domingo, 23 de marzo de 2014

Techuán Malahija

Techuán Malahija había sido escritor toda su vida, con la buena suerte de que hasta había conseguido vivir de columnista en un periódico, también escribía novelas, poemas y hasta alguna letra de canción llegó a hacer, pero un día, mejor denominado malo, vio por televisión una entrevista al consagrado escritor Juan Muñoz, en esta Juan desmentía en cierto momento el que los escritores tuviesen una imaginación interrumpida, que ellos también tenían que buscar, forzar la cabeza o incluso copiar, luego seguía diciendo que el sacaba sus historias tras largas horas en tren observando a la gente, pero eso ya no lo oyó Techuán, pues lo de que la imaginación pudiese dejar de venir había roto algún cristal dentro de su cabeza, se fue a la cama inmediatamente.
Techuán Malahija empezó a comer menos, a dormir mal, a estar ausente y a no poder escribir, porque cuando lo intentaba, su cabeza resultaba estar vacía o llena de historias malas, pegajosas y de las que cansa hasta pensar, y todo, todo era culpa de Juan Muñoz.

Malahija lo probó todo, hasta imitó el viaje en tren, pero el que una mujer con bolsas de la compra fuera atracada en el atraco más rápido que había visto, que era lo más importante que vio, no valía para otra historia.
Buscar, el Señor Muñoz también había dicho que podías buscar, así es como Techuán rememoró aquella historia de sus antepasados en la guerra e intentó hilarlo en una historia, pero no tenía suficiente información, además le daba la sensación de que les estaba faltando al respeto o a la memoria, por lo que decidió salir a la calle y pedir historias a la gente que allí habitaba.
Todo lo que le contaron se podía resumir a grandes rasgos en dos grupos, la información que no servía para nada y quienes necesitaban hablar, simplemente hablar, y para quienes él aparecía como un salvador. Así es como ocurrió algo verdaderamente extraño, la gente empezó a acudir a Techuán por propia voluntad y este se vio tan abordado que montó una especie de quiosco improvisado a los pies de su casa en el que la gente hacía cola para contarle increíbles historias, historias corrientes, breves cuentos, historias lejanas, canciones que contaban historias...
Techuán Malahija jamás pudo volver a escribir de propia iniciativa, pero la fama la ganó por las recopilaciones de historias que hizo.

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