Miras a tu alrededor y solo ves tuercas, bisagras y
tornillos, metal en resumen, aunque también hay vapor y algún que otro chorro
de fuego esporádico. Es una gran máquina, se deduce si paseas por la sala donde
se encuentra. Pero tú esto ya lo sabes, Manu, llevas dando vueltas alrededor de
la máquina varios meses ya, tal vez medio año, y ahí surge el problema, en la
máquina, porque donde más tiempo estás es frente al cuadro de mandos, con todas
esas palancas e indicadores de agujas nerviosas, el cuadro de mandos de una
máquina que no entiendes. Has probado a tocar un par de cosas por pura
intuición y el resultado no ha podido ser peor, el vapor que te ha quemado ha
servido de lección para que te sientes a mirar la máquina con mala cara o a que
pases lentamente las páginas del inmenso manual escrito en ruso que apoyas
sobre tus cansadas piernas. Mientras esperas, porque no sabes qué otra cosa
hacer o es que mientras cabilas un plan la máquina sigue sin control, el
aparato hace extraños ruidos que no pueden ser buenos, estás aterrado. Eres
Manú, quien se apoyó en la pared repleta de cal pese a mis advertencias, quien
siempre ha doblegado las máquinas con las que se ha encontrado, pese a que éstas
amenazasen con hacerte perder la cabeza, y ahora tienes miedo, pero no un miedo
cobarde que te haga temblar o no te deje pensar, sino ese miedo racional que te
hace preocuparte y tal vez sentir agobio. Tranquilo, Manuel, si te acercas a la
máquina, al caótico cuadro de mandos, podrás observar como esta máquina no es
tan diferente de las anteriores con las que te has enfrentado, tan solo tiene
ciertas válvulas cambiadas, es más grande, le faltan algunas palancas y le
sobran manivelas. Puedes empezar a tomar el control sobre la misma, solo has de
serenarte y avanzar decidido, aunque sea irremediable que te vayas a chamuscar
el pelo o golpearte la rodilla, pero escucha, escucha el chillido del vapor,
ese sonido tan amenazador tal vez esté siendo malinterpretado y sea un grito de
pavor, de pavor por ver cuando te vas a levantar de ese taburete con el inmenso
manual ruso en la mano.
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