domingo, 31 de mayo de 2015

Bajo el muérdago

Había sido un año difícil, muchos habían muerto por diversas causas y los problemas, de todo tipo, anidaban en los hogares. Había sido un mal año. Y así llegó el año nuevo, en plena navidad, y ahí, mientras la familia veía la televisión, aparecieron los muertos, sus muertos, a hacerles compañía, y así es como el abuelo y el nieto pudieron terminar aquella conversación, aunque para ser sinceros ni con esas pudieron, pues las lágrimas acudieron a sus ojos y empezaron a llorar mientras se abrazaban. La adolescente callada se encontró de pronto con los ojos de aquel que murió en un accidente de moto y del que nadie parecía acordarse una semana después. También se sentó en silencio la vecina, muerta sola, como sola vivió, y curiosamente a su regazo fue a acomodarse el gato. De ser cinco pasaron a ser dos docenas, y todos veían la televisión, las campanadas, las canciones empapadas en turrón y los anuncios de seguros con el olor a cava flotando en el ambiente. Algunos sonreían y otros lloraban en silencio, la madre, en un momento, se fue a llorar al baño mientras que con la mano con la que no se cubría rostro espantaba a su marido diciendo “estoy bien, estoy bien”. Y daban igual los detalles, el ambiente general era de felicidad, queriendo que aquella noche de año nuevo fuese eterna, pues todos sabían que al despertar los muertos se habrían ido. Alguien se preguntó si les volverían a ver el día de Todos los Santos, pero se calló y siguió viendo la tele mientras abrazaba al tío, desaparecido años atrás y que ahora se sabía que estaba muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario