viernes, 7 de agosto de 2020

Lo que te sigue


Le perseguía un demonio. Él no sabía lo que el demonio quería, pero sí sabía que era malo. A sus espaldas, mientras corría, oía al demonio acercarse. Me pidió ayuda en la distancia y yo le dije que se acercase a mi hoguera. Una vez allí le dije que continuase, pero que ya no hacía falta que corriese, que yo hablaría con el demonio. Cuando el demonio llegó le invité a sentarse frente a mí, junto al fuego, y él obedeció sonriendo, previendo algún tipo de truco. Le invité a comer y hablamos largo rato, pero llegado el momento me interrumpió para decirme que todo aquello era en balde, que por mucho que le retuviese lograría alcanzar a mi amigo y se introduciría dentro de él. Yo le contesté que estaba equivocado, que no quería distraerle, sino ofrecerle que se introdujera dentro de mí dejando en paz a mi amigo. El demonio dudó y después se introdujo en mí, yo lo asimilé como un órgano más y mi amigo, desde lejos, debió pensar que yo era un héroe, un sacrificado, que daba mi vida por salvar la suya sin pedir nada a cambio. Lo que mi amigo no sabe es que algunas noches me levanto, apago el fuego que arde delante de mí, reflejándose en mis ojos, y salgo a correr por las laderas, susurrándole a la gente, haciéndoles correr, prometiéndoles, sin decirles nada, que si se detienen están perdidos.

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