Me había dormido en el
último búho y cuando me desperté, ya en las cocheras, el conductor me dijo
sonriendo mientras fumaba que no podía llevarme. Entonces inicié la ruta
caminando, no era la primera vez que me pasaba y conocía el camino. El trayecto
era de aproximadamente una hora.
Al poco de salir de las
cocheras, crucé unas calles y atajé para salir del polígono, donde ninguna
farola estaba encendida, y entonces, en el linde con la primera calle
iluminada, oí algo y me quedé quieto, aún a oscuras. En la otra acera de la
calle iluminada había tres personas. Me fijé mejor en la composición del grupo
-no veo muy bien de lejos- y vi que eran dos chicos adolescentes llevando a una
chica entre ellos. Ella a penas tocaba el suelo, y si lo hacía era para arrastrar
la punta del tacón, parecía estar increíblemente borracha. “La van a violar”,
pensé, tengo redes sociales y esas cosas se ven mucho, la forma más suave de la
violación, aprovecharse de alguien. Empezaban a girar por una calle, iban
despacio y yo no dejaba de pensar sin llegar a nada. Por esa calle se atraviesa
una zona urbanizada y se llega a un parque. “Allí va a ocurrir”, seguro que
ellos necesitarían de un sitio cómodo encima de un banco y no entre dos coches
para lograr esquivar el sentirse culpables. ¿Y qué debería hacer yo? Y aunque
me encontraba en la privacidad de mi mente logré censurar la otra pregunta “¿y
por qué debería hacer algo?”. Aunque allí, cansado y en las sombras, podía
estar precipitándome, aquella calle atravesaba primero una urbanización y ellos
podían estar llevando a la chica, a su amiga, a casa. Es más, había exagerado
para mal con lo de la violación, y exagerando en sentido contrario aquellos dos
chicos podían ser sus hermanos que habían ido a buscarla después de una llamada
amiga y que al llegar a casa la descalzarían y la meterían en la cama
recibiéndola a la mañana siguiente con bromas acerca del dolor de cabeza. Tengo
redes sociales y conozco casos, pero también es verdad que ninguno de esos
casos lo conozco porque le haya ocurrido a alguien cercano. Esperé hasta que
dejé de verlos y me marché a casa.
A la mañana siguiente,
por si acaso, no leí la prensa local.
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