viernes, 5 de septiembre de 2014

El genial reflejo en las ventanas por la noche

Cuando vas en metro, tren o bus por la noche, y las luces del interior del vehículo están encendidas, puedes mirar por la ventana y ver el paisaje nocturno o mirar por la ventana y ver reflejado el interior del vehículo o vagón viéndolo de una manera nítida y sin que nadie lo sepa pues parece que estás mirando por la ventana.

La mujer tenía el pelo corto, de un rubio oscuro, echado hacia atrás por una diadema negra y unos pendientes que te quedabas mirando sin saber si eran horteras o te llegaban a gustar, o quizá es que te gustaban de lo horteras que eran. Tenía una chaqueta negra por encima de una camisa blanca apretada que, a pesar de tener los botones abrochados hasta el cuello, no pasaba desapercibida, pues marcaba de manera indiscreta sus pechos. La visión de la chica rubia continuaba con una minifalda vaquera y sus piernas cruzadas, pues estaba sentada, piernas largas y bonitas  que terminaban en unas manoletinas negras.
Por cómo estaba vestida y por no ser morena, Edu la habría prejuzgado y olvidado en cualquier otra ocasión, pero aquella mujer tenía un extraño aire de serenidad de piedra que hasta consiguió que Edu dejase de pensar en aquella chica que reía mientras montaba en bicicleta protegiéndose de la fina lluvia con un paraguas y que solo pensaba en la lluvia que caía.
La chica rubia se había sentado porque sí en uno de los dos asientos para minusválidos, y se había sentado "porque sí" porque estaba la mitad del bus vacío, de hecho había menos de un cuarto de gente de total que podría sentarse. Lo que ocurría es que la chica rubia, al estar sentada en aquel asiento especial con las piernas cruzadas, no miraba hacia adelante o hacia atrás, sino hacia a un lado, hacia la salida que se encuentra en mitad del bus, ¿cómo no veía pues que Edu la estaba mirando? Fácil, porque Edu no se dejaba ver, aparentaba mirar por la ventana, viendo concesionarios pasar y recordando aquella imagen de la noche anterior de una noche completamente silenciosa solo interrumpida por el sonido de un aspersor de riego, pero en realidad el astutísimo Edu contemplaba el reflejo del interior del bus que había en la ventana, y así espiaba al chico negro con gorra de visera plana, a los dos adolescentes que chupaban chupachups, a la mujer algo 'grande' que no dejaba de sacarse fotos con el móvil y, por supuesto, a la chica rubia. Edu tenía a varias personas diseminadas por distintos sitios detrás de él, entre ellas se encontraban una hermosa chica de pelo rojo, un hombre de unos cuarenta años muy borracho y dormido y dos veinteañeros quizá enamorados que demostraban ser bastante fogosos y no muy escrupulosos. Pero todas esas personas no le importaban para nada a Edu, él solo se imaginaba una y otra vez a si mismo levantándose y acercándose a la chica rubia, con la cual iniciaba una conversación algunas veces o empezaba a besarse directamente otras tantas. A veces sus fantasías eran exageradamente reales como cuando se levantó, el bus pasó por un bache y Edu cayó ante las risas de todos, y otras veces un tanto fantásticas, como cuando se arrancó la camisa y con unos increíbles músculos al aire, cogió a la rubia, rompió la ventana y saltó fuera con ella en brazos.
Al fianl llegó un momento previsible pero no imaginado, Edu tuvo que bajarse del autobús, lo cual estaba mal, era horrible, ella debía haberse bajado antes para que él hubiese  visto por la ventana, esta vez mirando de verdad hacia afuera, como el bus la dejaba atrás y él hubiese pensado que sí habría ocurrido algo de haber tenido más tiempo.
Edu se bajó y, con las manos en los bolsillos y tierra en el aire, pudo comprobar cómo la rubia le correspondía con tan solo una mirada indiferente y nunca supo que al igual que él miraba por la ventana para mirar a la chica rubia, una chicha pelirroja que tenía detrás miraba por la ventana para mirarle a él, y ella sí pudo suspirar cuando él se bajó.

1 comentario: