jueves, 7 de abril de 2016

Los pequeños seres

Como el techo de su cordura empezaba a ceder no pudo sino poner columnas de libros para que aguantara.
El sentir se siente fuerte, y se siente aquí, muy cerquita del pecho. Algún día le harán la autopsia a alguien a quien transpusieron mi sangre y verán sus tripas pintadas de azul y extraños órganos hasta ahora desconocidos. Verán un órgano pintado a pincel cuya función es la de crear pequeños hombrecitos y sombreros de mujer. Estos hombrecitos andan a trompicones y recorren el cuerpo. Suelen escribir frases en la cara interna de las venas y dormirse en las arterias más grandes. Muchos son los que van al cerebro, donde hay mucha paz pero también una exagerada responsabilidad, y alguno ha visto el mundo a través de las orejas, aunque todos los que salen mueren, son alérgicos a la Realidad. Como son muy delgados pasan mucho frío, pero son tímidos y piensan mucho en los demás, así que nunca piden nada y se dedican a robar el calor de los dedos para poder vivir. Suelen vivir poco, convirtiéndose en un aire turbio al morir, un aire que expulsan los pulmones, que son sus cementerios. Sin embargo ha habido casos en los que alguno de estos pequeños seres ha vivido mucho más y se ha vuelto más serio y más responsable, momento en el que dejan de pintar y anudar tendones y en el que suelen ayudar a la sangre, en especial a las plaquetas cuando se produce una herida. Si es malo soplar a las heridas es porque puede haber uno de estos seres tras la sangre y al soplar se le puede empujar hasta el estómago, donde el ácido le matará en un sufrimiento que no se merece, que no se merece nadie.
A veces se ponen nostálgicos y piensan en otra comunidad de seres como ellos, entonces intentan enviar sus mensajes al exterior, cogen lo que encuentran, pintan su mensaje y lo clavan en la piel, saliendo así luego los pelos, que no son más que tristeza que se mece al viento. No me voy a extender ahora, pero todo lo que se pueda saber sobre el sexo es mentira, aquello de que el coito lleva a la reproducción es una farsa, los bebés nacen de otra forma mucho más compleja. El sexo es un espectáculo para estos seres, es la única ocasión en la que se ponen los sombreritos de mujer, hacia los que normalmente sienten pavor. Cuando se sabe que el cuerpo va a tener o está teniendo sexo —los hombrecitos siempre están atentos a las sustancias que produce el cuerpo y a sus impulsos eléctricos— muchos corren a los ojos y otros tantos recorren el cuerpo, saltando, gritando  riendo como no lo hacen jamás. El cansancio que el cuerpo pueda tener después es resultado de la muerte, aunque feliz, de la mayor parte de estos seres. Pero volverán a nacer en algún momento y siempre que se llore pondrán barquitos de papel en las lágrimas —antes de que salgan— en los que estarán escritos sus mayores deseos.
No he hablado de los sombreritos de mujer, pero es que estos no se sabe muy bien para qué sirven, solo que las corrientes de aire de las cavidades corporales los suelen empujar al corazón, donde se amontonan y pueden generar al cuerpo un cierto dolor o malestar.

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