lunes, 20 de enero de 2020

Ideas para relatos


Por ejemplo, una mujer sale de casa para hacer la compra, lleva hasta su propia bolsa para no tener que comprar una en el supermercado. Al empezar a bajar las escaleras (vive en un tercero) se da cuenta de que se ha olvidado algo, así que vuelve a subir. Una vez arriba descubre que se ha dejado las llaves dentro y no solo eso, sino que también ha olvidado por qué había vuelto a subir.
Esta es una idea para relato que da mucho juego, el cómo va a hacer la mujer para volver a entrar en casa, o si va a ir a la compra esperando que el relato termine antes de que tenga la necesidad de volver.

La mujer, por ejemplo, se llama M., nombre castizo. Su abuela fue la mujer más paciente que ha conocido, tenía un pelo blanco muy fuerte, tanto que se decía que en una ocasión usó uno de sus pelos en lugar de una aguja. Su abuela y su abuelo no se llevaban muy bien, sin embargo, y el abuelo acabó desapareciendo. M. no sabe si el abuelo desapareció literal o metafóricamente, pero lo cierto es que no le recuerda, y si algo recuerda ya anda por ahí el recuerdo de la abuela barriendo el recuerdo del abuelo. Pero, un momento, dice M., ¿y esto en qué me ayuda a mí a entrar en casa? M. no es demasiado mayor y come bien, pero no hace ejercicio y se acaba cansando si permanece largo tiempo de pie sin moverse, como es el caso.

Se puede estudiar la posibilidad de que un familiar tenga llaves de la casa de M., en cuyo caso habría que quitarle el móvil, para que no le pueda llamar o el relato perdería su nudo. Igual lo que no recuerda M. que se dejó dentro de casa y por lo cual volvió a subir dándose cuenta de que no tenía las llaves era el bolso, y así no tiene ni teléfono para llamar a los familiares ni dinero ni nada para el transporte, de forma que tendrá que ir a verlos a pie, una emocionante aventura por la ciudad. Pero claro, en el bolso llevaría las llaves, y eso haría que solo hubiese olvidado una cosa dentro de casa, cuando es más interesante que sean dos y que una de ellas no sepamos cuál es.

Pero yo me inclino por pensar que M. no tiene familiares o no se lleva bien con ellos. Igual una vecina tiene llaves, pero claro, piensa M., hace mucho que se las dio, ahora ya no se hablan, ahora de hecho se llevan mal.

M. se resiste ahora a abandonar ese hueco donde está de pie enfrente de su puerta e ir al supermercado o a la calle, porque quien lo ha descrito lo ha descrito muy bien y M. puede ver a la perfección cada escalón, de los que suben y de los que bajan, y la puerta de los vecinos de enfrente. No se mueve ni aunque le tires de la bolsa que sí sacó del apartamento. Pero eso te da una idea, dentro de la bolsa podría descubrir ella algo, las llaves, quizá, haciéndolo todo extraño, o una pequeña rana verde que da saltos de un lado a otro sobre la superficie reforzada del fondo de la bolsa diseñada para que si compras botellas de vino y apoyas la bolsa en el suelo estas no se vean perjudicadas.

Lo cierto es que la idea para relato se ha tornado en algo parecido a un relato o a un tumor maligno que no quieres tener cerca, así que quieres acabarlo ya, pero no sabes cómo, no se te ocurre una idea hasta que das con algo que te parece brillante. Dedicas un párrafo a hablar de la abuela de M. y acabas diciendo que, bien pensado, se parecen. Entonces M. se pone muy seria, levanta el brazo, se arranca un pelo y usa éste para forzar la cerradura. Es un buen final, te sientes orgulloso, el telón se cierra y tú piensas que, por qué no, igual un día podrías dedicarte a escribir.

Pero, al otro lado de la cortina ya cerrada, M. mira ésta con una cara inexpresiva, porque da igual lo que hayas dicho, lo del pelo es una estupidez, no puedes utilizar un detalle bonito para resolver un relato, así que M., en tu ausencia, sola en el mundo que has construido en tu ignorancia y el cual has abandonado, acabará por bajar las escaleras y terminará por vivir en la calle, pidiendo en la puerta del supermercado, perdiendo la bolsa en manos de un niño que responderá a los gritos de ella con un calla-puta y que más tarde abandonará la bolsa en un parque, desde donde el viento la arrastrará, en un proceso lento, hasta el Mediterráneo. M., cada vez que pueda, cogerá un cuenquito de agua, si es agua de lluvia mejor, que es más triste, subirá los escalones hasta el tercer piso y la arrojará contra su puerta, en un intento de pudrir la madera y poder atravesarla de un golpe. Pero el tiempo pasa, y el día que M. por fin logre pudrir la puerta no tendrá fuerzas para golpearla, así que volverá a bajar las escaleras, se sentará en el suelo y cerrará los ojos a la vera del supermercado.

Enhorabuena, has matado a M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario