domingo, 8 de junio de 2014

Juan y yo, Juanillo.

-Miguel.
-¿Sí?
-¿Tú crees que esto que hacemos son clichés?
Miguel bajó lentamente el periódico y miró a Juan a los ojos
-¿Qué?- Y salpicó una gota de incredulidad que resultó ser saliva.
-No, a ver, es que una vez nos acusaron de eso, además ¿Dónde se encuentra la originalidad? Por no decir que a veces...
-¿A qué viene todo esto?
-¿El qué? ¡Ah nada!
-Verás, Juan, resulta que tú y yo en realidad somos como una especie de uno que son dos ¿me sigues? y pese a que muchas veces preguntemos las cosas por "no, solo lo preguntaba por curiosidad, a veces lo hago, soy muy curioso", siempre tenemos un motivo.
-Vale, verás, leí un artículo en el que la autora respondía con su opinión a cómo podían jóvenes autores difundir sus obras, y en un momento del mismo hacía una distinción entre quienes escriben de verdad y quienes hacen "clichés refritos e historias de lo más insulsas y trilladas" y pensé que quizá nosotros...
-Juan ¿Nuestras historias son corrientes?
-Es que ése es el problema, La Duda, con el que tantos pensadores y filósofos se han topado, además de escritores, claro, y es que entonces...
-Juan.
-Vale, pues a ver ¿Y si nuestras historias sí son corrientes? ¿O son cosas trilladas? o yo que sé, leemos cosas de calidad, no estamos familiarizados con lo malo, y quizá... quizá pertenezcamos a él...
Miguel sacó del bolsillo una pitillera de plata de la que extrajo un cigarrillo realmente caro al que, tras encender con un zippo, dio una profunda calada. Era su mundo y ya estaba tardando en fumar.
-Hoy mismo hemos recibido varios comentarios- empezó a responder antes de dar otra calada cuya única función era la de generar una pausa en la que la expectación y la temperatura del lugar subieran- Nos alababan, eran como las típicas frases que aparecen en las contraportadas de los libros pero con un matiz de sinceridad.
Ahora fue la cara de Juan la que se tensó y fue su frente la que se arrugó.
-No me parece bien- Dijo.
-¿El qué?- Miguel había cerrado un momento los ojos y los abrió con desgana.
-¿Recuerdas la tontería que has soltado del "somos uno que son dos"? Pues yo también he leído esos comentarios y me parece que les estás dando un trato indebido.
-Pues contéstalos- Miguel había vuelto a cerrar los ojos y el humo de su cigarrillo salía completamente vertical.
-Ya sabes que yo no respondo comentarios...
-Pues busca a la persona.
-Ya lo intenté y solo coseché enfados fruto del orgullo, enfados míos y ajenos, algo así como cuatro pájaros de un tiro.
-¿Te vas a hacer cazador?
-¿Me estás escuchando?
-Sinceramente, no, eres demasiado aburrido, molesto tal vez, como un grano de los feos ¿por qué no te exploto? porque te infectarías y durarías más, por eso estamos en este banco al sol, a ver si te secas- Miguel recolocó las piernas para que no se le durmiesen.
-Al final no sé si somos un cliché.
-Lo serás tú, yo fuera de aquí existo, soy como Unamuno en Niebla. Y no, sé que vas a empezar a tontear en la imaginación, en la cual pensarás "¿Qué ocurre si mato al autor dentro de su cabeza?", pero te diré una cosa, lo sabré yo antes y acabaré contigo.
-No creo, si "somos uno que son dos" moriríamos los dos si me suicido.
-Cállate.

Al rato Miguel abrió los ojos, después de pensar que "habrir" debería existir con algún tipo de curioso significado, había estado pensando en las palabras de Juan, ¿Y si la gente que le decía que escribía bien lo hacía por ser él? Es decir, no se esperaban que escribiese y escribía, lo cual generaba una sensación de "pues es bueno lo que hace", o incluso quizá sí escribía bien ¿Pero quién había dicho que los clichés no podían ser buenos? Miguel, con una colilla fría y apagada en los labios, miró los tres edificios que le rodeaban, tres edificios de una ciudad que su mente no se había molestado en moldear, tres edificios que probablemente hubiesen acabado siendo destruidos al final de la tarde, entonces se le escapó una lágrima, pero fue una lágrima pionera, pues no apartó la maleza de las pestañas para casi morir de sed durante sus mejillas y acabar en los labios plantando la bandera de "sabor salado" o saltando desde la barbilla para terminar una breve vida con toda la adrenalina posible hasta caer al suelo. Esta lágrima aprovechó que Miguel tenía la cara en una pose ligeramente inclinada y salió por la derecha de su ojo derecho, pudo ver la oreja y la piel libre de lágrimas hasta entonces, cuando llegó al precipicio no se lanzó, solo bajó rodando por el cuello. Miguel entonces recordó los comentarios y casi grita de la rabia, esa lágrima debía haber sido tal vez por ellos, pero no por lo que había sido, fuese lo que fuese.
-Vámonos Juan.
-¿Y los edificios?
-Ya desaparecerán por el olvido, a nosotros no nos incumbe.
-¿Al final esto es cliché o no?
-Juan ¿somos guapos?
-Pues no lo sé.
-Somos guapos cuando nos sentimos guapos, lo que escribimos, lo que escribo, es diferente cuando siento que es diferente.
-¿Y esto es diferente?
-Sinceramente no tengo ni idea, dejémoslo en que es raro.




PD: Una lágrima cae sobre los labios y la lengua la recoge, por lo que la lágrima se suma a la saliva. ¿Una persona que no deje de llorar está llenando el mundo de besos tristes?

3 comentarios:

  1. Eres un tío raro sin clichés.

    (ESTA VEZ SOY LA PRIMERA EN COMENTAR)

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  2. Genial las imágenes con las lágrimas.

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  3. Quiza por eso besamos tanto. Para pasarnos el dolor. O si somos buenos, porque el dolor de uno es lo mas sincero del mundo.

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