martes, 9 de diciembre de 2014

Verde Episodio (2)

-Dime ya a dónde vamos.
-¿Sabes que el Whisky de Malta no es de Malta?
-¡Que no me cambies de tema!
-No te lo voy a decir, ya lo verás.
-Joder, por lo menos dime cuánto queda.
-Me recuerdas a cuando era pequeño e íbamos a Galicia, y en vez de cinco horas, se tardaba ocho, y yo no dejaba de decir “¿Queda mucho?”
-Entonces deberías empatizar conmigo y darme una respuesta.
-No, porque al tercer verano decidí aguantarme, y aunque me desgarrase guardármelo, pretendía no preguntar.
-¿Y lo conseguiste?
-Casi- Y mientras respondía la miró sonriendo, con sus dientes bien blancos, y ella sonrió pensando “eres idiota”.
-Bueno, pues me aguantaré- Y de pronto el giró el volante y, sin disminuir la velocidad, levantando así una nube de polvo, paró de repente en un mirador –Estarás de coña.
-¿Porque no te gusta el sitio o porque según has dicho eso he parado?
Ella abrió la puerta y salió. Al llegar a la valla de piedra, que simulaba las almenas de un castillo, vieron el valle que se extendía ante ellos. Un mar de árboles verdes se extendía de manera continua hasta llegar a un río, una cicatriz azul que cortaba el mar verde.
-Es precioso.
-Ven- Él le tendió la mano y ella la cogió.
-¿Pero qué haces?
-Hazme caso, es por aquí.
Y bajaron por un camino, o supuesto camino, que recorría el precipicio, perdiéndose entre los árboles, mientras ella entre risas le decía que estaba loco.

Son curiosos los bosques, si te los imaginas, te imaginas una unidad, una especie de generalización, pero cuando estás en uno y ese olor, ese aire y ese susurro te rodean, sientes como cada ángulo es diferente y absolutamente irrepetible, al igual que los árboles, a los que, si te fijas, puedes distinguir la personalidad, siendo éste un árbol serio, éste otro un árbol celoso y éste último uno de esos que de primeras te encanta su personalidad y luego acabas pensando “es un pesado” o, peor, “menudo payaso”.

Y él llevó a Andrea a una cafetería escondida en el seno del bosque a la que no llegaba ninguna carretera, siendo la perdición de cualquier proveedor de suministros. Si no la conocías, jamás la encontrarías, pero como el lugar lo había construido el dueño y la energía procedía de un par de placas solares, se podía permitir no tener abundantes clientes. Hay que decir que el café era realmente exquisito.
Las nubes se abrieron y junto con los rayos de sol descendió también un rayo de cobertura que le dio vida al móvil de Andrea Carrasco, el cual sonó y le iluminó los ojos.
-¡Es él! Tenías razón ¡Quiere quedar conmigo!- Y su ella adolescente y su ella actual se abrazaron, se tumbaron en la cama con el pijama puesto y pasaron toda la noche hablando de chicos mientras jugaban a hacerse trenzas y demás peinados.
-Vaya- Y él sorbió café como quien se lleva en una fiesta el vaso a los labios para que parezca, o por lo menos él se lo crea, que está haciendo algo, que está ahí por alguna razón.
-¡Ay! ¿Qué digo?
Y dentro de él, el soldadito venció al dragón sobre el puente de piedra y dijo:
-Apaga el móvil, por favor, ahora estás conmigo, y me gustaría que estuvieses conmigo mucho tiempo. Te quiero, Andrea, necesito que lo sepas, necesito decírtelo. Desde aquella vez que te vi te metiste en mis ojos y te deslizaste hasta mi alma, si pudiese anular mis sentimientos, lo haría, no te quepa la menor duda, pues esto que siento no puede ser bueno. Pero ahora estamos aquí, en mi bosque, en este mundo verde y lleno de vida, y quiero que… no sé.


Y supongo que querrán saber cómo termina esta historia, sería lo normal, o no, pues mientras que a ustedes les puede interesar, o no, a mi me interesa más ese mapache que persigue a la liebre ¡Qué genial! resulta que están jugando je je que divertidos animales ¡Que te pilla, liebre, corre! Bueno, pues este es mi mundo verde, y aquí importa más la vida y la naturaleza que la señorita Carrasco y el hombre que se le acaba de declarar, así que si acaso pídanle a otro que les cuente el resto de la historia o tal vez una muy diferente con las piezas que sobraron de ésta o de otra… ¡Que te pillo, liebre!

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