miércoles, 10 de septiembre de 2014

Porque cuando los muros que protegen tu mundo caigan, cuando las piedras tengan alas y veas el sol apagarse, yo estaré allí, recogiendo tu mano y tus dedos que soltó quien huyó corriendo. Yo no huiré por el hecho de conocer el destino de las cosas y de los individuos, sino que no huiré por ti, porque te llevaré a ver la escena más hermosa, el amanecer de un nuevo sol, de su nacimiento. Entonces, mientras aun lloras, comprenderé que estás conmigo por miedo a todo lo demás, y sabré también que cuando el mundo vuelva a ser verde y azul huirás de nuevo, entonces yo me sentaré, con rostro fatigado, y esperaré a que el suelo vuelva a temblar para poder volver a cogerte de la mano, hasta entonces, adiós.

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