Uno se cansa de guerras, ¿no es cierto? Uno un día
se pierde en el bosque y cuando vuelve lo ve todo cambiado, distinto. Entonces
ya no reconoce rostros, por no reconocer, no reconoce ni sus manos. Entonces
pasaje y barco entre la niebla. Y uno llega a casa y nadie le espera, pero
porque es lo normal, no ha avisado a nadie. Pasa entre desconocidos por la
estación de tren, porque si no vas al propio puerto, a un barco le sigue un
tren, un coche o un avión. Uno respira las calles y suspira triste, porque se siente
protagonista pero todos tienen prisa. Se siente como un niño que cumple años y
que se apena de que solo le feliciten los conocidos. Entonces uno acaba
llegando a casa, acaba por subir a su cuarto, pasar la mano por el polvo, jugar
con los elementos de decoración, sentarse en la silla y sí, al final, tocar el
metal de la máquina de escribir como quien toca una tubería de la calle, sin
emoción. Pero entonces aprieta una tecla y toda la máquina se mueve para
colocar una letra en el aire. Y ahí coge un folio, lo coloca y empieza a
escribir. Escribe como si tuviese agujetas en los dedos, de mala manera, sin
ideas ni cosas que se puedan mantener por sí solas, pero escribe al fin y al
cabo, escribe sin gusto pensando que éste ya volverá. Y así como escribe sabe
que si no se sienta mañana de nada va a servir lo de hoy. Piensa en escribir
sobre algo que ya haya escrito, sobre lo que haya escrito mucho, por ejemplo
sobre una princesa fuerte y un príncipe enclenque, o sobre un tipo que sale a
caminar y se acaba encontrando con alguien que sin ningún esfuerzo le acaba
transportando a una situación absurda, o yo que sé, pero algo. Porque la
máquina va haciendo ruido y el tipo se va relajando, porque las frases son muy
brutas y no tiene una historia, pero está escribiendo, mueve los dedos apenas
deteniéndose a cada frase para pensar la siguiente. Y ahora, como fogonazos, le
vienen recuerdos buenos, recuerdos malos y tipos curiosos, y todo eso sabe que
le ayudará cuando haga falta, cuando demuestre que Andrea es la hermana de
Rigoberta o cuando vuelva Juan, tan mayor ya, y nos cuente lo que vio en Khabarovs.
Y porque me viene el sueño, dice el soldado, que si no seguía escribiendo, y
aunque sé que es mentira, le doy un fuerte aplauso.
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