Cada día ponía comida en un cuenco sobre su cabeza,
así bajaban tres grandes aves, se posaban en sus hombros y comían del plato.
Un día se preguntó que por qué tenía que aguantar
aquello, así que no puso comida.
Las tres aves bajaron igualmente y sin dejar de
volar empezaron a picarle la cabeza donde antes estuvo el plato.
Ahora siempre pone el cuenco sobre su cabeza, ha
hecho cuentas y le sale más económico comprar comida que pagar los servicios
médicos.
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