En medio de una especie de páramo hay una torre en la que
vive un tirano. Cada mañana el tirano se asoma por el balcón de su torre gris y
le grita a la gente del páramo que recojan las piedras que encuentren para
hacer con ellas más alta su torre. Al salir al balcón una mañana ve de pronto
que anti sí hay grandes bloques de piedra que no están en su torre y grita a
los habitantes del páramo que las reúnan y continúen con ellas la construcción.
A la mañana siguiente ve que en el páramo hay más piedras y más grandes, así
que ordena que los habitantes del páramo sean castigados por su egoísmo. Cada
mañana al levantarse ve como las piedras que se pueden encontrar son más
grandes, por lo que los castigos aumentan en consecuencia y sigue ordenando que
sean transportadas para continuar la torre. El tirano no se da cuenta que las
piedras que ve cada mañana son trozos de la misma torre que se han caído por la
noche y que los habitantes del páramo van haciendo cada vez peor su trabajo en
la misma proporción que aumentan sobre ellos los malos tratos. De esta forma
que cada vez serán más grandes las pérdidas de la torre hasta que el tirano
muera aplastado.
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