Volvió a mirar la dirección en el
móvil pese a estar segura de que aquella era la casa. Ella ya había estado allí
antes, el verano pasado, en un fiesta que dio él, pero en aquel entonces no se
conocían mucho. Le dio por preguntarse qué habría dicho la ella del verano
pasado si le contara que iba a empezar a verse con el anfitrión y que en un día
como aquel aceptaría ir a su casa sabiendo que estaba solo. Las viviendas allí
eran grandes y unifamiliares, diseminadas por una urbanización tan vacía que permitía
a los vecinos caminar por mitad de la calzada. Aquella calle en concreto
terminaba en una curva cerrada y ella se preguntó qué podría venir por allí.
Podría aparecer un coche, claro, pero también un autobús o un camión de
bomberos, o podría doblar la calle un hombre corriendo que se dirigiese
directamente hacia ella, o un grupo de personas vestidas de negro, dando pasos
cortos y llevando sobre sus hombros un ataúd de marrón brillante. Cuántas cosas
distintas podían pasar.
Al final le mandó un mensaje
diciéndole que estaba en la puerta. Estaba solo en casa y ella podía llamar al
timbre, pero nunca se sabe, quizá al final estaban sus padres o aquella no era
la casa, y dios la librase de pasar el mal rato de explicarle a un señor mayor
que no es con él con quien probablemente iba a acabar follando, sino con su
vecino. Por fortuna fue él le abrió la puerta, muy galán, muy cortés, y entró
dejándole a ella el ir cerrando las puertas. Ella se había arreglado y vestía
una especie de camiseta blanca con las mangas y el cuello de encaje, falda
negra y medias, él llevaba una camiseta y unos pantalones de chándal. Y el muchacho
parecía una visión, pero no porque fuese bello, sino porque iba por delante de
ella, hablándole sin mirarla, impidiendo que ella pudiera darle alcance. Pero
pese a todo lo que hablaba no decía nada interesante, decía que quería que se
bañasen en la piscina, y lo dijo varias veces más después de que ella dijese
que no había traído bañador. Y entre tantas cosas que él decía no le había
ofrecido un vaso de agua, que era lo que ella había querido antes incluso de
entrar porque se estaba muriendo de sed. Finalmente se paró en seco, se giró y
le preguntó si quería una cerveza y ella, que en realidad no quería, dijo que
sí por matar la sed. Así se sentaron y ella, viéndole hablar y hablar sin
parar, pensó que sí tenía cierto encanto, y entre que se distrajo y hacía calor
bebió bastante cerveza habiendo comido muy poco y hacía horas. Así que al final
llegó la respuesta a la cuestión no hablada que habitaba bajo la piel de la
proposición de la invitación de él, y ella aceptó. De manera que él la llevo a
su cuarto y qué raras quedan las medias con la falda quitada, así que mejor
fuera; es una pena que no se fije en el sujetador y en el conjunto que hace y
lo quite tan rápido; yo me desnudo en seguida, camiseta, pantalón y ya estoy.
Así están sudando con el calor
que hace, pero no paran para beber ni nada parecido, sin embargo él sí para un
momento para levantarse, atravesar el cuarto, coger su teléfono y volver. Ella
le pregunta y él le contesta un nada
rápido. Siguen pero ella como que ya no se concentra, de hecho le empieza a
escocer. Él malinterpreta su mueca y le ofrece cambian de postura, así que
acaba a cuatro patas. Pero ahí, entre los movimientos de él, se da una pausa
extraña y ella le mira por encima del hombro viéndole dejar el móvil en la
mesa. Entonces le pregunta que para qué lo había cogido y él contesta que para
mirar la hora. Una sombra le cruza a ella por la frente y le pregunta que si le
ha hecho una foto. Él lo niega y ella se aparta y se incorpora. Vuelve a
preguntar y él niega tres veces o más. La cerveza se va por el agujero de la
preocupación que aparece en la mente de ella mientras va siendo consciente del
peligro que tiene una foto suya en manos de él, porque probablemente esas manos
se cuenten por decenas. Entonces le pregunta si le puede pasar las bragas y en
tanto él se agacha ella se hace rápidamente con el teléfono. Le dice, esta vez
con más volumen, que si no es verdad que le ha hecho una foto que le enseñe la
galería y él le contesta que ella es una puta y que no tiene por que enseñarle nada.
Con efecto retardado (igual la cerveza no se había ido del todo) a ella le
enciende las mejillas eso de puta y sale del cuarto corriendo con el teléfono
en la mano. Él la persigue y acaban al borde de la piscina, ella con el brazo
extendido, amenazando con soltar el móvil sobre el agua. Pregunta por su clave
para desbloquearlo y él la vuelve a llamar puta. Mala cosa. El aparato hace un
sonido realmente divertido, una especie de chapoteo. Él da un paso hacia
delante y le propina una bofetada con todas sus fuerzas que le deja la cara
mirando al agua. Entonces ella, así, humillada y sintiéndose lo más perdida del
mundo, se deja caer a la piscina como si hubiese caído a causa de la bofetada,
y una vez en el agua se queda flotando sin pretensiones de moverse o de sacar
siquiera la cabeza para respirar. Él, desde fuera, viéndola flotar inerte, se
llega a preguntar si es que la ha matado, porque el pobre no tiene muchas
luces. ¿Y a quién llamo? Llega a preguntarse.
Todo el mundo lo repetía, pero en el fondo nadie llegó a creerlo. Por eso todos se refugiaron aquí.
lunes, 17 de mayo de 2021
Que me lo des
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