domingo, 23 de marzo de 2014

El curioso caso del hombre parpadeante y por qué dejé la medicina.

(Por si a alguien le interesa, en la realidad nunca he estudiado medicina y la única vez que me planteé estudiarla fue cuando pensé que me podría salvar en una guerra)


Yo por aquél entonces era un médico en prácticas bajo la nada atenta supervisión del doctor Martín Cagadas, que dedicaba su atención a las enfermeras que le pudiesen devolver la sonrisa y a los pacientes más adinerados. Aquél día en concreto era ya de madrugada y nos encontrábamos de guardia, acabábamos de tratar a un hombre que se había caído por el balcón rompiéndose una pierna y que se había salvado gracias a traspasar las cuerdas de tender la ropa de varios pisos, frenando así su caída, cuando llegaron las enfermeras. La mujer que ejercía de recepcionista, siempre tan seria y de mal carácter, temblaba, en cambio fue la muchacha de aspecto delicado la que nos dijo con una voz sólida que teníamos que ir a la recepción, que había un señor con algo rarísimo que ni nos podía explicar, que lo teníamos que ver. Corriendo fuimos el doctor Cagadas y yo, y cuando llegamos lo único que vimos fue un hombre de mediana edad sentado y un poco echado hacia delante, lo extraño pasó unos segundos después, el hombre de repente se volvió completamente amarillo, y aun sin haber menguado nuestro shock, se volvió completamente rojo, para cuando se volvió verde, Martín ya había reaccionado, me delegó el mando con cuatro palabras mal utilizadas y desapareció. Tras no mucha observación me quedó claro que el hombre pasaba cada pocos segundos del color normal en un hombre, a amarillo, a rojo, a verde y vuelta a empezar, yo mandé hacerle todas las pruebas que se me ocurrieron, bajo las miradas de los trabajadores del hospital, miradas hechas de ladrillos, y al día siguiente le presenté al director del hospital mi dimisión.
Dos años más tarde me topé con un mendigo que resultó ser el mendigo Cagadas, le pregunté a cerca del caso del hombre que aquella extraña noche fue al hospital y me contó que llegaron a averiguar que aquél tipo vivía en frente de un semáforo y que por las noches la luz del mismo atravesaba ventanas y persianas y le alumbraba, y que su cuerpo, indefenso como se está al dormir, había asimilado dicha luz reproduciéndola después, algo verdaderamente inédito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario