viernes, 24 de octubre de 2014

dicen que los ojos son el espejo del alma

Ella se notó algo en el ojo aquella mañana, y al mirarse frente al espejo tan solo vio un pequeño punto negro que dejó pasar prometiéndose fijarse mejor a la vuelta, pues andaba aquel día con prisa. Salió así de casa el último día de su vida.
El día pasó como un metro que no para a recoger a quienes lo esperan en la parada, demoledor, rápido, como un rayo horizontal de metal y luces, el día pasó rápido y demoledor, de repente ya estaba de camino a casa con un cansancio crónico. En el autobús notó una sensación perturbadora en el ojo, y al intentar frotárselo, dejó de ver por el mismo, así que, muy asustada, pensó en llegar a casa y ya después acudir al hospital si la vista el mismo aun no había vuelto. Sobre el puente frío de la luna, cerca ya de su casa, le dio por pensar en una de las últimas películas que había visto con su mejor amigo, y ese pensamiento le llevó el resto de su camino, sin recordar apenas su envolvente oscuridad de mirada tuerta.
En casa se posicionó frente al espejo y ahogó un grito al ver que su ojo y la piel de alrededor sencillamente no estaban, y en su lugar, más que algo había un vacío, como una profundidad oscura. Empezó a notar un picor en su ojo sano y salió corriendo de casa rumbo al hospital, pero tuvo que detenerse a mitad del puente de la luna, pues no veía nada, se había quedado ciega. Apoyó las manos en la barandilla, fría, y miró, o más bien dirigió su rostro, hacia donde debían estar el agua y la luna haciendo que la misma brillase como la plata. Entonces e inevitablemente lloró, y el agua de sus lágrimas vino de la profundidad del espacio situado en el fondo de donde antes estuvieron sus ojos y, como estrellas, salió de los agujeros que coronaban su rostro y mojaron sus mejillas. Entonces, con la desesperación más terrible entrelazada en el corazón, se lanzó a las aguas frías y oscuras, pero antes de llegar a tocarlas desapareció convirtiéndose en algo parecido a cenizas.

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