jueves, 3 de julio de 2014

Hasta los vínculos de pelo se rompen.

Había una vez tres amigas, pero de las que se conocen desde pequeñas, amigas de verdad. Era una triple amistad sin celos, política, engaños o trapos sucios. Lo extraño, que no necesariamente malo, fue cuando llegó la adolescencia, para las tres  por igual, y Alia, viendo todos los cambios que empezaban a surgir y la velocidad que parecían cobrar las cosas una vez quitado el velo de la niñez, empezó a dudar y a tener miedos. Estos miedos no se los contó como tales a sus dos amigas, y no por algún motivo concreto sino porque ni ella los entendía, solo parecían claros cuando pensaba en ellos de manera distraída, si intentaba identificarlos, desaparecían, como las pequeñas manchas que a veces se aprecian en la mirada y que huyen de la pupila cuando intentas cercarlos. Sin embargo, Alia encontró una aparente solución que calmaba sus miedos sin nombre y una excusa para exponerla, les dijo a sus amigas que ahora se rodearían de mucha más gente que hasta ese momento, gente de todas las clases, quizá incluso cautivadora o que tuviese algo que llamase a alguna de las tres de una forma irrevocable, así que les propuso establecer algún tipo de vínculo entre las tres que, aunque se rompiese todo lazo, en el futuro les ayudase a recordar la amistad que durante tanto tiempo habían mimado y que, si dios quería, seguirían teniendo. Sus amigas, divertidas y reflexivas a un tiempo, aceptaron, pero ahora surgía el problema de qué marca. Lo que mostraban las películas y que más sencillo y claro parecía, claro está, era un tatuaje, un tatuaje idéntico y en la misma parte del cuerpo para las tres, pero dejando a un lado que los padres de dos de ellas se negarían en redondo, un tatuaje era algo común, y ellas no podían estar unidas por algo común, además ¿Qué se tatuarían? ¿Una palabra formada por parte de sus nombres? ¿Un símbolo del infinito? Un tatuaje no podía ser. Pensaron en alguna pequeña cicatriz y acabaron eligiendo un dibujo que se repasaban cada semana en la mano con rotulador y que acabaron por dejar de hacer, pues era más bien una obligación y no significaba nada, así que acabaron por olvidar el tema, aparentemente.
Alia, bastante tiempo después, con los antiguos miedos sustituidos por problemas cotidianos la mayor parte del tiempo, vio una imagen en su ordenador que le evocó a las tres buscando una seña de futuros recuerdos. La imagen la formaban tres chicas de espaldas con cuyo pelo se había hecho una única trenza que recorría sus tres cabezas en horizontal de derecha a izquierda. Alia no pudo evitar fijarse en la chica de la izquierda, su color de pelo era más claro que es de sus compañeras, lo tenía más corto, por eso estaba en ese lugar, para tener que aportar menos pelo, se imaginó la escena después de realizar la foto, las tres algo incómodas sin poder girar la cabeza, moviéndose al unísono en mismas direcciones, y de repente se imaginó a las dos de la derecha confabulando contra la chica de pelo castaño corto, y ésta, despreocupada, se marchaba hacia la izquierda... se le ocurrieron dos finales, en uno al intentar ir contra corriente tiraba de las otras dos y acababan cayendo los tres, y en el otro, al ir contra ellas dos, tiraba más fuerte y les arrancaba parte de pelo, y al marcharse, éste seguía atado al suyo propio, como un trofeo.
Cuando les propuso la idea de la trenza a sus amigas, como unión definitiva aunque momentánea, ya había contactado con un supuesto mago de algún lugar de Oriente que, presentándose con una chilaba verde y un turbante rojo, les hizo una trenza muy especial, una que no se podría deshacer. Las amigas en menos de media hora ya se encontraban completamente hartas e irritadas, bueno, solo dos de ellas, pues Alia ya había comprobado lo que quería, fuese lo que fuese, entonces extrajo unas tijeras del bolsillo y, a ciegas, cortó el pelo a la altura de la nuca, una vez libre lo agitó, haciendo caer algunos pelos cortados, tras esto echó a andar, sin girarse en ningún momento a socorrer a las dos chicas que no dejaban de gritar atrapadas por el pelo.

Alia miró el mechón de pelo de tres colores que tenía en una mano, y pensó que viéndolo en el futuro se acordaría de una niñez que ya parecía demasiado lejana e irrenovable.

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