jueves, 11 de septiembre de 2014

Everything is gonna be alright (Parte 1)

La primera puerta chirrió imitando el sonido de la campana que indica que alguien ha entrado en una tienda, la segunda, la de verdad, pues la primera era poco más que un cristal con bisagras, fue más silenciosa, por ella entró una mujer rubia con el pelo sucio de no haberlo lavado en un par de días, llevaba cuatro bolsas de la compra, por eso entró en la cocina de manera brusca abriéndose paso con piernas y codos.
-¡Chicos, ya estoy aquí!
De lo ajetreada que estaba apenas oyó el lejano sollozo de su hijo pequeño, pero cuando su hija entró en la cocina a recibirla le preguntó:
-Alejandra, ¿Por qué llora tu hermano?
-Ha venido papá.
Y eso bastó para que la mujer rubia parase de hacer lo que quiera que hiciese y se quedase quieta, con la sangre helada.
-¿Ha venido vuestro padre?
-Sí, como hace dos horas.
-¿Y qué quería?
-Nada, no lo sé, Jaime abrió la puerta, en cuanto yo vi a papá me metí en casa, ellos se quedaron hablando, oí a Jaime gritar que no se iría, cuando sonó el coche de papá irse, él se encerró en su habitación a llorar.
La mujer rubia, que al parecer se llamaba Cristin, abrazó a su hija y le dio un beso en la frente, luego se dirigió a la habitación de Jaime, llamó con los nudillos de manera apenas perceptible y abrió a una habitación casi en penumbra.
-Hola campeón, ¿cómo estás?
-Dijiste que no volvería, que no volvería.
-Lo sé cariño... ahora mismo voy a ir a hablar con él.
-¡No! no te vuelvas a ir.

El viejo coche gris arrancó con una madre enfadada delante y una niña ensimismada y un niño asustado detrás. La calle estaba llena de coches, por lo que Cristin se vio obligada a aparcar en el espacio reservado para los cubos de basura, se bajó solo ella, Alejandra, llegado el momento, abrazó a su hermano más como deber que como muestra de cariño o protección. Cristin alternaba unos pasos decididos con unos vacilantes, de la casa se oían música y muchas voces, muchos de los coches de aquella calle estarían allí por esa fiesta. Justo cuando llamó a la puerta, Cristin pensó que quizá su ex marido no lo oyese por el ruido de la fiesta, obligándola a marcharse sin hablar con él, lo cual no dejaba de resultarle tranquilizador, pero al poco de llamar la puerta se abrió y la recibieron un torso desnudo cubierto de vello y un bigote poblado y no del todo cuidado que ella conocía bien.
-¿Qué quieres, preciosa?
-Deja en paz... ¡no podías! ¡cómo te atreves! Jaime está asustado ¡a mis espaldas! ¡estabas intentando robarme a mis hijos!- De pronto le faltaba el aire, no podía continuar.
-¿Que mi hijo está asustado? Vaya, que horrible madre debe tener.
Sonó una fuerte bofetada y él volvió a incorporar el rostro con una naturalidad que demostraba que no era la primera vez que le abofeteaba una mujer.
-¿A eso has venido? En fin, adiós, ya volveré otro día a por mis cosas y a por mis hijos- Y se dio la vuelta empujando la puerta para que se cerrase.
Pero ella la detuvo metiendo el pie, el tema tenía que quedar concluso, no podía volver a presentarse en casa de cualquier manera. Cristin abrió la puerta, no se veía a su ex marido en el oscuro pasillo, así que se internó en la casa y la música y las luces la rodearon.
Mientras tanto, en el coche Jaime había dejado de llorar, así que él con los ojos rojos y su hermana con preocupación vieron como su madre se internaba en aquella casa que nada bueno auguraba.

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