jueves, 27 de marzo de 2014

El curioso caso del niño ese.

El Doctor-Psicólogo Pabló Véndras Mañana no era ciertamente ni un doctor ni un psicólogo, sino que practicaba lo que dominaba como "psicología casera" lo que en última instancia se resumía como tratar a cada persona de manera especial y única adaptada a cómo fuese o a lo que pudiese necesitar. Nunca entendí muy bien su forma de pensar y cuando le preguntaba me decía que él tampoco se entendía, aunque me parece que es que le daba pereza hacerlo.
Este hombre era famoso, o por lo menos conocido, por su forma de pensar, sus extraños consejos y su forma de ver la vida que le habían convertido en el llamado Artífice, líder de una especie de secta espontánea hecha sin querer.
Bueno, a lo que íbamos, que me voy por las ramas. Es cierto que lo que casi sigo contando sería un río en comparación con el riachuelo que os voy a contar, pero aquí se aguanta todo el mundo, que lo primero que he puesto esta vez es el título y, como me ha gustado, sobre él voy a hablar.
Pabló Véndras no aceptaba cualquier encargo, sólo los que le parecían interesantes de manera superficial, esto quiere decir que lo importante no eran los traumas que pudiese tener la persona o algo así, sino lo que le pudiese gustar la familia y el individuo en sí. Muy complicado era Pabló hasta para tomarse un café por la mañana...
Bien, pues la madre, que siempre vestía unos vestidos blancos de mucha clase que dejaban insinuar lo atractivo de su cuerpo, trabajaba en investigación de nosequé, algo que sonaba moderno, limpio y tremendamente caro. El padre tan solo era rico y atractivo, al parecer al casarse con aquella mujer había renunciado a todo protagonismo e interés de puertas a fuera a cambio de poder acostarse con ella una vez por semana. Ambos, la de los pendientes y el del coche, tenían un hijo que no llegaba a los diez años y que superaba en inteligencia a ambos padres, todos los criados del hogar y el vecino juntos.
No sé que le pasaba al chico si es que le pasaba algo, se encerraron padre, madre y Pabló y allí hablaron del tema, no se si lo he comentado pero yo pintaba allí poco, muy poco, oficialmente pintaba como ayudante o algo así del señor Vendrás. Dando yo vueltas a si el dinero que me llegaba a fin de mes era suficiente como para compensar lo poco que me sentía valorado en aquél extraño oficio, si es que lo era, mi mirada fue a parar con otra mirada que me dio la sensación de que buscaba mi mirada ¿me explico? como si la mirada de aquél niño pequeño fuese un anzuelo y caña de pescar echado para que yo picase.
-¿Eres el hijo de los que están ahí dentro o lo eres de alguna criada?- He de reconocer que mi estilo no era tan pulcro como el de P. V. Mañana.
-Soy hijo de dos de las tres personas que hay ahí dentro, o por lo menos seguro que de una, si no lo fuese ¿Por qué tendría que ser hijo de una criada y no de un criado cuando están igualados en número?
Fui a sacar un cigarrillo, y cuando estaba en mis labios esperando ser encendido, la mirada de aquél muchacho me obligó a guardarlo en el bolsillo de la americana.
-Bueno, es más probable que las mujeres se lleven a sus hijos al trabajo ¿Cómo te llamas?
-Pablo- Que genial... - ¿Y tú?
Mientras le respondía paso un autobús por la calle y no se me oyó.
-¿Y tú crees que estoy loco?
-No puedo saberlo, no te conozco ni se nada de ti.
-Pero a primera vista ¿Qué impresión te doy?
-Pues, a primera vista y desde la amistad, creo que eres un chico muy listo, nada más.
-Eres igual al resto de hombres que han venido.
Contesté a lo que acababa de decir, que me había ofendido, sacando el cigarrillo de antes y encendiéndolo, me permití un leve alzamiento de cejas frente a su mirada cargada de reproche. Mientras pensaba en lo que había dicho de "resto de hombres" que parecía excluir a cualquier mujer que por allí se hubiese pasado y en por qué de ser así no lo habían hecho, se abrió la puerta.
-Pasa- Era Pabló, y el niño pasó, y yo, que no me quería perder una tal vez lucha entre dos genios en la que quizá el niño dejase mal al Artífice de las narices, pasé también con tremenda habilidad antes de que la puerta se cerrase.
La conversación no fue nada del otro mundo, bueno, nada para mí, acostumbrado ya a las mágicas palabras brotadas de bocas de gente inteligente, creativa y dinámica, es una pena que no me acuerde para poder contároslo.
Llegado el momento, Pabló Véndras Mañana hizo su maniobra mágica, sacó una pluma de su bolsillo con discreción, le quitó la tapa y se la metió esta en el bolsillo, esto último lo hizo no mirando al niño pero haciendo que él lo viese y creyese que estaba viendo algo que Pabló intentaba que no viese, y llegó la pregunta final, Pabló, ya casi en la puerta, dando la espalda, preguntó.
-Pablo ¿Qué tengo en el bolsillo?
Las respuestas a esta pregunta siempre lo decían todo.
-Tienes música- Impresionado me quedé, y no sería hasta mucho tiempo después cuando me volviese a encontrar con aquél extraño niño.

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