lunes, 19 de noviembre de 2018

Los corazones que flotan


En teatro nos imaginamos de pronto el suelo cubierto de cubos de pintura. Había que verlos con detalle, los míos eran blancos, manchados por fuera, destapados, bastante llenos y con un asa de metal muy fina que se te clavaba en los dedos cuando los cogías, porque luego había que cogerlos, sentir su peso y disfrutar lanzando su contenido contra las paredes. Mis cubos pesaban tanto que si no hacía bien en arco, la pintura no volaba y caía en el suelo manchándome los pies. Era el primero de los ejercicios físico-psíquicos, luego hubo que cerrar los ojos y visualizar nuestro propio corazón. Yo lo veía de frente, como si fuera una cámara atravesando piel y músculo, internándome en las paredes donde un corazón latía serio. Entonces nos dijeron que viésemos cómo el corazón empezaba a subir, pero como yo seguía entre los recovecos mal iluminados del cuerpo, solo podía ver cómo el corazón subía como si flotase y cómo se daba cabezazos contra el techo como un pato de goma que flota en el agua y se da cabezazos con algún techo. Pero nos decían que el corazón no dejaba de subir y el mío no podía flotar más, hasta que dijeron que viésemos cómo subía por encima de nuestras cabezas. Entonces hubo que sacarse el corazón del pecho y la única manera que tenía de salir era atravesarlo. Solo que no lo hizo solo, como la pera de Newton, el corazón salió aún conectado a todas las venas y arterias que seguían unidas con mi interior y así según subía tiraba de mí, se me levantaba el hombro y me abrasaba el pecho. Dijeron que entonces viéramos los corazones de los demás, cómo se elevaban tan alto y el mío a un metro de mí, destrozándome. No podía cortar las cuerdas rojas porque entonces dejaría de sentirlo y sería solo imaginar que veía flotar un globo con la forma de un corazón. La gente parecía liviana y feliz, nos dijeron que entonces nos dijéramos ya sé qué lo que es el amor y me sonó a insulto pensar que el sentir que tiran de ti por todos los puntos de dentro de tu pecho con la fuerza de un cometa es algo bueno o es amor. Así que anduve mintiendo, la gente decía la frase en un suspiro y yo la repetía, por algo soy actor.
Después hubo que imaginarse que el corazón empezaba a pesar y se hundía más y más. Acabé sosteniéndome con una pierna, completamente volcado por el peso de esa piedra que seguía atada a mí. De nuevo hubo que mirarse a las caras y decirse ya sé lo que es el amor a lo que había que responder sí, lo sé y yo andaba actuando fatal, casi sonriendo, porque el corazón pesaba, pero no tiraba. Al final hubo que limpiarse de emociones y a mí no se me ocurrió mejor idea que imaginarme cortando aquellas tiras rojas.
Una compañera dijo que se imaginó cómo su corazón se perdía en un agujero negro, otra que casi se asfixia cuando el corazón le salía por la garganta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario