No te escapes, ahora no te escapes.
Que aunque te ocultes y no me duelas, no te
olvido.
Que aunque construyas un nuevo mundo en el que de
mí no quede nada, me tendrás que abrir las puertas un día, por lo menos. Porque
es probable que algún día, recordando o aburrida, te escapes y te vengas al mío
y encuentres una puerta o una ventana abierta, como dejada así por casualidad.
Y escóndete si quieres, esperaré a que aparezcas.
Y cuéntame esas historias en las que ni se
menciona a los muertos, que yo las escucharé de buenas porque sales tú.
Y háblame de él, de sus méritos, de su mérito de
conseguirte. Háblame, que lo siento, pero solo podré imaginarle como figura,
que no como estatua. Como quien marca una etapa y dura, pero como una pulsera, se cae.
El día que me invites a tu boda, nos invitarás a
los dos, pero no te casarás con ninguno.
Y aunque te ocultes y no te busque y no te grite y
no me insultes. Aunque no te escriba y no me duelas y no te vea y no te sienta.
Aunque no te recomiende y no me traiciones y no juguemos y no te cuente. Aun
con todo eso, no te olvido.
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