domingo, 25 de enero de 2015

Carta de amor

Tal vez esté borracho ahora mismo, no te lo voy a negar, pero tal vez, y solo tal vez, sea ello lo que me de fuerzas para escribir esta carta, pues esta carta no es una de la que se previese la llegada, sino que viene de repente, abriéndose paso a codazos con un “disculpen” en los labios. Y qué querré decirte, tal vez sea lo importante, pues nadie escribe una carta para decir nada, a no ser que se trate de una obra de Gabo, de las que a ti te gustan, pero ni soy Gabo ni he estudiado periodismo. Lo que quiero decirte no está claro, pues solo cuando tienes muchos argumentos te fallan las palabras y no sabes que decir, y eso me pasa, eso va a ser lo que me pasa, te quiero decir tantas cosas que a su vez vienen de tantas otras que no sé qué decirte.
¿Empezamos por un te quiero o eso es demasiado fuerte? Creo que sería más conveniente empezar por un “no estoy en la fiesta de mi hermano por escribirte esta carta”, pero es que fuiste tan mala que me dan ganas de no escribirte ni el nombre y los dos puntos que se escriben como precipicio de cada carta antes de empezar a escribir la misma, y es que ya te lo he dicho, estoy borracho, fuiste mala, te quise, te querré, fuiste mala, seguirás siendo mala y te seguiré te queriendo, pero, oh, no, por favor, no te quiero como quieren los colegiales, ni te quiero como quieren los poetas, ni, por supuesto, como los filósofos, teatreros o afinadores de pianos, los cuales, en secreto, son los más temidos y peores. Yo te quiero de esa forma en la que te dicen que describas y reaccionas tirando el vaso de agua a la cara, sé que me entiendes, y como sé que me entiendes me vale, pues si tú me entiendes, qué necesidad voy a tener de que otros me entiendan. ¿Te imaginas que todos los escritores hubiesen escrito en privado para x personas? Solo un cuarto de lo hablado se entendería, y de esto se malinterpretaría la mitad, porque, casualmente, cuando besas, o cuando follas (¿qué miedo va a dar decirlo?), con una u otra persona, las cosas cambian, y no nos engañemos, Marta, por eso existen tantas palabras y expresiones, y tan distintas, para hablar de la penetración y explosión de sentidos, porque mil mundos diferentes hay entre una y otra, y aunque hagas lo mismo, exactamente lo mismo, con unos y otros, jamás será igual o parecido, por mucho que sea mejor o peor, por mucho que te acuestes con gemelos.
Ay, Marta, más que “te quiero”, quiero decirte “te echo de menos”, pues me sigo sentando solo entre los olivos y el frío a observar las pocas estrellas, pero ya no es lo mismo, pues antes tu presencia, tu silenciosa presencia, lo cambiaba todo, y esto pasaba, ojo, aunque ni nos mirásemos, ni hablásemos ni, por supuesto, nos tocásemos, esto pasaba porque estaba ahí, y, aunque olvidase tu presencia, las estrellas no lo hacían, y esto se notaba cuando aparecían más estrellas de lo normal y los planetas reflejaban toda la luz posible para contentarte, o contentarme, o contentarnos a los dos, quién sabe, quién sabe y quién sabrá, en fin, que te echo de menos, que encendería la almenara de auxilio para que vinieses corriendo y decirte “hola” así, sin más, solo para que vinieses y observarte respirando agitadamente y con las mejillas rojas antes de mandarme a la mierda y marcharte, como las hojas marrones con el viento de otoño, y no volver a hacerme caso cuando te pidiese ayuda porque de verdad te necesitase al exigir a los recuerdos su dinero o cuando el presente pidiese alcohol.
Qué te voy a decir, Marta, qué te voy a decir que encima no sepas, porque tú lo sabes todo, menos las mil cosas que te contaba yo. Tú lo sabías todo sobre cortar a las personas de tu vida, de diferenciar alma y cuerpo pero aun así odiar a los filósofos, de enfadarme, de hacerme llorar, de hacerme gritar de la más pura rabia. Pero no conocías las palabras, la historia, las curiosidades ni las metáforas, y ahí estaba yo, como un regaliz de navidad, mientras tú me chupabas y yo creyéndome más grande cuando realmente cada vez estaba más consumido. ¿Al final desaparecí? Claro que no, por supuesto, pero una parte de mí sí lo hizo, y eso explica que ahora folle pero no haga el amor, que hable pero no me hechice, que escuche pero no me enamore, que observe pero no contemple… ¿Esto quiere decir que fuiste la mejor? Pues no, quiere decir que fuiste la peor, a la que más odio, tal vez la única, y aunque ahora te relamas de placer leyendo esto, pues para ti es una extraña victoria, reitero que fuiste y, segurísimo, serás mala y te darás cuenta de ello con todas sus consecuencias demasiado tarde, cuando ya nadie pueda llegar a quererte y yo, pobre iluso, haya encontrado a alguien como tú, sí, a alguien como tú, pero que en vez de sonrisa pícara tenga poco tiempo por ofrecérselo a los demás, no pueda ser tu hombro de apoyo.

Empecé a escribir borracho y he acabado sobrio, y tal vez se pueda ver esto como una carta antítesis del amor, o no, quién sabe, pero, a mi pesar, creo yo que esto es el amor, enserio, el amor más puro y destilado, guardado en un frasquito de cristal y puesto a salvo en un barco egipcio que huye del fuego. Y es que ya te lo he dicho, yo te quiero y te querré aunque aparezca alguien mejor, pues tú eres tú, y no sé, qué quieres que te diga, eres perfecta dentro de la locura y el caos, seguirás siendo la perfecta cuando otras personas se desvelen como auténticas perfecciones, y así te deseo un beso en los labios, uno de esos fuertes apretando los labios y sin abrirlos, uno de esos que, tal vez, portaron lágrimas en los ojos.



Esto lo escribí para un concurso del que no quiero hablar, que me enfada mucho el tema.

2 comentarios:

  1. Es intenso, interesante y sugerente, contradictorio a veces, te capta para intentar entender e intentar imaginar esa relación que describes, ...y al final me queda la pregunta ¿es amor?

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  2. Si alguna vez decido irme, será por esto

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