El niño dice que va a aguantar la
respiración y que se va a caer muerto. Casi con ilusión coge aire y se tapa la
nariz y la boca. Aguanta a cada rato un poco más, logrando atraer bastante atención,
hasta que al final se cae. Cuando ve que le levantan sonríe porque allí hay
varias personas preocupadas, entonces sus hermanos le alzan y su madre llora
muy fuerte. El niño ríe y les dice que era broma, que no está muerto, pero le
siguen llevando en alto y se incomoda, pidiéndoles que le bajen, que era todo
una broma. No le gusta que continúen una broma que ha empezado él, perder el
control, así que se enfada con su hermanos que le están dejando sobre su cama.
Cuando por fin se van y va a poder levantarse aparecen sus dos tías, con el
rostro muy blanco y la frente tensa. Una de ellas sale a estar con la madre,
que sigue llorando de una forma que el niño no entiende y que le asusta de
veras, pero entonces la otra tía le empieza a dar toquecitos en la cara con uno
de esos algodones que usa para echarse colorete y al niño le hace cosquillas y
vuelve a reír, porque no entiende el nuevo giro del juego pero éste sí le
divierte. El cansancio le va viniendo y cierra los ojos un momento, no llega ni
a dormirse, pero al volver a abrirlos ve que la luz de la ventana es la de la
mañana, así que sí debe haberse dormido. Ante él están sus hermanos, uno al
lado del otro, mirándole. Dan un poco de miedo así tan serios y vestidos de
traje, al niño no le salen las palabras hasta que ve que uno de ellos sujeta
más ropa. Le empiezan a quitar sus pantalones y él se revela, nervioso, porque
no le gusta que le vean desnudo. Les grita y les llora, dice no, no, no y llama
a mamá, pero de ella no se escuchan ni sus llantos y ellos se imponen sobre el
cuerpecito que se resiste y le ponen pantalones y una camisa blanca que siente
que le queda justa y le asfixia, que le molesta y le hace detestar cualquier
plan para el que se la hayan puesto. Piensa que cuando se vayan del cuarto se
la quitará o al menos desabrochará algunos o todos los botones, pero ellos no
se van sino que se lo llevan. Le llevan cogido entre los dos de forma que no se
puede escapar, pero él deja de moverse cuando escucha cómo hablan entre ellos,
con qué tono, y por qué no se dirigen a él. Más tarde, en esa otra cama, un
hombre le pregunta a mamá, que está muy rara, que si abierto o cerrado, y ella
contesta que cerrado, así que la tapa deja al niño a oscuras, lo cual le
encanta porque está muy enfadado con todos, pensando en cómo vengarse y
sintiendo que ahí, en tan poco espacio, se siente protegido como en aquella
ocasión en la que se iban de vacaciones y las maletas que no cabían en el
maletero pasaron a los asientos de atrás, dejando a los hermanos sobrecargados,
dejándole a él apretado contra el cristal, lloviendo al otro lado, haciéndole
sentir separado y seguro de todo. Lo único es que sí que le gustaría abrir la
tapa cuando oye las voces, porque son muchos los murmullos que no entiende y no
le parece mala idea abrir la tapa pegando un susto, pero se da cuenta de que
eso haría que ya no se tomasen en serio su enfado, así que se queda allí
dentro, rumiando su ira. Al final oye unos golpes, no unos golpes contundentes
como un puño contra la mesa, sino como si oyese distorsionada la respiración
agitada de un caballo, aunque luego consigue identificar el sonido: es de
tierra chocando contra la madera. Se desespera, el niño se desespera y suplica
perdón sin saber por qué, pero quiere salir de allí y llora gritando que lo
siente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario