Cómo lograr que te echen del trabajo. La respuesta parece
obvia, lanzando un ordenador por la ventana atravesando ya de paso el cristal.
Pero no es a eso lo que se refiere este manual, queremos dinerito fino en el
bolsillo una vez pongamos los pies en la calle, cerremos los ojos y respiramos
ese aire contaminado de ciudad. Queremos un despido que no sea justificado.
Mira a tu alrededor: tantas personas, ordenadores y tan
pocos colores. Cada equipo de mesas forma una manzana y cada pasillo por el que
caminan deprisa las secretaria, una calle. Aquello es una ciudad en miniatura
en la que los niños también están presentes en forma de fotos que le recuerdan
a cada empleado que en algún lugar tiene una familia por la que supuestamente
están trabajando.
Lo primero que tienes que hacer es buscar la forma de
saludar a tu jefe o echarle un café por encima con un sonoro “lo siento, lo
siento” y un absurdo intento de secarle a manotazos similares a los que da un
perro al nadar. Y ya está, ahora se queda con tu cara, no le importas una
mierda pero ya sabe que trabajas para él. Luego dirígete a tu puesto y trabaja
varias horas extras por las que no pedirás nada a cambio.
Lo segundo es coger el coche, y si no tienes uno, te haces
con él. Puede ser prestado, lo vas a utilizar poco, pero mejor cuanto más
aspecto varonil te aporte. Conducirás hasta la universidad, probablemente hasta
la facultad de Filosofía y Letras, y allí aparcarás lo más cerca de la entrada,
aunque te pongan multa, saldrás del vehículo y te apoyarás en el capó. Las
gafas de sol son opcionales, pero los brazos cruzados sobre el pecho son algo
fundamental. Cuando veas a la chica, que irá hablando con amigas, tienes que
decirle con una voz autoritaria y ausente de emoción “sube, nos vamos”. Las
estadísticas dicen que lo más probable es que sí, que suba. Entonces conducirás
un poco en silencio y cuando ella empiece a pensar que tal vez haya sido mala
idea subir empezarás a hablar de forma desinteresada. Hablarás, le preguntarás cosas
y la dejarás hablar. Tras dos horas de circular por las congestionadas calles
de la capital la dejarás frente a la puerta de su casa, la casa de tu jefe.
Mientras ella sale puedes decir “Espera” y cuando se de la vuelta “si quieres
puedes darme un beso”.
Este episodio debe repetirse varias veces sin que jamás
muestres demasiados sentimientos y sin dar, como mucho, dos besos, uno al
recibirla y otro al dejarla en su casa. Si tiene novio o novia habrás de ir a verle
con una chupa de cuero y comentarle, mirándole a los ojos, “lo siento, chico,
se acabó”. Ni que decir tiene que estos días no saldrás de la oficina excepto
para desempeñar este papel, tu trabajo debe ser impecable.
El tercer paso puede empezar antes o después, pero una vez
en él, éste debe desarrollarse de forma rápida. Proporciónale una noche
fantástica en algún lugar de la sierra donde no tiene por qué haber sexo, haz
que le brillen los ojos y consigue cenar en casa de sus padres. No les caerás
bien, y jugarás con ello, serás decidido y natural.
Ahora toca lo importante: estando a solas en el salón o la
sala de estar, con sus padres, habrás de decirles, con el formalismo de otra
época, que les quieres pedir la mano de su hija.
Al día siguiente debes tener los ojos rojos de no
haberlos despegado de la pantalla cuando venga un hombre, o mujer, que no conoces a
darte dos sobres. El primero será una carta de despido y disculpa firmada por
tu jefe, la segunda el finiquito.
En caso de haber pedido prestado el coche no debes olvidar
devolverlo.
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