domingo, 10 de mayo de 2015

La luz del baño está encendida

Me visto de negro y me pongo la máscara de perro muerto. Salto por la ventana de mi habitación y caigo sobre el mullido césped, después escalo los setos que delimitan mi jardín, atravieso el callejón pobremente iluminado y escalo unos setos aun mayores para caer el estrecho jardín vecino. La luz del baño está encendida, así que araño dicha ventana con mis uñas falsas de metal, oyendo un sobresalto y la voz de una mujer llamando a su marido, abren la ventana pero ya me he ido. Recorro el jardín hasta llegar al salón, allí me asomo por una ventana de persiana subida, en la sala solo está el hijo, que sufre de algún retraso, me ve, el pavor se refleja en su cara y empieza a berrear como hace en los días de verano, aunque ahora tiene una nota más desesperada. Los padres llegan a consolar a su hijo pensando que se ha asustado con algún anuncio de la televisión encendida. Recorro otra vez el jardín hasta llegar a la puerta de la entrada y llamo con los nudillos. Hay una puerta que da de la calle al jardín y otra que da desde éste a la casa, llamo en la segunda, por eso la voz de la mujer que pregunta quién es suena desesperada. Vuelvo atrás, donde los setos que escalé, y vuelvo a subir por ellos, pero en vez de caer al otro lado, al callejón, me aferro a la ventana abierta del segundo piso y me dejo caer dentro. Son los primeros días de primavera en los que hace calor, la familia ha abierto algunas ventanas y yo he entrado por una, susurro una frase rasgada que nadie escucha. Bajo despacio las escaleras, pisando a los lados de los escalones para que la madera no haga ruido. De pronto me encuentro cara a cara con la mujer, observo su pelo rubio mientras cae de espaldas, con los ojos y la boca muy abiertos, no consigue formular una palabra. Llega su marido, empieza una frase pero me ve y la interrumpe con un grito largo de quien se desespera de miedo, entonces, animada por el grito de él, ella también grita, y los gritos de ambos hacen llorar al hijo, en el salón, que no sabe qué ocurre. Estiro la mano y con mis uñas falsas araño el rostro de la mujer, provocándole tres arañazos profundos de los que empieza brotar sangre, eso anima al hombre, que se abalanza sobre mí mientras que la mujer huye a encerrarse en el baño. Tengo al hombre encima, pero mientras que él lucha contra mí de forma rápida, yo actúo lentamente, y así le clavo dos falsos dedos de mi mano izquierda en el vientre mientras que poco a poco voy introduciendo mi falso dedo índice de la mano derecha en su cuello, hasta que deja de moverse. Me levanto con las ropas mojadas de sangre pegadas a mi cuerpo, la mujer está encerrada en el baño, así que voy al salón, donde encuentro al niño retrasado meciéndose sobre si mismo mientras abraza sus rodillas. Me coloco detrás de él y paso mi brazo por su cuello, asfixiándole parcialmente. Como lucha con torpes manotazos contra mi brazo no opone resistencia a que le arrastre al pasillo, a la altura de su padre muerto. Allí le suelto, coge aire y empieza a berrear. Su madre entonces abre la puerta y saca la cabeza. Yo golpeo a su hijo que cae de rodillas, le agarro del pelo con la mano izquierda teniendo cuidado de no arañarle con mis uñas falsas y con la mano derecha le hago un gesto a la madre para que se acerque. Su sentimiento maternal vence a su miedo y viene hacia mí.

Salgo por la puerta, corro al callejón y escalo los setos de mi casa. En el jardín lavo mis ropas y las falsas uñas con agua de la manguera sobre el césped. Escalo a mi habitación con muchas dificultades, me pongo el pijama y me meto en la cama.

2 comentarios:

  1. Me ha dado verdadera ansiedad este relato

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  2. Bien construido, inquietante, interesante. Me gusta ver cómo va madurando tu forma de escribir, tu estilo, la trama de tus historias. Gracias por estos pequeños placeres.

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