Porque ya no recordaba la última vez que nevó, por eso
creía que la gente que caminaba por la calle se perdía algo, se acercó a la
ventana, le dio otra calada al cigarrillo y apuró el vaso de ron a su salud.
Al salir a la calle se esperaba lo bueno y lo malo de
aquel verano, creía que empezaría a sudar y a sentirse más pequeño, pero
también pensaba que el sol haría lo propio y desalojaría las calles,
permitiéndole estar solo, y con esa sensación de que el tiempo corre más
despacio. Pero se equivocaba, no anduvo ni tres calles cuando una agradable brisa
salió a la calle, y con él salió la gente con sus vidas e historias iguales y a
la vez diferentes. Ante sus incrédulos ojos, todo empezó a cobrar un ritmo
peligroso, los coches ya no eran coches, eran destellos de vehículos que
acababan de pasar a toda velocidad, las personas pronunciaban ruidos
ininteligibles mientras sus bocas se abrían y cerraban a la vez, a toda
velocidad, en un espectáculo grotesco. Pupilas dilatadas por doquier, la gente
que andaba, corría, la gente que corría acababa volando por la velocidad
alcanzada. Las nubes comenzaron a perseguirse unas a otras, cada vez a más
velocidad. Cuando el sol empezó a parpadear siguiendo algún tipo de extraño ritmo,
el hombre pensó en la nieve, en que ella sí detenía el tiempo, y no pudo evitar
asustarse al pensar que quizá las cosas no iban más deprisa, sino que su nostalgia,
además de atrasarle el presente, le atrasaba la realidad. Algo, posiblemente
una persona, quizá un animal, pasó por su lado rozándole la chaqueta, provocando
que ésta empezase a arder. Las llamas se movían como el sol, bajo un extraño
ritmo, pero no por ello le devoraban con mayor velocidad, tan solo se movían a
un lado y a otro, como si se tratasen de jóvenes en alguna discoteca. Tampoco
gritó ni sintió dolor, no gritaba porque no podía dejar de mirar fascinado el
espectáculo que sucedía en su brazo, y no sentía nada porque pese a estar en un
lugar dónde la lógica se había vuelto loca, él realmente estaba en un mar de
hielo, un universo sin detallar.
El aire agradable fue cesando lentamente, y mientras
lo hacía fue desapareciendo la gente, como si se tratase de fantasmas. Al
final, cuando alguna extraña canción dejó de sonar, había una mancha donde
había habido un hombre que se quedó quieto como una estatua, no se sabe si
volvió a casa a soñar despierto mientras miraba por la ventana, o por el
contrario fue a reunirse con el sol burlesco que le proporcionaba el frío que la
nieve no le daba.
Este relato juro que ha sido más extraño que mis sueños... (y mira que mis sueños son rarísimos) Pero eso sí, me ha encantado cómo te expresas y el relato en sí :)
ResponderEliminarUn relato inteligente, maduro, un puntito inquietante y muy bien escrito...
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarGenial: "Las nubes comenzaron a perseguirse unas a otras,..."
"...sino que su nostalgia, además de atrasarle el presente..."