Supuestamente esto es un relato infantil. El título, sin embargo, salió sin querer.
Marquitos está triste y enfadado. Está triste porque ha enfadado a Mamá y está enfadado porque ella le ha castigado. Le ha castigado sin salir de su habitación y se ha llevado todos los juguetes, ¡hasta los peluches! Dejándole solo la posibilidad de leer o hacer deberes. Mamá quiere que Marquitos lea, pero a Marquitos no le gusta leer, le aburre mucho.
Marquitos está triste y enfadado. Está triste porque ha enfadado a Mamá y está enfadado porque ella le ha castigado. Le ha castigado sin salir de su habitación y se ha llevado todos los juguetes, ¡hasta los peluches! Dejándole solo la posibilidad de leer o hacer deberes. Mamá quiere que Marquitos lea, pero a Marquitos no le gusta leer, le aburre mucho.
A Marquitos no le
gusta que le llamen así, él se llama Marcos, pero Mamá le llama Marquitos, la
tía Pollito, la profesora Marquín, algunos compañeros del colegio (que no son
amigos) Marculo y la portera, que es inglesa, Mark.
El sol avanza muy
despacio cuando uno está aburrido, Marquitos está tumbado en la cama bocarriba,
Mamá también se llevó la caja de lápices de colores, así que él no puede
pintar, solo leer. Los libros están apilados encima de la mesa. Marquitos mira
las estrellas pegadas en el techo, que cuando llega la noche brillan, y piensa
si le servirían de juguete al arrancarlas.
¿Mamá está en casa?
Marquitos no lo sabe, y no lo quiere saber, ¿Mamá le ha castigado sin salir del
cuarto? ¡Pues él no sale! No saldrá hasta que Mamá venga a pedirle que salga y
entonces él dirá que ya no sale del cuarto, para que Mamá se asuste y no le
vuelva a castigar sin salir del cuarto, ¡toma ya!
Al final Marquitos se
levanta de la cama y coge el primer libro del montón, ¡bien, tiene dibujos!
Tiene la portada verde y se titula “El soldadito de plomo”. Marquitos recuerda
que su papá le leía ese libro cuando era más pequeño, pero no se acuerda muy
bien de la historia.
Marquitos pasa las
páginas sin leer lo que pone, solo viendo los dibujos, y de pronto, ¡toma ya!
¡Hay un dibujo con un montón de soldados! Son como juguetes de soldados
antiguos, de cuando aún no existían las metralletas.
Marquitos mira el
dibujo atentamente porque le gustan los detalles y ese dibujo tiene un montón:
hay dados, un manojo de hilo, varios botones, una brújula…
Marquitos levanta el
libro para acercar más los ojos al dibujo y de pronto ocurre algo muy raro ¡pum!
De pronto los dibujos ¡empiezan a caer! ¡Los dibujos de los soldaditos están
saliendo del dibujo y cayendo sobre el suelo de la habitación!
Marquitos se levanta
asustado mientras ve como los soldaditos que han salido del dibujo se empiezan
a levantar como si se despertasen de un sueño. Marquitos los cuenta: uno, dos,
tres… ¡hay siete soldaditos de plomo mirándole!
Uno de ellos se acerca
(¡es muy divertido! ¡Como son de plomo se mueven como pingüinos!). De pronto se
para y pregunta:
—A ver, tú, ¿cómo te
llamas?
Marquitos piensa, no
porque no se sepa su nombre, que se lo sabe muy bien, sino porque es su
oportunidad de demostrar que es un niño grande.
—Me llamo Marcos—.
Responde, muy contento de no haber dicho “Marquitos”.
Los soldaditos de
plomo se mueven torpemente por la habitación. Marcos los observa con mucho
cuidado. Al parecer el arma que llevan apoyada en el hombro se llama fusil pero
no la pueden mover, porque como son de plomo ésta está pegada a su hombro.
Marcos toca la punta de un fusil y ¡ay! ¡Está afilada!
—¡Ten cuidado!— Le
grita el soldadito.
Marcos se mira el dedo
y ve que se ha hecho sangre, así que se lo mete en la boca como le enseñó Mamá.
De pronto uno de los
soldaditos llama a los demás y grita:
—A ver, ¿qué hay
detrás de esa puerta?
Marcos entonces se
asusta mucho, ¡él está castigado, no puede salir de la habitación! Así que se
lo dice al soldadito.
—El que está castigado
eres tú, no nosotros—. Responde el soldadito.
—Pues la puerta está
cerrada y yo no os la voy a abrir— Responde Marcos, porque los soldaditos son
muy pequeños y no llegan al picaporte.
—¡Muy bien! Vamos,
chicos, ¡abramos la puerta!
Entonces Marcos ve con
horror como los soldaditos cogen su silla por las patas y la arrastran hasta la
puerta. Entonces, ayudándose unos a otros, se suben a la silla y desde allí
alcanzan el picaporte. Marcos intenta impedirlo pero uno de ellos le pincha en
el pie haciéndole mucho daño. Marcos se sienta en la cama y empieza a llorar
cuando los soldaditos salen al pasillo.
¡Qué triste está Marcos!
Llora y llora… los soldaditos han roto una lámpara en el salón y ahora están en
la cocina tirando la fruta desde la encimera al suelo, ¡las naranjas y las
manzanas se van a poner pochas!
—¡Mamá, mamá! ¡Por
favor, ven!— Grita Marquitos mientras llora por los ojos y le moquea la nariz.
Entonces tiene una
idea, ¡ya está! Marquitos corre a ver el libro “El soldadito de plomo”, que
está abierto en el suelo de su habitación, y pasa las hojas hasta ver el dibujo
en el que un pez se come al soldadito de la historia. Marquitos piensa, ¿por
qué le ha castigado Mamá? ¡Porque no quiere comer pescado! ¿Y por qué no quiere
comer pescado? ¡Porque para cenar hay pescado!
Los soldaditos están
rompiendo las servilletas y jugando con los imanes de la nevera cuando Marquitos
entra en la cocina. No le prestan atención cuando él va hasta la pila y ve que
hay una inmensa lubina descongelándose. La coge por la cola con ambas manos
(¡qué asco, es fría y resbaladiza!) y apunta con ella a los soldados.
—¡Parad ya!
Entonces los soldados
le miran y se asustan.
—¿Qué pretendes hacer
con ese pescado, niño?— En la voz se les nota el miedo.
—¡Todos a mi cuarto!
¡Ahora mismo!
Los soldaditos
obedecen y, en fila india, van caminando como pingüinos a su habitación, ¡qué
ridículos paren ahora!
Al llegar al libro,
pasan las páginas hasta el dibujo donde están dibujados unos dados, un manojo
de hilo, varios botones y una brújula. Entonces, uno por uno, van entrando al
dibujo y una vez entran se quedan quietos, como deberían estar.
Marquitos se sienta en
la cama y piensa en la lámpara rota, en las frutas pochas, en las servilletas
destrozadas… ¡qué mal, Mamá se va a
enfadar! Marquitos empieza a llorar y se lleva las manos al rostro, ¡qué
asco, huelen a pescado!
Mamá entra en casa,
había ido a comprar un postre rico que le daría a Marquitos si se comía el
pescado, entonces oye a su hijo llorar y corre a ver qué le pasa. Al verla, él
corre a abrazarla.
—¡Mamá, mamá!
Mamá cree que
Marquitos llora por haberle castigado sin salir de su cuarto y piensa que si
tanto le afecta ese castigo, no lo volverá a usar.
Marquitos, antes de
acostarse, coge el libro “El soldadito de plomo” y pasa las páginas hasta el
dibujo donde están los soldaditos. Entonces los cuenta: uno, dos, tres… hay
seis soldaditos dibujados.
Un momento, ¿pero no
eran siete?
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