sábado, 2 de enero de 2016

Mientras escribo esto

Tocotóc, tocotóc. Mi padre ordena papeles aquí a mi lado. Los que decide tirar son rasgados primero. Las fotos que va encontrando las deja con cuidado en una esquina de ésta mi mesa. Me molesta un poco el ruido, es increíble que los papeles y las cartulinas puedan hacer semejante y tan grave ruido. Pero tal vez lo que más me molesta es que está en su silla, con sus papeles y demás, pero dando la espalda a su mesa, mirando hacia la estantería y por tanto en la misma dirección que yo. No miramos lo mismo, claro, yo mi pantalla y él sus papeles, pero más allá seguiríamos sin ver lo mismo, yo la pared y él la estantería. Sin embargo solo necesita girar ligeramente la cabeza para poder ver ésta mi pantalla del ordenador. Ahora, por ejemplo, el ruido de papeles movidos y papeles rasgados ha vuelto a cesar, ¿se supone que está leyendo con atención un papel en concreto o está mirando mi pantalla, leyendo lo que escribo, pensando mi hijo está loco? Y claro, yo podría mirarle, girar apenas la cabeza y ver a dónde mira, pero si lo hiciese él se daría cuenta, porque girar la cabeza implica mover muchos músculos (unos se relajan y otros se tensan, así funcionan los músculos, me lo enseñaron de pequeño en clase por medio de un angustioso documental, angustioso porque vi que era imposible tener todos los músculos relajados), arrugar la camiseta, la piel del cuello, acomodar imperceptiblemente el brazo, entrecerrar un ojo y hacer ondular cabello. Y si no se diese cuenta de que le miro la primera vez, se daría cuenta otra de las muchas. Y si se diese cuenta de que miro a ver si mira, me estaría delatando a mí mismo como infractor de algo que entonces él sí querría descubrir, querría leer en este caso. Durante un momento ha vuelto a colocar la columna de papeles (los que se han salvado) en la estantería, ha cogido los rasgados y las fotos y se ha marchado, esto ha ocurrido mientras yo estaba escribiendo, a la altura de la palabra “infractor”, y entonces ha dejado de tener sentido el escrito, porque ahora, siendo sincero, no escribo para una pluralidad de lectores, sino para mi padre, el mismo que quiero que no gire la cabeza y mire lo que hago, lo que escribo. Y mientras no estaba me he sentido desamparado, frío, añorando el sonido que me molestaba y al que ahora me he aficionado (especialmente al de rasgar papeles), pero luego ha vuelto, como un salvador, un superhéroe, y cuando se ha vuelto a marchar para vaciar el cenicero en el retrete yo estaba seguro de que volvería, lo sabía, y eso me ha dado la felicidad, saber que volvería a oír papeles moverse, que le oiría rasgar algunos y lanzarlos a un lado y de que de vez en cuando reinaría el incómodo silencio en el que me preguntaría si está leyendo lo que escribo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario