Desde luego esto es el
inicio de una historia pero no lo parece. Aquí no hay nada, ni decorado ni
personajes. Y eso no es lo peor, porque podría encargarme yo en solitario y sin
un escenario definido de recrear una historia, lo peor es que aquí tampoco hay
guión ni idea si quiera, aquí solo hay unas ganas de escribir que tampoco son
desaforadas pero que gimen por salir adelante.
No me gusta escribir
situándome en el presente, puede que lo sepa quien me haya leído y quien no lo
sepa o no me haya leído ahora lo sabe. Sin embargo tampoco me muevo demasiado
hacia atrás, abandono ordenadores y teléfonos móviles, pero sigue habiendo
aviones y coches, aunque a mis personajes no les suele importar meter las manos
en los bolsillos del abrigo y echar a andar por la ciudad. Me gusta escribir en
un tiempo sin tiempo, en un tiempo en el que nada se echa en falta y donde todo
lo que entra es bien recibido sin que a quien lo lee le importe realmente si el
hombre de traje y la mujer de labios rojos están bebiendo y qué están bebiendo.
Sin que importe que lo que sea que estén bebiendo se lo ha servido un camarero
de frac blanco que hoy no se ha puesto los guantes porque hacen que le suden
las manos. Sin que de cualquier forma le pueda importar a quien lea esto que el
camarero, que mira nervioso a la mujer de los labios rojos y tiene el pelo
demasiado corto, lleva días, igual ya semanas, obsesionado con una idea que le
apareció de pronto pero de seguro no es suya y es rodar una película
pornográfica (porno, de aquí en adelante). De hecho no es ni película, que a
eso no le ve sentido, sería más bien vídeo, vídeo largo en todo caso. Sin
embargo sonríe para adentro convencido de que lo que ruede será distinto y con carácter
de triunfo y aire fresco que atraerá sin duda la atención incluso de quienes no
estén aficionados a este mundo pues planea mezclar el elemento obvio del porno
con la calidad del cine. Y es que mientras sigue mirando a la mujer de los
labios rojos y le siguen sudando las manos como si las tuviese mojadas aunque
no lleve puestos los guantes, el camarero no entiende cómo la insinuación de un
desnudo en el cine puede ser mucho más excitante, o al menos intensa, que todo
un despliegue de intimidades en la industria. Y ahí quiere llegar; quiere
ponerle la luz, la cámara y el guión de una película de bien a una película
(vídeo largo) de mal. El pobre no sabe que estas ideas que le asaltan ya fueron
ensayadas en los años ochenta y que, como se puede ver, no triunfaron
demasiado. Demasiados públicos de esta industria, demasiada cantidad, demasiado
poco público específico de algo que ni es pornografía ni es cine. Aunque claro,
quizá no lo hay porque no se intenta, y es aquí cuando el muchacho se vuelve a
animar, quizá… pero el señor de traje le llama y él va, entonces el hombre pide
algo y la mujer de los labios rojos dice que lo mismo pero claro, de seguro que
a quien lea esto no le importa para nada todo este asunto.
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