El
abuelo, ya en el pasillo, suspira y vuelva a abrir la puerta.
—¿Qué
pasa?
—Yo
no he dicho nada, abuelo.
—No,
claro que no has dicho nada, pero estás pensando, tiquitiquitiqui, y piensas tan alto como las hormigas.
—No
sé, abuelo, todos pensamos. Si vamos a seguir hablando, ¿te importa encender la
luz?
El
abuelo lo hace y se sienta en la única silla del cuarto. La silla de su nieto
es muy pequeña porque es para un niño, pero es en la que él se ha sentado cada
noche desde hace muchos años, exceptuando fiestas y fines de semana.
—Dime,
truhán, ¿qué maquinas?
—No
maquino nada, aitona, solo es que me da pena que ya no me cuentes cuentos.
—Y
qué cuentos habría de contarte, si ya eres un chico grande.
—Los
de siempre, lo que has vivido.
—Pequeño
mentiroso, todo eso han sido siempre mentiras, y lo sabes. Yo nunca he pisado
un barco.
—Ya
lo sé, pero me gustaba imaginarte haciendo aquello que me estuvieses narrando.
Abuelo, yo sé qué es mentira y qué no. Sé que es mentira el amor de mis padres,
verdad que adivinas las tormentas, mentira que existan más planetas, verdad que
te sacarías el corazón y antes de caer muerto me abrirías el pecho y lo
cambiarías por el mío si fuera necesario. Yo sé esas cosas.
—Es
que eres un crío listo, por eso ya no te cuento cuentos, porque eres más listo
que yo.
—Pero
piénsalo, si soy así es por ti, porque papá y mamá…
—Mamá
y papá.
—Don Cacerol
y la bella Catalina.
—Y yo
batiéndome con tu padre por raptar a tu madre.
—Y mamá
sustituyendo a papá cuando se cansaba.
—Y tú
naciendo mientras tanto en el cuarto de al lado.
—Abuelo,
te echo de menos.
—Y yo
echo de menos correr. ¡Cada uno a lo suyo!
—Pero
abuelo, ¡aún puedes correr, cuéntame que corres!
—Y
cómo voy al baño también. Anda, mocoso, que se ha hecho tarde, mañana
desempolvo un libro para leerte.
El
abuelo se levanta, apaga la luz y cierra la puerta. De nuevo en el pasillo baja
la cabeza.
—Maldito
cabrón, con ese ruido no va a dejar dormir a nadie en esta casa —abre de nuevo
la puerta y habla mientras entra—. Va, va, ya te cuento un cuento, ¡pero deja
de pensar!
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