Me visto de negro y me pongo la máscara de perro
muerto. Salto por la ventana de mi habitación y caigo sobre el mullido césped,
después escalo los setos que delimitan mi jardín, atravieso el callejón
pobremente iluminado y escalo unos setos aun mayores para caer el estrecho
jardín vecino. La luz del baño está encendida, así que araño dicha ventana con
mis uñas falsas de metal, oyendo un sobresalto y la voz de una mujer llamando a
su marido, abren la ventana pero ya me he ido. Recorro el jardín hasta llegar
al salón, allí me asomo por una ventana de persiana subida, en la sala solo
está el hijo, que sufre de algún retraso, me ve, el pavor se refleja en su cara
y empieza a berrear como hace en los días de verano, aunque ahora tiene una
nota más desesperada. Los padres llegan a consolar a su hijo pensando que se ha
asustado con algún anuncio de la televisión encendida. Recorro otra vez el
jardín hasta llegar a la puerta de la entrada y llamo con los nudillos. Hay una
puerta que da de la calle al jardín y otra que da desde éste a la casa, llamo
en la segunda, por eso la voz de la mujer que pregunta quién es suena
desesperada. Vuelvo atrás, donde los setos que escalé, y vuelvo a subir por
ellos, pero en vez de caer al otro lado, al callejón, me aferro a la ventana
abierta del segundo piso y me dejo caer dentro. Son los primeros días de
primavera en los que hace calor, la familia ha abierto algunas ventanas y yo he
entrado por una, susurro una frase rasgada que nadie escucha. Bajo despacio las
escaleras, pisando a los lados de los escalones para que la madera no haga
ruido. De pronto me encuentro cara a cara con la mujer, observo su pelo rubio
mientras cae de espaldas, con los ojos y la boca muy abiertos, no consigue
formular una palabra. Llega su marido, empieza una frase pero me ve y la
interrumpe con un grito largo de quien se desespera de miedo, entonces, animada
por el grito de él, ella también grita, y los gritos de ambos hacen llorar al
hijo, en el salón, que no sabe qué ocurre. Estiro la mano y con mis uñas falsas
araño el rostro de la mujer, provocándole tres arañazos profundos de los que
empieza brotar sangre, eso anima al hombre, que se abalanza sobre mí mientras
que la mujer huye a encerrarse en el baño. Tengo al hombre encima, pero
mientras que él lucha contra mí de forma rápida, yo actúo lentamente, y así le
clavo dos falsos dedos de mi mano izquierda en el vientre mientras que poco a
poco voy introduciendo mi falso dedo índice de la mano derecha en su cuello,
hasta que deja de moverse. Me levanto con las ropas mojadas de sangre pegadas a
mi cuerpo, la mujer está encerrada en el baño, así que voy al salón, donde
encuentro al niño retrasado meciéndose sobre si mismo mientras abraza sus
rodillas. Me coloco detrás de él y paso mi brazo por su cuello, asfixiándole
parcialmente. Como lucha con torpes manotazos contra mi brazo no opone
resistencia a que le arrastre al pasillo, a la altura de su padre muerto. Allí
le suelto, coge aire y empieza a berrear. Su madre entonces abre la puerta y
saca la cabeza. Yo golpeo a su hijo que cae de rodillas, le agarro del pelo con
la mano izquierda teniendo cuidado de no arañarle con mis uñas falsas y con la
mano derecha le hago un gesto a la madre para que se acerque. Su sentimiento
maternal vence a su miedo y viene hacia mí.
Salgo por la puerta, corro al callejón y escalo
los setos de mi casa. En el jardín lavo mis ropas y las falsas uñas con agua de
la manguera sobre el césped. Escalo a mi habitación con muchas dificultades, me
pongo el pijama y me meto en la cama.
Me ha dado verdadera ansiedad este relato
ResponderEliminarBien construido, inquietante, interesante. Me gusta ver cómo va madurando tu forma de escribir, tu estilo, la trama de tus historias. Gracias por estos pequeños placeres.
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