miércoles, 12 de julio de 2017

Nicho de hojas secas en la ventana

El abuelo, ya en el pasillo, suspira y vuelva a abrir la puerta.
—¿Qué pasa?
—Yo no he dicho nada, abuelo.
—No, claro que no has dicho nada, pero estás pensando, tiquitiquitiqui, y piensas tan alto como las hormigas.
—No sé, abuelo, todos pensamos. Si vamos a seguir hablando, ¿te importa encender la luz?
El abuelo lo hace y se sienta en la única silla del cuarto. La silla de su nieto es muy pequeña porque es para un niño, pero es en la que él se ha sentado cada noche desde hace muchos años, exceptuando fiestas y fines de semana.
—Dime, truhán, ¿qué maquinas?
—No maquino nada, aitona, solo es que me da pena que ya no me cuentes cuentos.
—Y qué cuentos habría de contarte, si ya eres un chico grande.
—Los de siempre, lo que has vivido.
—Pequeño mentiroso, todo eso han sido siempre mentiras, y lo sabes. Yo nunca he pisado un barco.
—Ya lo sé, pero me gustaba imaginarte haciendo aquello que me estuvieses narrando. Abuelo, yo sé qué es mentira y qué no. Sé que es mentira el amor de mis padres, verdad que adivinas las tormentas, mentira que existan más planetas, verdad que te sacarías el corazón y antes de caer muerto me abrirías el pecho y lo cambiarías por el mío si fuera necesario. Yo sé esas cosas.
—Es que eres un crío listo, por eso ya no te cuento cuentos, porque eres más listo que yo.
—Pero piénsalo, si soy así es por ti, porque papá y mamá…
—Mamá y papá.
—Don Cacerol y la bella Catalina.
—Y yo batiéndome con tu padre por raptar a tu madre.
—Y mamá sustituyendo a papá cuando se cansaba.
—Y tú naciendo mientras tanto en el cuarto de al lado.
—Abuelo, te echo de menos.
—Y yo echo de menos correr. ¡Cada uno a lo suyo!
—Pero abuelo, ¡aún puedes correr, cuéntame que corres!
—Y cómo voy al baño también. Anda, mocoso, que se ha hecho tarde, mañana desempolvo un libro para leerte.
El abuelo se levanta, apaga la luz y cierra la puerta. De nuevo en el pasillo baja la cabeza.

—Maldito cabrón, con ese ruido no va a dejar dormir a nadie en esta casa —abre de nuevo la puerta y habla mientras entra—. Va, va, ya te cuento un cuento, ¡pero deja de pensar!

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