sábado, 30 de agosto de 2014

El valor de las cosas

A veces me asusta que le des demasiado valor a algo.
El jarrón que adornaba la esquina del salón no le hacía daño a nadie, simplemente se trataba con cuidado cuando se le limpiaba el polvo, pero ahora me vienes tú y me dices que ese jarrón es valiosísimo y que no se puede tratar de cualquier manera.
Me veo obligado a trasladar el jarrón al estudio, a mover todos los muebles, prohibir la entrada la gente y a colocar el jarrón en un pedestal blanco en mitad de la sala.
El jarrón me quita el sueño, o mejor dicho, la posibilidad de dormir, pues debo permanecer despierto, cuidándolo de que no le pase nada. El jarrón ya no me deja bailar, no puedo, está en medio de la sala y podría lastimarlo.
Un golpe del destino golpeó la base del pedestal blanco y el jarrón cayó a cámara lenta y se rompió. Y entonces, un jarrón que recogerías del suelo trozo a trozo con cara de molestia, ahora se convierte en un martirio, y acabas comprando otro jarrón de igual valor para poner en el pedestal blanco en mitad de la sala.

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