domingo, 30 de septiembre de 2018

Se la tragó la noche


 Me había dormido en el último búho y cuando me desperté, ya en las cocheras, el conductor me dijo sonriendo mientras fumaba que no podía llevarme. Entonces inicié la ruta caminando, no era la primera vez que me pasaba y conocía el camino. El trayecto era de aproximadamente una hora.
 Al poco de salir de las cocheras, crucé unas calles y atajé para salir del polígono, donde ninguna farola estaba encendida, y entonces, en el linde con la primera calle iluminada, oí algo y me quedé quieto, aún a oscuras. En la otra acera de la calle iluminada había tres personas. Me fijé mejor en la composición del grupo -no veo muy bien de lejos- y vi que eran dos chicos adolescentes llevando a una chica entre ellos. Ella a penas tocaba el suelo, y si lo hacía era para arrastrar la punta del tacón, parecía estar increíblemente borracha. “La van a violar”, pensé, tengo redes sociales y esas cosas se ven mucho, la forma más suave de la violación, aprovecharse de alguien. Empezaban a girar por una calle, iban despacio y yo no dejaba de pensar sin llegar a nada. Por esa calle se atraviesa una zona urbanizada y se llega a un parque. “Allí va a ocurrir”, seguro que ellos necesitarían de un sitio cómodo encima de un banco y no entre dos coches para lograr esquivar el sentirse culpables. ¿Y qué debería hacer yo? Y aunque me encontraba en la privacidad de mi mente logré censurar la otra pregunta “¿y por qué debería hacer algo?”. Aunque allí, cansado y en las sombras, podía estar precipitándome, aquella calle atravesaba primero una urbanización y ellos podían estar llevando a la chica, a su amiga, a casa. Es más, había exagerado para mal con lo de la violación, y exagerando en sentido contrario aquellos dos chicos podían ser sus hermanos que habían ido a buscarla después de una llamada amiga y que al llegar a casa la descalzarían y la meterían en la cama recibiéndola a la mañana siguiente con bromas acerca del dolor de cabeza. Tengo redes sociales y conozco casos, pero también es verdad que ninguno de esos casos lo conozco porque le haya ocurrido a alguien cercano. Esperé hasta que dejé de verlos y me marché a casa.
 A la mañana siguiente, por si acaso, no leí la prensa local.

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