jueves, 5 de febrero de 2015

¿Saben esa sensación de despertarse en mitad de la noche y creer que hay alguien sentado en la silla de la habitación amparándose en la oscuridad? Bien, pues esta noche me he despertado y realmente ahí había alguien, pero no era un familiar, una amante o un asesino en serie relamiéndose mientras observa cómo duerme plácidamente su víctima antes de matarla, nada de eso, era un hombre bien vestido si se encontrase en otra época, con capa, bastón y sombrero alto. En ese momento aspiraba aire mientras intentaba encender con técnica una pipa. Me quedé mirándole medio incorporado en la cama, terminó de encender el tabaco y la ignición de éste le iluminó el pálido rostro. Me miraba y yo, por supuesto, le miraba a él, pero no hablábamos, y no lo hicimos durante casi diez minutos, en los cuales ninguno se movió, excepto los músculos de su cara, sus labios y en dos ocasiones su mano derecha, pero todo ello por mantener como se merecía aquella corta pero curvosa pipa. Finalmente, con el tono de quien pide perdón al descubrir que ha entrado en el lavabo de mujeres en vez de en el de hombres, dijo:
-Buenas.
A lo que yo, con cara de dormido pero realmente despierto, contesté:
-Qué hay.
Y otros diez minutos en silencio.

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