viernes, 5 de febrero de 2016

Y la protegían

Y la protegían muros altos, con un ejército de relojes de salón, de madres con alas, de príncipes celosos, de tijeras y destornilladores, de gentes de poco seso, de cuadernos de colorines. Aquí  no solo se mataba al mensajero, sino también al transporte, al cartero y al maestro, a cualquiera que se acercara a su cuarto.
Yo una noche salté los muros y rompí agujas, arranqué alas, tiré coronas, guardé herramientas, distraje tontos y leí hojas. Y cuando subí las escaleras y abrí la puerta de su cuarto, lo encontré vacío, ella había escapado tiempo atrás.

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