viernes, 28 de marzo de 2014

la Mañana

Ibit llevaba tocando el piano desde antes de la mañana, no es que me molestase, pero cuando llevaba tocando varias horas, su música dejaba de resultarme bella para pasar a ser algo monótona y asemejada a un palillo con el que alguien no dejaba de golpearme en la cabeza, soportable pero molesto.
Anastasia, como siempre, se había levantado la primera y había desayunado sola, como algunas veces, había bajado a la calle y se había convertido en la líder de los juegos improvisados con los que deleitaba a aquellos muchachos ansiosos de ella y, como nunca, no se había llevado el pequeño abrigo carmesí que su madre le decía que llevase y que lucía, como en una fotografía, destacando sobre abrigos y chaquetas apagas y oscuras, en el perchero de la entrada.
Slvira escribía la contestación a la última carta de su novio, que desde alguna parte del mundo desconocida para mí, parecía ser el hombre más romántico e interesante que hubiese existido jamás.
Andrea llevaba ya poco más de tres meses desaparecida, esperaba que le fuese bien, pero la verdad es que lo que había podido oír de ella decía que había vuelto a caer en su extraña enfermedad, me apenaba pensarlo.
Entre el correo que tan previamente había consultado Slvira, se encontraba una nota de Atlex en la que me comunicaba que estaba bien y en la que aparecían tres anécdotas contadas con esfuerzo, puestas ahí para que no pudiese quejarme de que no me contaba nada.
No voy a contar ninguna historia, solo quería que supieseis cómo es una mañana normal en el lugar donde vivo ahora. Me sigo sintiendo triste desde que me engañaron Daniel y Juan, y la verdad es que aquí cada uno vive en su propio mundo, la única persona que tal vez me hace caso es Anastasia, cuando su interés por el mundo choca con mi persona y acude a preguntarme cosas, o cuando se acerca con el gato en brazos y me pregunta por qué estoy triste, tal vez algún día le cuente lo de Marta y por qué el día clave falté a la cita perdiéndola para siempre, tal vez lo haga, quizá cuando crezca un poco más.
Es una pena que esa niña rubia no esté aquí ahora, me gustaría darle un beso en la frente.

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