Llegó a aquella ciudad, como siempre, un 14 de febrero.
El bar de la esquina aun conservaba el misterio del día que la vio por primera vez con aquél gorro negro. La esperó con la mirada perdida en el río y cuando llegó, besos en la mejilla y empezaron a andar por el camino del río en silencio. Después alguien habló y así comenzaron a recordar, como todos los 14 de febrero. Que el cielo lo coronasen nubes grises ayudaba a la conversación. Un día supuestamente de amor, para ellos también, pero ya pasado. Al final del día se despidieron, con besos de mejilla, y ella se marchó. Él había tenido muchas relaciones, pero solo una historia de amor.
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