus madres, las nubes. Esas mismas cartas son lo mejor que he podido hacer jamás, así que es ironía que nadie nunca las pueda observar. Pero piensa una cosa, si con mis palabras hago nubes y estas lloran, de lo tristes que son mis letras, lo que yo diga acabará llegándoos a todos, y entre todos, aunque no quieras, aunque huyas o, simplemente, aunque ni pienses en ello, te encuentras tú también.
Así que escribo para guardar y en lugar de eso, se va y, al final, se desborda la mayor plenitud.


Tal vez la culpa no sea de la gota que colma el vaso, pues llenad un vaso entero y echadle una gota, veréis como se desborda, pero muy poco, el vaso en si sigue aparentemente lleno, tal vez la culpa sea de la gota que yerra y cae en la base del vaso, y la moja, y lo hace resbalar, y al caer, no solo se desborda todo el agua, sino que también se rompe el cristal, así que no queda vaso medio lleno ni medio vacío, solo las cartas de humo que escribe alguien que duerme tapado por una manta, para protegerse de la lluvia torrencial que las nubes, cargadas de palabras, envían para pedir al humo, su descendencia, que vuelva con ellas. Y entre todo, en aquel lugar donde el mundo se convierte en una montaña y la niña de un cuento sin acabar intenta salvar a unos niños, no existen las nubes ni la lluvia, no existen las mantas, solo las capas, como tampoco existen las palabras, las cartas, los vasos ni el humo, ni tampoco la gente que ignora a otra por maldad, porque es un lugar artificial, un sitio donde refugiarse, un sitio que ha recogido lo malo para, entre tanta maldad, parecerse a cualquier otro mundo y que uno se sienta como en casa cuando observa a la niña que nunca salvará a los niños, y se dedica a intentar hacer cartas con humo.
Una mujer vestida de blanco corre por el bosque perseguida por los lobos.
De repente chilla, ¿Será porque la han alcanzado o es que ha encontrado el cadáver de su amado?

viernes, 3 de octubre de 2014

En veinte minutos, que no llego.

Tengo quince minutos para escribir esta entrada, y eso es verdad, no estoy mintiendo. En cinco minutos me alarmaré viendo que son y diez y volveré aquí, a escribir, porque de seguro que me habré distraído  y andaré por alguna otra página del gran Internet (ahora mismo siento ganas de entrar en una concretamente). Me pregunto cuantas veces habré rebobinado la canción que estoy escuchando para cuando termine y si podré seguir escuchándola o tendré que cambiarla para que la monotonía no me robe la inspiración. La canción es ésa triste que inspira, y que de hecho, inspirado por su toque melancólico, escribí "Los ojos de Levita" y "el  Niño", así que Levita y el Niño son hermanos pues les concibieron la misma canción y el mismo autor, me acabo de acordar de que... ¡Mierda, quedan nueve minutos! ¡Joder que lento escribo! Imagínense todo lo que tengo que borrar y cambiar ¡Y la culpa es solo suya!
¿Y ahora que cuento? Ya sé, me trasladaré a lo que supongo que será el inmediato futuro, supongo que me levantaré, cogeré la mochila ya preparada y la sudadera bien doblada que tendré que desdoblar y bajaré las escaleras con velocidad, haciendo ese ruido que tanto me gusta, después cerraré la puerta e inconscientemente comprobaré si llevo las llaves (ojo, cuando la puerta ya está cerrada, un aplauso a mi subconsciente), me miraré al espejo del que P. dijo una vez mientras se retocaba "Muy buena idea tener un espejo aquí" y me marcharé. Espero no ver a los vecinos malos, a los vecinos menos malos ni a los perros que me ladran pese a conocerme desde hace años ¡Paso todos los días por delante de sus narices y me siguen ladrando! ¡Además desde ambos lados de la calle! ¡Pero qué narices les pasa a esos perros! Luego, en algún momento, llegaré a la parada del bus y ¡Mierda tres minutos! espero que no haya pasado. También espero que no pongan la música alta los tres cafres que se suben en la parada del colegio y también espero que pase algo interesante, una de esas cosas sorprendentes que a veces me pasan y que hacen del viaje en bus un viaje genialmente entretenido.
Un minuto, me voy que no llego.

PD: Para la realización de este escrito he salido dos minutos tarde de mi casa, he tenido que rebobinar cuatro veces la canción ésa triste que inspira, aprender que rebobinar va con "b" y pelearme con un osos de ocho metros y medio (esto último es un guiño a mi yo mismo de niño).

jueves, 2 de octubre de 2014

Los enamorados van a servir al amor.

Todo comenzó con un enamorado que escribió un poema para su amada. Lo escribió, pero luego pensó que sería mejor memorizarlo, por lo que lo leyó y después lo echó al fuego. Allí iba el enamorado sin poder contener esa sonrisa que a veces sale y que le dice a todos lo que pretendes ocultar, y al final llegó a los pies de la torre de la única ventana donde una doncella hermosa con dos trenzas rubias le esperaba. El muchacho cogió aire y empezó a recitar su poema, pero en ese mismo instante sopló mucho aire y las palabras se las llevó el viento. El enamorado no quedó contento con la situación, por lo que persiguió al viento hasta darle alcance en los Riscos Pedregosos, donde, después de una enzarzada lucha, que no pelea, le capturó. En la plaza de la justicia, el enamorado puso al viento de rodillas frente al señor de aquellas tierras, el cual dictó que se le cortase el brazo por ladrón, tras esto el viento huyó llorando y gritando. Por aquel entonces no se sabía que el viento sufre de un trastorno que le hace querer llevarse todo lo que le parece interesante, una especie de deficiencia que también le hace repetir las palabras de la gente en algunas ocasiones.
Durante la sentencia y ejecución de la misma, el viento había soltado lo robado, pero lo había hecho de manera desordenada y difusa, por lo que el enamorado recitaba ahora frases sin sentido alguno que, a base de cantarlas, gritarlas y escupirlas, sí cobraron sentido para él. Así es como surgió el idioma de los enamorados.
Con el tiempo, los amorhablantes se discernieron de los sincorazón, por lo que surgió, sin quererlo y sin explicación, el Reino Afectuoso, no llamado "el Reino del Amor" porque nadie querría vivir allí, porque el amor realmente no se identifica con corazones, flechas y cupidos.
Lo curioso es que el Reino Afectuoso no era un reino de paz y tranquilidad, sino que era el más atormentado de los reinos. Constantemente en guerra por cualquier motivo, y con más guerras civiles que ninguno, se oía paulatinamente "los amantes van a servir al amor" lo que significaba que iban a la guerra, y así cayeron los más grandes caballeros por el suspiro de una dama y las más bellas y educadas doncellas por la indiferencia de un truhán.
No recomiendo leer ningún escrito de la época sobre el Reino Afectuoso, los de fuera siempre envidiaron a quienes gozaron o sufrieron por amor, por lo que no hablan bien de ellos, y los de dentro, curiosamente, solo escribían cuando estaban tristes, por lo que hay muchísima literatura que te vuelca el corazón y prácticamente ninguna que te devuelva la sonrisa.
No se sabe muy bien que pasó para que desapareciese el Reino Afectuoso y los amorhablantes se volviesen a juntar con los sincorazón creando mestizos, pero la teoría más secundada es que el amor tiene muchos problemas: la desesperación, la duda, el anhelo, el recuerdo borroso por las lágrimas, la impotencia... y un enemigo mayor y aun más destructivo, uno que vence mostrando únicamente su indiferencia: el olvido.

Todavía hoy, cuando alguien se enamora y, con ojos brillantes, dice cosas que nadie a su alrededor entiende, se puede apreciar que lo que dice son rastros de un antiguo poema que se hizo para una dama y que el viento robó.

"Todos los días más uno" dijo.

Antes de nada diré que había tantos grandes músicos a elegir  para cubrir este gran evento que al final no me decidí por ninguno, así no le echen la culpa de la ausencia de música al señor Petiminón, el técnico de sonido.

¡Entonces Miguel miró lo que había escrito ese año, cada entrada de cada mes! y dijo, oh sí, lo dijo: "Diantres, este último mes he escrito una entrada ¡Como puede ser! ¡Ejecutad al arlequín!" Y una vez el arlequín estaba muerto, Miguel se dio cuenta de que solo había una entrada porque era día uno y estaba a día uno ¡El día dos aun no existía! Y añoró Marzo, aquel mes en el que por algún motivo había escrito tanto (y el mes en el que Slvira perdió la virginidad, según fuentes cercanas al presidente) y dijo, tras mucho esfuerzo intelectual: "Si es día uno y he escrito una entrada significa que aun estoy a tiempo de volver a escribir algo cada día, y presumir con eso de "sí, ejem, yo escribo todos los días, y tengo un porsche" y sería fantastifabuloso... y la alegría le cerrará la puerta a Marta y podré recobrar el orgullo sobre este mi moribundo blog, y no solo eso, sino que al final del mes habrá una entrada por día ¡Más una! ¡Y que alguien me traiga otra arlequín!".
Y los dioses enmudecieron y los planetas se alinearon para luego descolocarse y quedarse en zigzag.

"Todos los días más uno" dijo, iluso.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Olor a libro nuevo.

Como el cantante dejó de cantar le regalé una flor y se la colgó del ojal. Y como volvió a cantar, le regalaron mil más, y mi flor se pudrió.

Si las sirenas ya no cazan marineros es porque ahora ellos las atrapan a ellas.

Las polillas temerosas van a refugiarse a la luz y allí mueren, qué ironía.

Hola, tan solo quería contarte que en otra vida fuiste algo más que una persona que me ignoró.

Si tu supieras lo que yo sé, tal vez cerrarías tu abanico y me abrazarías por fin. Tal vez por los viejos tiempos.

Me encantaría bailar la canción de las golondrinas que bailan hacia atrás porque solo ellas saben cómo moverse.

Los monstruos ya no existen porque ya no cabe tiempo para soñar en este mundo de monstruos.

El ciempiés no anda descalzo por no tener dinero para zapatos, sino para mostrar con orgullo que es la primera serpiente que aprendió a andar.