domingo, 10 de octubre de 2021

El caminante en el pasillo

 El pasillo se encuentra ya casi a oscuras. El único foco de luz que sigue funcionando es una barra fluorescente que cuelga de un par de cables y se mece despacio. Bajo esa luz oscilante se acerca algo por el pasillo. Tiene un caminar difícil y parece que no tuviera prisa por llegar a su destino. De hecho, por su forma de andar, parece que no tenga ningún destino.

Cuando sus pasos le llevan a entrar bajo el haz de luz se aprecia cómo tiene los dedos de las manosr colapsados, los ojos rojos e hinchados y un pie girado como si tuviera el tobillo roto, pero lo más relevante de todo es su mandíbula, que se encuentra colgando de un extremo, congelándole el rostro en una perpetua expresión de sorna. Es un zombie, un no muerto, un caminante, un muerto viviente, un regresado, un muerto en parte o un muerto en vida. Ahora vaga por lo que fue una oficina, camina junto a las mesas y las sillas derribadas, pisando sobre papeles ensangrentados para luego limpiarse al pisar sobre el charco que se ha formado frente a la puerta del baño.

Sería imposible saber cuántas veces ha recorrido aquel pasillo, pero por alguna razón en ninguno de aquellos viajes ha llegado hasta el final, allí donde se encontraría el despacho del jefe. Tal vez resida aún en él un miedo innato a aquel lugar. O tal vez la razón por la que una vez entra en el espacio iluminado se dé la vuelta sin atravesarlo sea que en su corto entendimiento no haya más espacio, para él termina el mundo allí donde ya no llega a alumbrar el foco que cuelga, más allá solo hay abismo, o una pared.

Pero en esta ocasión ocurre algo diferente, el qué no se sabe, tal vez la degradación de su tobillo le lleva a pisar un poco más allá, o una antigua mancha de sangre en la pared le tienta y llama su atención, pero lo cierto es que entra en la sombra y en el oscuro se enciende un punto de luz roja al que acompaña un ruido. El caminante se dirige hacia el sonido, mirando el punto de luz con la expresión de curiosidad que ya le proporciona la mandíbula caída.

Al acercarse más, se empiezan a escuchar sonidos provenientes del interior de la máquina. Suena a cosas que giran y se desplazan. Parece que la máquina se estuviera despertando. De pronto todos los sonidos cesan y sale impresa una hoja perfectamente blanca.

El zombie mira primero la hoja, que aún está caliente, y después a la máquina. Levanta despacio su brazo muerto y lo deja caer contra el plástico y el metal. Levanta los dos brazos y los deja caer repetidas veces. La máquina, ante estas agresiones, empieza a emitir pitidos y a encender una luz roja a la que acompaña un mensaje de error. La respuesta de la fotocopiadora altera al no muerto que la golpea con más insistencia mientras de su garganta sale algo a medio camino entre un grito y un lamento.

La fotocopiadora resiste, pero sigue chillando, y el ruido de ésta y del muerto alteran la oficina. De debajo de un montón de carpetas y una silla algo se levanta. También por donde estaba la puerta entra algo, y después otro algo. Bajo la oscilante barra fluorescente se ve a caminar a otros tantos zombies de rostro cansado o molesto. Estos llegan hasta donde está el primero y le imitan en su linchamiento. La máquina tiene programado un chillido histriónico cuando le falta papel, cuando una hoja se le atasca o cuando es apaleada, pero solo tiene uno, de manera que no puede gritar más pese a que no dejen de entrar zombies por la puerta rota de la oficina, pero ya se encargan ellos de que el ruido en el ambiente no deje de crecer.

De pronto se escucha otro sonido. Éste más que un grito o un lamento parece un grito o un insulto. O quizá una orden. Los zombies no callan del todo pero sí se aquietan. De más allá de la luz, donde se encontraría el despacho del jefe, aparece una silueta gorda, puede que de comerse empleados. No necesita repetir nada en su horroroso lenguaje, los no muertos parecen haber perdido el interés por la fotocopiadora y empiezan a marcharse por el pasillo arrastrando los pies, babeando, gruñendo o gimiendo a volver ocupar sus puestos en la oficina. La fotocopiadora se calló en el momento en que dejó de ser golpeada. La paz ha vuelto, así que el gordo se da la vuelta y se interna en la oscuridad para seguir con su letargo. La fotocopiadora ultima sus rodillos preparándose para sacar una nueva hoja cuando sea necesario y el primer zombie atraviesa la zona iluminada para seguir con su ronda, su eterna ronda.

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