sábado, 27 de diciembre de 2014

Mírame a los ojos

Esto lo hice para un concurso que ¡oh, vaya! se titulaba "Mírame a los ojos", lo hice en dos tandas porque al ser obligado era como tragar pan muy seco, se necesita tiempo.  Jorge lo leyó y no debió entender nada, porque me dijo que escribía muy bien. Manolo ni siquiera lo leyó, le leí el primer párrafo y no quiso más, en fin, por lo menos me sonrió después.



Su mano se estira y coge la revista de la mesilla de noche. Con un acto tan cotidiano entiendo que quiere huir, pero como es tan cobarde que no puede levantarse y salir así,  vestida solo con camiseta blanca y ropa interior, a la tarde fría y lluviosa, escapa con la mente, escapa a las playas exóticas y artificiales de las revistas de viaje, a las curiosidades de las revistas de ciencia y a las explicaciones de las revistas de historia o economía. Entonces yo cojo la taza de café y descubro ya tarde que está vacía con el poso seco en fondo, de igual manera me la llevo a los labios y finjo beber, no puede ganar, a su indiferencia mi indiferencia, a sus huidas, una nota mía previa en la que diga “hoy no iré a cenar”. Durante una fracción de segundo pienso si encender la televisión, pero lo descarto rápidamente, la televisión embotaría mis sentidos, además, la tele es el “en fin” previo a terminar una discusión sin retorno, y yo no quiero eso, descubro, yo quiero arreglar las cosas, pero no ahora, o quizá ahora sí, si ella dejase la maldita revista.
Con la taza descansando en mi regazo la observo, observo cómo lee, o mira las ilustraciones, tumbada boca arriba con los brazos flexionados en lo alto, se cansará, estoy seguro, entonces girará y leerá boca abajo y, atención, ¡ahí está! gira rodando y retoma la lectura. Observo su silueta, antes, durante la anterior lectura, tal vez podría haber adivinado la silueta de sus pechos, ahora, y al tener la camiseta el cuello cerrado, no hay forma, así que resbalo por su espalda y me deleito, o lo intento, con la curvatura bajo sus bragas ¿Por qué ya no siento el cosquilleo de antes? ¿Volverá éste si las cosas se solucionan? ¿Es posible que las cosas se solucionen?
Entonces meto la pata, o la meto según mi orgullo, pues estiro la pierna y la empujo con un pie enfundado en un calcetín a rayas, nada más que un golpecito, pero así estoy demostrando que no estoy enfadado ni indiferente, ahora todo depende de ella, ahora ella puede destruirme con un “¿Qué haces?” y seguir leyendo, pero no, ocurre algo infinitamente peor, tan solo me mira, esa mirada larga de la que nunca he llegado a comprender el significado, esa mirada que tiene el anciano que te mira al borde del acantilado, antes de saltar.
Entonces cierra la revista, lentamente, la devuelve a su lugar en la mesilla y se empieza a incorporar.  A mí, viéndola, se me empiezan a caer los libros de las estanterías mientras las cortinas se agitan con un aire huracanado y el suelo empieza a temblar, de pronto me doy cuenta de que estoy llorando, tengo las mejillas húmedas y los ojos abrasados.
Mientras todo se hunde me lanzo sobre la cama, sorprendiéndola con el movimiento repentino, la cojo de los hombros y la giro haciendo que me mire, veo que ella también llora, pero no de una manera desordenada como yo, sino con gotas de diamante que descienden lentamente por sus mejillas reflejando la luz. Entonces suelto sus hombros, la agarro del rostro y, acercándome mucho, susurro:
-Mírame a los ojos.

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