Rivas
Vaciamadrid, a 16 de noviembre.
Querido
Antón:
Antes de nada decirte que si el papel
tiene ese olor entre dulce y amargo propio de las mandarinas es porque me acabo
de comer una. Ya sabes lo que me gustan en esta época del año; ir por el mercadillo,
preguntar cómo están, que me digan que pruebe una y entre gajo y gajo ir viendo
los puestos de aceitunas mientras las gitanas me llaman niña. ¡Me acabo de dar
cuenta! Ay, lo siento, no era una burla… Lo que me pude reír cuando me
preguntaste compungido si había notado que tus manos olían a salmón, ¡en
nuestra primera cita!
Pero creo que ya es hora de comentarte
el porqué te escribo ahora, y lo voy a hacer rápido porque sabes lo que me
gusta escribir y cómo me gusta recordar el pasado. Debo
de ser la única persona que recuerda la alegría sin el menor rastro de
añoranza. Me tendrías que estar viendo, arrugo la nariz con esa mueca en los
labios mientras pienso que no fuimos sino idiotas por terminar con algo tan
bonito por tan poca cosa. Estuve muy a gusto contigo, eso lo sabes, ¿no? Y te
quise tanto… bueno, y aún te quiero, ya te expliqué que yo siempre querré a
quienes he querido si no me han hecho daño, querer con ese cariño tranquilo de
perro dormido en el regazo.
Pero bueno, voy a saltar de una vez
al rin (se dice así, ¿no? No te
quejes de que no sepa la palabra que ya me tragué muchas de esas bestialidades
solo por ver cómo te brillaban los ojos). Necesito dinero, necesito que pagues
la mitad. ¿Te acuerdas de cuando habíamos roto, nos insultamos, nos volvimos a
besar y dijimos que una última vez? Qué insensatos fuimos, Antón, que tontos e
insensatos fuimos, y ahora… Me dirás, lo sé, que vaya por la pública, pero eso
es estar tiempo en cama y tiempo de preparación y ni tengo ya tiempo (tenemos,
¿eh?) ni quiero que se sepa. En la privada es un día y llegas a casa como una
rosa, eso me dijo mi amiga Irene, ¿la recuerda, señora Pasternak? A Irene,
digo, una vez la llevé a su casa para una noche que pasamos jugando a juegos de
mesa con Antón y unos amigos suyos y usted ahí, en el quicio de la puerta, como
si no se la viera, ¡que es difícil no verla, señora!
Pues eso, entrometida, que Antón y yo
hemos vuelto y algo que tengo muy claro es que usted no vuelve a joder nada,
¿cómo va a hacer ahora? Se habrá fijado que esta vez he puesto UN PUTO SELLO DE
LACRE marcado con un sello personalizado. Dígame cómo el pegamento era malo y
la solapa del sobre se abrió cuando ha rajado el lacre o cómo el cartero nunca
entregó la carta cuando, compruébelo, no hay sello porque he dejado en persona
la carta en su buzón. Esta vez no estoy loca y tengo pruebas de todo y su hijo
va a ver por fin que su mamita es un
ser de lo más repugnante.
Con cariño, Alice.
PD:
Abrir correspondencia ajena es un delito tipificado en el Código Penal.
Guadarrama,
a 20 de noviembre.
Queridísima
Alice:
Qué ilusión me hizo volver a recibir
una carta tuya como las de antes. Fue como un besito cálido en todo el pecho.
Sin embargo no te vas a creer lo que pasó: mamá me dijo que durante un par de
minutos llovió fortísimo y el agua se debió colar en el buzón y ay, ¡qué
desperdicio! Se notaba que hasta habías usado lacre, qué rabia me da.
¿Sería tanto pedir que me resumieses
tus palabras? Porfa, porfa, porfa.
Con muchísimo cariño: tu osezno.
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